Sabía, que en su momento, mi relación con Evan, no sólo se tornó tóxica sino extremadamente dependiente. Estaba tan aferrada a él que estar con él dolía pero sin él dolía mucho más.
Sabía que su madre no estaba bien de salud, sin embargo, en aquellos días habíamos peleado que ya ni recuerdo por qué. Sólo que le dije que cuando se le pasara el enojo me hablase... Sólo fue una tontería, sinceramente no lo recuerdo, sólo sé que... no hablamos por unos meses. Tal vez fueron dos o tres, pero fueron meses muy tristes para mí.
Nuestro orgullo era más fuerte en ese momento.
Regresé una mañana a la escuela, me senté con Sophia, después de tanto tiempo, sólo con el propósito de saber: ¿Ella seguía hablando con Evan? No quería pensar que sí pero de reojo pude ver como los mensajes de él llegaban en su teléfono.
¿Qué era este sentimiento de puro enojo? ¿Por qué era de esa manera? ¿Por qué me invadía la inseguridad? Las preguntas que me hice en el momento fueron completamente absurdas, sin embargo, muy destructivas. Será que... ¿volvieron a estar juntos? ¿Me había dejado? ¿Por qué no me dijo nada? No quería hablarle pero a la vez quería gritarle muchísimas cosas si lo hubiese tenido a Evan frente mío.
—Oh, sigues hablando con Evan —dije con una sonrisa falsa, y el corazón latiendome fuerte y rápido.
Una vez más, me arrepentía de ser de aquella manera. Sabía que en la actualidad no era así pero recordarlo me destruía por completo.
—Ah... sí —respondió ella con una media sonrisa—. Quedó todo bien entre nosotros, ¿ustedes se hablan?
—A veces —respondí. Mentirosa. Éramos novios...
—¿Te contó?
—¿Qué cosa?
En aquél momento mi corazón estaba por salir de mi boca. ¿Qué cosa debería haberme contado?
—Murió la madre —dijo Sophia, en un tono triste—. Falleció antes de ayer.
—¿Eh? —dije. Quedé completamente desconcertada. No podía creer. Sabía que su madre no estaba del todo bien, sin embargo, me sorprendió que haya sido tan repentino.
Y yo no estuve para él.
—No sabía —hablé. Dije la verdad. No sabía algo tan importante. Me odiaba. Me odiaba por el simple hecho de no sólo ponerme mal porque había fallecido su madre sino que ¿por qué ella supo algo tan importante y yo no? ¿Por qué ella primero? ¿Cómo habíamos pasado tantos meses, casi un año, estando juntos, sin embargo, no contó conmigo primero? ¿Tan grande era su enojo y el mío?
Ese día volví a casa destrozada.
Corrí completamente enojada a casa y aproveché que no había nadie allí. Me encerré en mi habitación y grité mientras estampé la mochila contra la cama.
—¡Maldita sea! ¡Maldita perra! —grité enojada y con la voz quebrada en mil pedazos—. ¡Soy una idiota! ¡Una verdadera estúpida! —comencé a golpear mis puños contra la pared abruptamente.
No podía creer que era esa clase de persona pero tampoco podía ocultar lo rota que estaba y lo insegura que era. El vacío era muy grande. La situación me había desbordado por completo.
Quedé exhausta en el suelo con los puños lleno de sangre. No pude esconderlo y le hablé, está vez, por iMessage.
Jenna: Hola.
Luego de unos minutos de hablar, tuvo la valentía de decirme que su madre había fallecido y volví a llorar, sin embargo, no mencioné la otra parte de mi tristeza. Que, la verdad, no tenía sentido y no se comparaba a su dolor. Ignoré mi dolor porque pensé que era estúpido pero no podía evitarlo. Eso hacia que me odiase más.
Y él también me odiaba, seguramente hasta ahora, por no haber estado en ese momento. Y lo sé, porque después de 5 años, me lo volvió a recordar.
Una vez, muy enojado, me dijo:
Evan: Me dejaste solo en el momento que más te necesitaba, Jenna. Fueron dos meses de completa basura dónde era yo y mi ira. No sabes todo lo que sé me cruzó en la cabeza. Me quería morir.
Evan tenía mucha ira acumulada desde muy pequeño. Cuando él se enfadaba con su familia, hacía exactamente lo mismo que yo. Podía golpearlo todo y morir y a él no le interesaba. Éramos unos niños muy tristes, aunque ya no éramos tan niños.
Perdí la noción del tiempo de cuánto había llorado ese día.
Este era uno de mis peores recuerdos.