Miré mis manos que estaban entrelazadas con las de alguien que iba caminando un poco más adelante que yo. Podía ver, detenidamente, su espalda y su cabello rubio. Caminábamos a la orilla del mar, de noche y con el cielo lleno de estrellas.
No podía reconocer con quién estaba tomada de la mano, la apreté, al parecer yo no podía emitir una palabra alguna pero seguíamos caminando, aunque no sabía dónde, de todas formas, lo seguí.
Para mí, era un misterio saber de quién se trataba, sin embargo, se detuvo y volvió hacia mí. Sus ojos brillaban demasiado al mirarme. Lo reconocí al instante, era Evan. ¿Qué hacía en Florida conmigo? ¿Qué hacía aquí? ¿Vino a verme? Sonreí al verlo cómo él también sonreía. Bajé mi mirada a nuestras manos, no quería soltarla. Tenía miedo de que desapareciera, como siempre pasaba.
—No te vayas —le dije. No sabía en qué momento había empezado a llorar, pero mis sollozos se escucharon hasta el fin del mundo—. Por favor, Evan. No vuelvas a irte.
—No voy a irme —sonrió levemente. Su voz era tan clara.
Pero... ¿por qué soltaba mi mano? Miré hacia abajo y sus manos ya no estaban entre las mías. Cuando levanté mi cabeza, ya no estaba Evan frente mío. Me volví loca. Corrí por toda la playa, me metí en el mar como si él se hubiese perdido allí. Completamente mojada, dentro del mar, encontré algo que me destruyó por completo.
Era el collar que había comprado aquella vez en Florida. Lo reconocí por la estrella que tenía.
—¿Jenna? Jenna, ¿estás bien? —escuché la voz de Connor, sin embargo, mis ojos seguían cerrados. Al parecer había sido un sueño. Otra vez soñé con Evan—. Jenna, estás volando de fiebre —dijo él.
Entre abrí mis ojos para poder ver su rostro preocupado. No estaba comprendiendo nada. ¿En qué momento me había dormido y qué día era?—. ¿Qué? ¿Qué hora es? —traté de levantarme pero mi cuerpo se cayó rendido nuevamente en la cama.
—¿Por qué estás llorando? —me preguntó secándome las lágrimas. Cuando llevé mis manos a mi rostro estaban mis mejillas mojadas. Y otra vez llorando, ¿cuándo iba a parar esto?—. ¿Soñaste algo triste? —preguntó él. No quise responder—. Estabas quejándote y llorando. Susurrabas algo pero no llegué a oírte —dijo, a la vez que me alcanzaba un vaso de agua.
Miré mi cuello y allí estaba mi collar. Jamás me lo había sacado. Aunque quisiera quitármelo, cuando lo hacía, sentía mi cuello completamente vacío.
—Gracias —le dije mirándolo a los ojos. Él parecía encontrarse perfectamente bien. Estaba descansado. Recordé la noche anterior, Connor había salido de fiesta, sin embargo, estaba en perfectas condiciones. Eso me parecía raro. Miré la hora: 13:30 p.m—. ¿Qué? ¿Por qué he dormido tanto? ¿A qué hora has llegado tú? No te escuché.
—Llegué eso de las cinco —me dijo mientras se alejaba de mí, yéndose a la cocina—. ¡Estabas muy dormida! Pero desperté al mediodía y estabas con fiebre, Jen. Estabas soñando algo feo, al parecer, ¿quieres hablar de ello? —regresó con un medicamento y el desayuno, a pesar del horario.
—Mejor no —dije tomando el medicamento. Mi cabeza estallaba del dolor—. ¿Cómo la has pasado?
—Muy bien, cariño —sonrió. Connor olvidó nuestro aniversario. Le resté importancia, al parecer ese era mi problema. La Jenna del pasado, se hubiera enojado a más no poder pero... admiraba la simpatía de Connor. Estaba segura que no era su intención olvidarlo. Recobré un poco de fuerzas, a pesar que mi cuerpo se encontraba cansado por la fiebre que me estaba agobiando y desde la mesita del luz a mí lado, saqué un obsequio para Connor—. Ten.
Connor se sentó junto a mí mientras dejaba la bandeja de desayuno en la mesita de luz. Por su semblante, noté que estaba confundido por mi regalo.
—¿Qué es...? —se interrumpió al hablar, abrió los ojos enormemente y se fijó en su teléfono qué fecha era—. Oh no... Cariño, lo siento, lo siento, lo siento. Lo olvidé por completo. He perdido la noción del tiempo, últimamente estoy así porq-
Lo corté, colocándome mis manos sobre su boca—. No tienes que lamentar nada. Lo olvidaste. No importa —dije sonriendo levemente—. No fue tu intención.
Suspiró y tomó su regalo. Aunque no fuera la gran cosa, al parecer, le gustó. Era el reloj que anhelaba hace un tiempo. Me pidió perdón repetidas veces, sin embargo, no es algo que, en este momento, me molestara. Sabía que era común de él olvidarse de estas cosas.
La fiebre ya me había bajado un poco, eché a Connor para que fuese a correr, ya que, no quería cortar su rutina. Le dije que no iba a morirme, así que podía ir tranquilamente a correr. Insistí y se marchó.
Pensé en el sueño y podía jurar que había sido tan real. Sentí, realmente, las manos de Evan. Tomé mi laptop, y decidí buscar, una vez más, a Evan. Sabía que estaba siendo casi imposible, pero las esperanzas son lo último que se pierde. Coloqué en Google: "Evan Rogers", sin embargo, el internet me llevó a cualquier lugar menos al que quería ir. Probé buscando en cada una de las redes sociales.
—¿Cómo puede ser que se haya esfumado de este mundo? —me pregunté a mí misma. Si Evan no aparecía en ninguna red social y Jace tampoco, entonces, ¿a quién tendría que buscar? Ni siquiera tenía el contacto de algún familiar, ¿cómo rayos podía contactarme?
Se me había ocurrido la mejor idea o la peor de todas, ya que, las posibilidades de encontrarlo era del 1 por ciento. Entré a mis redes sociales, unas de ellas: "X", a pesar de no ser conocida y tener una foto de perfil que nadie podía reconocerme, publiqué: "¿Hay alguna persona por aquí que viva en Chicago? Quisiera contactarme con alguien. Estoy buscando a una persona".
Esperé la respuestas unos minutos hasta que llegó. Una chica llamada, Izzy, me respondió que era de allí. No dudé en enviarle un mensaje al privado y preguntarle si conocía a Evan Rogers, pero ella dijo que no. Chicago era una ciudad con millones de habitantes, no sé qué pretendía sinceramente. Un chico se contactó conmigo, y me dijo: "Yo soy de Chicago, ¿qué necesitas?". Y ahí estaba yo diciéndole y contándole sobre Evan, una vez más se negó a conocerlo.