Recuerdos 10.0

La cama era mi mejor amiga.

Era tan desesperante esperar su mensaje a cada día, a cada hora y a cada minuto. Sin embargo no daba el primero paso por miedo a que, realmente, piense que no podía vivir sin él...

Aunque eso sea verdad.

Preferí tomar la distancia que él ponía siempre. Tal vez por respeto a invadir en dónde no me pertenencia. Pero, ¿cómo podría lograrlo? ¿Cómo podía lograr eso si, cada vez que volvía, lo hacía como si nada hubiese pasado y fingiendo estar de la mejor manera?

Y lo recuerdo con claridad...

Recuerdo las veces que te ibas y desaparecias como si eso haría desaparecer tu dolor. Y te entendí. Y te esperé en cada momento.

Simplemente para leer...

Evan: Volví.

Sí, volviste. Después de tres días. Los días que Evan se marchaba, normalmente era a un lugar más tranquilo que su ciudad. Era en esos momentos que el miedo se apoderaba de mi ser. Tal vez porque temía alguna mala noticia. La noticia de que ya no estés aquí. En este mundo tan grande donde, para mí, sólo existiamos tú y yo.

Quería decirle, quería gritarle, quería hasta dibujarle el dolo que sentía cada vez que se iba. Tres, cuatro, cinco o una semana dolían como si me estrellara desde un edificio hasta el suelo.

Pero sólo dije...

Jenna: Volviste...

Jenna: ¿Dónde estabas?

Evan: Me fui unos días al campo. Es muy tranquilo allí.

Sí, también sabía que estarías allí.

No podía juzgarlo.

Pero...

Lloraba. ¿Por qué yo era tan idiota?

¿Por qué me costaba entender que él necesitaba su espacio y necesitaba alejarse de todos?

También lo decidí. Decidí reprimir mis sentimientos. Porque sus sentimientos eran más importantes que los míos.

Jenna: Sí, las estrellas se pueden apreciar allí.

Quería preguntarle cómo estaba pero sabía que, últimamente, sus "bien" no eran sinceros luego de que su madre falleció.

Aunque... los míos eran mentirosos también.

Evan: ¿Cómo estás? ¿Has comido ya?

Evan: Te despertaste tarde, ¿cierto?

Y ahí estaba nuevamente.

¿Por qué haría que se preocupe por mí si él no puede ni consigo mismo?

Jenna: Estoy bien. Es difícil, a veces peleo con todos pero estoy bien.

Evan: ¿Desayunaste?

Jenna: No, desperté tarde.

Evan: ¿No habíamos acordado algo?

¿Si no?

Creo que habíamos acordado estar para el otro para siempre. Pero hay promesas que no se pueden cumplir.

¿Por qué lo mío debía cumplir y lo tuyo siempre pasaba de desapercibido, Evan?

Recuerdo odiarme tanto... Me odiaba porque sabía que a Evan le era difícil superar las cosas y yo... Yo sólo quería que se quede conmigo y que no se fuera cada vez que lo necesitaba.

Pero me lo guardé.

Jenna: Sí. Que iba a cuidarme.

Jenna: ¿Y tú? ¿Te cuidarás?

Evan: Sí.

Mentira. Sabía que no le importaba lo que le pasara.

Ojalá pudiera hacer que lo prometiera pero sería imposible.

Jenna: No me mientas.

Evan: Sé cuidarme solo, Jen...

Y así fue. Al otro día, volvía a desaparecer.

Y yo, al otro día, volvía a llorar.

Sólo aparecía para saber que yo estuviese bien. Sí, Evan, estaba bien porque tú volvías pero... ¿te has puesto a pensar si estaba bien cuando te ibas? ¿Cómo podría ser que tanto cuidado me hacía tanto mal?

Guardé, guardé y guardé.

No me di cuenta.

Que todo lo que había guardado durante todos estos años, saldría hoy a la luz.