A veces ella no estaba bien.
Era unas de las cosas que más nervioso me ponía, el hecho de estar lejos de ella.
Un verdadero y completo inútil me sentía por no poder hacer nada, pero nunca voy a negar que traté de hacer lo mejor. Que siempre pero siempre traté de cuidarla.
No sólo porque la amaba sino porque era unas las personas más importantes para mí.
Una noche, me envió un mensaje.
Jenna: Estoy en esos días que no puedo con todo.
Evan: ¿Qué pasó? Dime.
Jenna: No puedo dejar de pensar en lastimarme.
Evan: ¿Te puedo llamar?
Jenna: No, porque no puedo dejar de llorar.
Evan: ¿Sucedió algo?
Jenna: Hoy mis compañeros se rieron de mí delante de todos. No te quise contar porque no quería recordarlo pero llegó la noche y recordé todo. Me dolió demasiado.
Molestaban mucho a Jenna en la escuela. Y yo sabía de eso por Sophia. No puedo explicar el enojo que me daba. Si tan sólo estuviera... realmente golpearía a todos. Uno por uno.
Sabía que mi edad, mis condiciones y por mi familia; estaba siendo imposible. Aunque era desesperante. Sentado en mi cama mi pecho subía y bajaba del enojo.
Jenna: Estábamos todos en una ronda, y un chico que yo me parezco a Frankenstein.
Evan: Qué estúpido. Eso no es verdad.
Lo recordaba como si fuese ayer. Como Jace, también, entró a la habitación y me pidió prestado una sudadera, definitivamente no le respondí. Lo escuché pero no pude responderle. Él ya conocía mi expresión así que sólo tomó la sudadera despacio y se marchó corriendo.
Evan: Son todos unos estúpidos. No tienes por qué hacerles caso. Tienes permitido odiarles pero tú no tienes nada que ver. No te lastimes.
Seguramente estaba llorando demasiado. Ella era muy sensible. Jenna era muy insegura. Muy. Desde pequeña lo único que supe era todo el bullying que le habían hecho y, en ese momento, le hacían seguido. Cada ella soportaba menos y eso me volvía loco. Porque si ella se hiciera algo, no podría soportarlo.
Evan: ¿Dónde estás?
Evan: Jenna. Vuelve aquí. No hagas nada.
Evan: Me lo prometiste.
Jenna: Y lo intento.
Jenna: Lo intento demasiado, todos los días cada vez que me despierto lo estoy intentando, Evan. Pero no puedo. No puedo ir sabiendo que será otro día más que esos idiotas se burlarán de mí. Me da vergüenza, me da inseguridad y me siento mal. Me siento pésimo. Siento mucho odio. Los odio a todos.
Y yo la entendía.
Había personas que definitivamente no soportaba ni siquiera verlas y convivía con ellas.
Evan: Eres muy fuerte por intentarlo todos los días.
Evan: No pierdas tu tiempo lastimándote por esos idiotas, inútiles, basuras, estúpidos seres humanos que te hacen daño.
Evan: No eres para nada como ellos dicen.
Evan: Eres muy linda. No le hagas caso. Y no te lastimes, Jenna.
Recordaba no medir mis palabras. Aunque me costaba consolar a las personas, aunque me costaba expresarme, tal vez le enviaba cosas para hacerla sentir mejor. Y no quería fallar.
Y no fallaba.
Lograba tranquilizarla luego de unas horas. No podía evitar siempre que se lastime, a veces no estaba presente, y en su locura, Jenna golpeaba las paredes y luego se autolesionaba los brazos, las piernas, a la vez que rompía sus fotos de pequeña. Poco a poco dejó de hacerlo mientras hablábamos, ella dijo que era la única persona que podía calmarla.
Jenna: Gracias.
Jenna: No sé qué haría si no estuvieras conmigo.
No me pasaba siempre.
No me pasa siempre de que me importase tanto alguien.
Pero ella me importaba mucho.
Me importaba tanto que cuando me dejó ir también la entendí.
Supongo que sostener tanto dolor, no soportó. Y no la juzgué porque tampoco lo hizo.
Sin embargo, en aquél momento, la odié.
Y la odié demasiado.