Jenna: ¿Tienes que estudiar mucho?
Evan: Sí.
Evan: Pero no tengo ganas.
Jenna: Entiendo. No te presiones. De todas formas, eres muy inteligente.
Evan: Sólo quiero dormir.
Jenna: ¿Has comido?
Evan: No.
Jenna: ¿Piensas hacerlo?
Evan: No lo sé.
Jenna: Evan, tienes que comer.
Evan: No quiero levantarme de la cama. Me da pereza.
Jenna: Okay.
Jenna: Tampoco comeré.
Recuerdo que, cada vez que leía un mensaje similar a este terminaba levantándome sin fuerzas para poder ir a comer así sea lo mínimo.
Ni siquiera quería, muchas veces lo odiaba pero no podía permitir que algo le pasara a Jenna.
Luego de que Jenna y yo volviéramos a hablar ya nada era igual. Absolutamente nada. Por más que ella lo intente. Por más que yo lo intente, sin embargo, yo no podía dar más que esto.
Todo se volvió tan oscuro que Jenna, con su luz, no podía alumbrar nuestra relación. Me resigné porque tampoco lograba soportarlo.
Aquella vez que habíamos tomado esa distancia, ese momento quedó grabado tan fuerte en mí, que de vez en cuando, volvía a traerlo a nuestras conversaciones. Hoy, me doy cuenta, que nunca fue lo correcto. No pensé en ti, y a su vez pensaba que tú tampoco lo habías hecho cuando mamá murió. Ya que, unas de las personas más importantes, durante tres meses, se había esfumado.
La persona que me sacaba una sonrisa, ni siquiera envió un mensaje.
Lo siento Jenna, la tristeza sobrepasó todas las barreras.
Sé que, después de la muerte de mamá, nada fue igual. El amor que, tal vez, guardaba de ti se había convertido en tristeza. Me convertí en una mansión abandonada. Por más lujosa y grande que fuese, si ella estaba abandonada, ¿a quién rayos iba a recibir?
Ese amor que tenía por ti, ya no te servía. Y lo sabía.
Porque a mí me dolía no poder darte lo que realmente merecías.
Tal vez esperaste demasiado por algo que se tornó imposible.
No podía, de todas maneras, evitar hablarle a Jenna. No podía evitar no preocuparme por ella, a pesar de estar tan destruído, ya que, no podía perderla tampoco. No quería perderla. No lo pensé y no lo noté el daño que le hice al estar tan pendiente de ella, ignorando por completo cuánto me quería.
Me quedé a su lado hasta que ella soltó aquél hilo del globo que sostenía y lastimaba su mano. Me quedé el tiempo que ella me lo permitió. Me quedé, también, porque la amaba pero de la manera en la que lo mostraba no funcionaba.
Muy en el fondo, sabía que Jenna se merecía algo mejor que esto. ¿Por qué debería cargar con mi dolor también? No era justo.
Todo, durante mucho tiempo, fue complicado.
Comencé a desaparecer. A veces tres, a veces cuatro y a veces cinco días para alejarme de esta ciudad. Regresaba simplemente para saber...
Evan: Despierta. ¿Has comido?
Jenna: Sí. ¿Y tú?
Evan: Más o menos.
Jenna: No te olvides de comer bien.
Evan: ¿Cómo te ha ido en la escuela? ¿Alguien te molestó?
Jenna: No... Por ahora. ¿Y tú dónde estabas? ¿Otra vez allá?
Evan: Sí.
Luego, volvía a irme.
Pensé que sería suficiente sólo hablar y fingir que todos estaba bien pero me equivoqué.
Elegiste estar bien y te entendí.
Pero a la vez lo detesté.
No quería culparte por haberte ido. Quería que te quedarás aún soportando todo. Qué egoísta.
Y por eso, de alguna forma te dejé ir cuando me dejaste.