La ida a casa fue en silencio.
Miraba de reojo a Evan. Él estaba muy callado. Pensé que estaba enojado, sin embargo, cuando le hablaba me respondía como si nada hubiera pasado. Luego de pensar demás, llegué a la conclusión de que no estaba molesto conmigo precisamente sino con Connor.
Me pregunté estúpidamente por qué estaría enojado con Connor, pero la realidad era que conociendo a Evan, para él, había sido muy desconsiderado de parte de Connor; lo cual tenía toda la razón.
Cuando lo miré, una vez más, de reojo. Y volví mi mirada hacia la carretera, Evan exclamó:
—¡Cuidado!
Frené de golpe aunque no tan brusco. Volteé a mirar a Evan con expresión preocupada—. ¿Qué? ¿Qué sucede? —le pregunté.
Evan se bajó rápidamente, a lo que confundida lo seguí.
Cuando bajé un gato ya había escapado rápidamente para adentrarse hacia unas de las casas cerca de allí. Lo miré extrañada—. ¿Casi lo atropello?
—Sí —me dijo aún mirando hacia la dirección del gato—. Tenía dueño.
—¿Cómo lo sabes?
—Tenía un collar. Ese tipo de collar donde el dueño decide ponerle su nombre y algún contacto —me explicó—. Fue un descuido.
Lo quedé mirando. No porque no tuviera sentido lo que me decía sino porque Evan era un ser maravilloso. Así de simple. No había otra palabra para describirlo. Pensé que no estaba prestando atención pero la realidad era que, yo era la descuidada aquí. Me llevé un gran susto.
Me senté ligeramente en el capó del auto, respirando profundo. Aliviada de que no había chocado a ningún animal y a ninguna persona en sí. Evan me miró. Su expresión de preocupación se había ido.
—Calma —me dijo—. No has chocado a nadie.
—Sí, lo sé —le dije—. Me asusté por un momento.
Evan me acompañó a sentarme en el capó.
La noche estaba fría pero seguía siendo hermosa—. Lo diré de nuevo —dije, de repente—. Siento haberte llevado a un lugar que no conoces. En realidad, me siento cómoda con ellos pero cuando hay muchas personas me siento incómoda…
—Lo sé —asintió—. ¿Por qué te disculpas? No estaba enojado contigo. Sólo pienso que Connor es un verdadero idiota.
—Es una buena persona —dije—. Sólo fue impulsivo de su parte.
Evan giró a verme por un segundo—. Un idiota —respondió—. Para ser mayor que tú no parece ser lo suficientemente pensante.
Sí, definitivamente Evan no estaba muy contento con Connor. No le respondí, ya que, estaba muy molesto al parecer. Aunque, solté una risa ligeramente suave. Pensé que no iba a oírla pero lo hizo.
Volteó a verme—. ¿Qué es tan gracioso?
—No lo sé —dije—. Estás enojado.
Levantó sus cejas. Realmente estaba enojado. Evan enojado, sinceramente, prefería huir corriendo pero esta vez no pude evitar reír. Creo que se había enojado peor.
—Dijiste que no estabas enojado conmigo así que no puedes enojarte ahora.
—¿Quién dice?
—Yo digo —dije orgullosa de mí misma.
—Realmente no entiendo —dijo, dando media vuelta para volver a entrar al auto—. Cómo no puedes darte cuenta de las clases de personas que salen contigo. ¿Fue tu único novio?
Entré al auto a la par de él, volviéndolo a arrancar para ponernos en marcha hacia casa. Su pregunta me dejó un poco desconcertada. En realidad, mi primer novio había sido él, más allá de nuestro amor a distancia, lo consideraba así. Porque, en su momento, sólo esperábamos vernos como hoy en día lo hacíamos.
Respondí, luego de unos segundos, en un tono más bajo—: Después de ti, sí. —Evan volvió a verme—. Es decir, tú fuiste el primero —respondí con la mirada hacia el frente. —Él mirando hacia la ventana no respondió—. Connor es muy especial. Él es un gran amigo en realidad pero las cosas están mal interpretándose.
Luego de unos pocos minutos más, bajamos en casa. Al parecer, Amy y mamá estaban durmiendo. No era tan tarde pero, con este frío, solían dormir más temprano de lo normal.
Decidimos llevar chocolate caliente a la cama, preparé dos tazas grandes acompañados de croissant horneados. Como traje una bandeja sola, decidimos estar en mi cama por ahora para poder tomar lo más cómodos posibles.
En casa, había mucho silencio. Sólo nos oíamos nosotros dos.
—¿A qué hora te irás? —pregunté.
—Tengo que estar allí a las cuatro y media —respondió Evan, refiriéndose a la madrugada—. Tú quédate durmiendo. No sólo hace frío en la madrugada sino que empiezas a trabajar mañana en la mañana, ¿no?
Lo miré extrañada. Claro que no iba a quedarme durmiendo mientras él se iba después de todo lo que hizo por mí. En primer lugar, venir hasta aquí era demasiado. Recordaba lo mucho que Evan decía que su tiempo era muy valioso, y yo valoraba que él hubiera venido hasta Florida.
—¿Crees que me quedaría durmiendo luego de que tú hayas perdido el tiempo conmigo por muchos días?
—Sí, porque para mí no fue una pérdida de tiempo Jenna —respondió haciendo sobresaltar mi corazón. Carajo. No había dicho nada del otro mundo y ya estaba como idiota—. Prefiero que te quedes aquí.
—No lo haré —dije negando con la cabeza—. Te acompañaré. Además, quiero ver cuando te vas.
Estuvimos así unos minutos.
—De acuerdo, te morirás de frío.
—Al menos te despediré —dije como si hubiera ganado la pelea. Lo cual sabía, en el fondo, que no precisamente ganaba. En realidad, me auto convencía—. Y quiero hacerlo —hablé realmente en serio—. El hecho de que te vayas no es cualquier cosa.
Evan levantó su mirada, bajó su taza de chocolate—. ¿No te parece que me quedé demasiado tiempo? Tú mamá fue muy buena conmigo.
La realidad es que quería decir que no.
Pero, una vez más, me estaba sintiendo una cobarde por no decir nada. Evan, al parecer, estaba esperando una respuesta de mi parte.
—Sinceramente no —dije sin mirarlo a los ojos. Miraba atentamente hacia los dibujos en mi acolchado—. Fueron muchos años. Esto es muy poco para mí. Tal vez para ti fue demasiado —levanté la mirada. Sus ojos estaban puestos en mí—. Pero fue lo que siempre quise en realidad.