Estuve dos semanas con Evan.
Dos semanas que fueron increíbles.
Cuando llegué a Florida, no paré de hablar con Amy de todo lo que había pasado con él. Ella dijo:«Estás hecha una estúpida pero me alegro». Sí, bueno, era verdad. Lo cual no me parecía para nada extraño porque estaba oficialmente de novia con una persona, de la cual, no olvidé durante once años. En realidad, pensé que lo había olvidado, es decir, también me esforcé por hacerlo. Pero no pude y… al aparecer, nunca quise. ¿Cómo lo haces? ¿Cómo puedes olvidar a una persona tan maravillosa como Evan? Él era increíblemente bueno. Sabía y era muy consciente que estaba apostando todo por una persona que, muchas de las veces, no se encontraba a sí misma pero que, también, prometió no hacerme aún lado si eso pasara. Y si tan sólo fuéramos amigos entonces yo sería la persona aún más feliz de este universo.
Porque aún cómo amigos; él me seguiría importando como la primera vez en que le dije:«Hola». Porque sí, la primera vez que le había hablado; había sido yo. Y no me extraña, aunque quería tomarlo injustamente y me arrepiento por esa actitud. No me arrepiento de haber insistido otra vez. No me esperaba nada. No esperaba que termináramos de esta manera. Esperaba, lamentablemente, lo peor. Ese día que llegué a la cafetería con un globo, que partió hacia el cielo minutos después de comprarlo, sentía mucho miedo. Muchísimo miedo. Las palabras de Evan lastimaron tanto mi corazón que creí que había perdido a una persona muy importante. Y estaba dispuesta a seguir adelante, con el dolor en el alma, pero no tenía otra opción que seguir. Y no iba, para nada, a olvidarme de él. No lo hice durante cuatro años y no lo iba a hacer nunca. Cuando nos despedimos, tan triste a mí parecer, pensé…«Mierda se acabó. Se acabó. No hablaré más con él. Esta será la primera y última vez que lo veré. Voy a pasar toda mi vida extrañando a Evan y con el recuerdo de que algún día fue parte de mi vida». A las fuerzas, trataría de soportarlo. Ahora… me sentía extremadamente feliz de que no fuera así.
Yo, Jenna Bennet, me sentía feliz de tener a Evan en mi vida. Y por momentos también estaba asustada. Porque elegí no poner un freno a lo que siento por él. Si caía, lo haría con todas las fuerzas. O sentía todo por Evan o no sentía nada. Opté por sentirlo todo.
Volteé a ver a Amy cuando se sentó junto a mí. Estábamos en el patio trasero de casa sentadas en un banco que papá nos había regalado cuando éramos pequeñas.
—Creí que estabas llorando —dijo Amy—. Me asusté un poco. Pensé que habías terminado con Evan por un momento.
La miré confundida—. ¿Qué carajos dices?
—Puede pasar.
—Espero que no —dije—. Estoy jodida.
Ella se rió—. ¿Estás muy jodida, cierto?
—¿Muy? Estoy realmente jodida.
—Quisiera no ser tú.
—Quisiera que no seas yo en este momento —dije—. Aunque, en este momento, me gusta estar bien jodida por él.
—Estás aquí, debajo de esta noche estrellada, pensando en él y extrañandolo. ¿No te da vergüenza? Lo acabas de ver hace un mes.
—¿Ya hace un mes? Mierda. Pensé que había pasado un año.
—Exagerada. ¿Por qué no me sorprende que seas una exagerada?
—Cuando te enamores, estarás peor que yo.
—O sea… ¿estás enamorada?
—Claro que estoy enamorada. No movería un pelo por nadie.
Ella resopló—. Coincido. ¿Y lo amas?
Giré a mirarla, hice una pausa antes de responder—: Sí. A veces pienso que no tiene sentido cuánto lo amo.
—Hum. —Ella pensó, y preguntó—: ¿Se lo has dicho?
Negué con la cabeza—. Aún no.
—¿Por qué?
—Tú sabes como soy, Amy —dije—. Si fuera por mí, se lo hubiese dicho hace mucho tiempo. En realidad, nunca dejé de amarlo pero… lo abrumaré.
Ella enarcó las cejas—. ¿Eres estúpida?
—¿Sí…? Creo. No quiero que piense que estoy loca.
—Ya lo eres —dijo—. Estás loca por un chico que conoces hace once años. ¿Cómo puedes seguir enamorada desde los doce?
—Me pregunto lo mismo.
—Dile que lo amas.
—Es mi meta del año.
—Entonces, te quedan tres meses.
—¿Qué crees que diría si le dijera que lo amo?
Amy miró hacia el cielo. Se veía pensativa. Tardó en responder, eso me puso nerviosa.
—Viniendo de él… —se rascó la nuca.
—Me estás poniendo nerviosa.
—Estoy pensando. No me presiones. Es difícil descifrarlo —dijo ella—. Pero te diría que también te ama.
—No suenas muy segura.
—¿No le has preguntado a Eleanor?
—Ella diría que se lo diga sin importar la respuesta de él —respondí.
—Es imposible que no lo hiciera. ¿Crees que él haría todo lo que hizo por ti, hasta ahora, por alguien más?
—No, sinceramente.
—Entonces te jodiste bien —sonrió ella—. Cuando estés preparada, dile que lo amas.
—Suena fácil pero cuando estoy frente a él, pienso demasiadas cosas a la vez. Y elijo no hacerlo.
—No pienses. Sólo hazlo.
—A veces veo a Eleanor en ti —dije, y ella se echó a reír—. Ella me persigue aún no estando presente.
Sí, tal vez… sólo tal vez le diría antes de acabar el año. Sabía que no cambiaría mucho nuestra relación respecto a esa palabra pero le estaba confirmando algo muy importante. Porque había un abismo gigante entre amar y querer. Y yo no lo quería, yo lo amaba de verdad. Como siempre lo hice.
Y quería que lo sepa.
Octubre llegó acompañado de mi felicidad por saber que sólo faltaba un mes para mi cumpleaños. Y recordé, también, que se cumpliría un año del accidente y de todo lo que había pasado.
Todavía resuena en mi mente la cachetada de Eleanor. Después de ese día, nunca más volví a verla de esa manera. Creí, por un momento, que iba a tomar del cabello de Zoe y arrastrarla por todo el hospital. Si no fuera por Evan, no sé si la hubiese detenido. En realidad, sentía ganas de ayudarla. La última vez que vi a Evan, estaba acompañado de Zoe y pude ver, en su mirada, que no estaba muy feliz de verme allí. Más allá de dedicarle una sonrisa y ella también a mí —no muy sincera por cierto—, no creo que esté feliz. Tampoco quise preguntar a Evan como quedó todo. Aunque su respuesta sería la siguiente:«Somos amigos. Eso es todo». Prefería no preguntar. Luego de que Zoe haya dicho eso en el hospital, eso provocó que Evan le diera una última oportunidad a su amistad.