A través del hielo

❄️CAPÍTULO10❄️

❄️IVAN❄️

Desde mi auto esperé como un maldito acosador, se suponía que a esta hora debería estar en casa descansando para un juego de mañana. Pero me hallaba aquí con una compulsión no propia de mí. Con la certeza de que debía hablar con ella. Sobre todo después de verla en el restaurante como nuestra mesera y recibiendo comentarios malintencionados de unas personas que me juré no ver de nuevo en mi vida, al menos no porque yo lo propicié.

Porque si alguien se atrevía hablar así de mi hija en mi persona no habría hueso en su cuerpo que le quedara derecho. Nadie tenía tanto poder para hacer sentir a una persona como lo estaba viviendo la chica. Se veía el miedo en sus ojos y las ganas de huir de los tipos que estaban acosándola.

Odiaba ese tipo de hombres. Eran tan pocas cosas, creía que por tener dinero tenían toda la autoridad sobre las demás personas. Podían irse a la mierda. Nadie tenía tal potestad en la vida.

Así que me quedé ahí esperando verla, sé que me he comportado como un desgraciado ante ella. Siendo un asno, creyendo que ella quería vender contenido mío. Sin embargo, hasta yo tenía mi límite y este era uno que había traspasado. No quería que pensara que de alguna manera era como esos tipos.

Había pensando en contactarme con ella, pero mi hermana no me dio su número de teléfono sabiendo de que podía cagarla nuevamente, con todo motivo. Mason tampoco lo tenía y fue una cosa del cielo darme cuenta de que estaba aquí esta noche. Sin embargo, lo que debió salir como una disculpa, ni siquiera tuve tiempo de ello.

Por eso estaba aquí. Claramente.

Y fue como si la hubiese llamado, porque la vi arrastrar una bolsa más grande que ella hacia afuera del local. Estaba sacando la basura y era mi momento.

Bajé del auto y esperé, tal vez me llevaba la gran bolsa como corbata, por lo que medité cada uno de mis pasos antes de hacer una cagada. Se veía tan guapa, era innegable lo preciosa que era. Esa cabellera rizada llamaba la atención donde quiera que fuese y se aunaba los ojos dorados que cargaba, cualquiera quería ahogarse en ellos. Sin embargo, ella era todo lo que no debía mirar, sobre todo después de que hablara con ella para lo que tenía planeado.

Caminé, pero debí ser poco delicado, porque ella alzó su mirada y se enfocó en mí. Era como ver la mirada de un cervatillo asustado. Una que no me gustó para nada, porque eso podía significar que yo la había herido.

No lo hice de la misma forma que aquellos tipos, pero si la lastimé. Era un idiota, bien que me lo había dicho mi hermana una y otra vez, pero no quise hacer caso. Tantos golpes en la cabeza tuvieron que dejarme con algún déficit mental.

Me aclaré la garganta con nerviosismo. —¿Alana?

Mátenme, mátenme ahora y de un solo golpe. Era obvio que era ella y lo pregunté como si no la conociera, estaba peor de lo que creía. Yo no servía para nada.

—Señor Volkov, lo menos que quiero es problemas —dijo alejándose.

Señor Volkov, eso sonaba demasiado tenso y más como si estuvieras llamando a mi padre y no a mí. Tenía que remediar esto lo más pronto posible.

—Soy Ivan.

Soné como un maldito Backyardigan. Necesito ayuda.

Puso los ojos en blanco. —Sí, creo que me lo ha dicho tanto para recordarlo para siempre. Espero que no haya creído que vine esta noche aquí para venderle a las revistas que usted también cena como los demás mortales. Mis compradores no les interesa contenido tan básico.

Joder, ella era dura y estaba enojada. Muy, muy enojada.

—No creo eso.

Su boca se hizo un puchero dudoso y noté lo bonito que era. Pero me dije que debía concentrarme en las razones de encontrarme aquí.

—¿Sí? Perdóneme si soy escéptica.

—Solo necesito hablar contigo. Cinco minutos, por favor. —Nunca me había sentido tan nervioso a lahora de hablar con una mujer. Yo que fui el hombre más confianzudo con las féminas ahora parecía un niño nervioso. Me faltaba práctica en este punto. O tal vez nunca había conocido a alguien así como ella.

—Ya le dije, no quiero problemas. Mucho menos que me vean hablando con usted.

Ah bueno, lo que nunca creí oír. La gente le encantaba salir cerca de mí o abordarme. Pero aquí estaba delante de la mujer que no soportaba ni uno de mis huesos. Con justa razón, me lo había ganado a pulso. Sin embargo aún se me hacía raro.

—No habrá problemas. Te lo prometo.

—Usted no confía en mí, yo menos en usted —ouch, eso fue duro—. Debo volver al trabajo.

Decidí que debía actuar. —De eso quiero hablar contigo, de trabajo.

Se detuvo, pero no me miraba. Decidí acercarme, no tanto como para llevarme mis pelotas en la mano, pero sí para que me oyera.

—Quiero disculparme contigo por la forma en que me comporté en la entrevista de trabajo.

Pude ver lo tenso de sus hombros, ella no se iba a relajar conmigo. —Eso no puede contarse con eso cuando ni siquiera me dejó hablar.

—Soy una persona demasiado asustadiza con su hija. Claire es mi todo —confesé—. Mi hija es mi mundo entero, disculpame si piensas que es algo personal, pero he tenido cada chasco. La protegeré siempre y actué sin pensar.




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