A través del hielo

❄️CAPÍTULO 13❄️

❄️ALANA❄️

Me bajé en casa, emocionada y algo anonadada por todo lo que sucedió. Todavía se me hacía raro que yo estaría trabajando para un jugador famoso de hockey. Un jugador famoso, guapo y como papá es todo una bomba sexy.

Mis ovarios quisieron dar todos los óvulos para que sean sus hijos.

De verdad que ver un buen papá revoluciona el cuerpo de una. Pero tenía que recordarme que esto solo era laboral y que yo no podía tener ese tipo de pensamientos hacia mi nuevo jefe. Era de locos y yo estúpida no era.

Bueno, no tan estúpida. Todos vimos como me fue en mi relación fallida. Lo que no elevaba mucho mi Coeficiente intelectual en este punto.

Abrí la puerta y me quedé tras la misma tratando de entender lo que había sucedido el día de hoy. Si alguien me hubiese dicho que estaría trabajando para el hombre que me acusó de vender su contenido, me habría reído con ganas. Sin embargo, estaba aquí. Emocionada de trabajar para él. Pensando en que venía cosas maravillosas. Y que su hija con tan solo unas horas se ganó mi corazón.

Me preguntaba qué le había pasado a la madre de la niña, la cosa es que la curiosidad podía salir muy cara. Si él no lo contaba, no sería yo quien lo sacara. Así que moriría de la intriga.

Mi teléfono comenzó a sonar, el nombre de Kelly apareció en pantalla. Tan rápido como si la hubiera invocado.

Hola perra —me dijo apenas descolgué.

—Hola Kells

¿Cuéntame? ¿Se arrodilló lo suficiente?

Solté una carcajada ante sus cosas. —Se disculpó bastante. Y bueno, ya no me parece tan estúpido como antes.

Oh, oh —no me gustó ese tono.

—¿Qué signfica ese oh, oh? —inquirí.

Que no te parezca tan estúpido quiere decir que hay algo más de lo que no hemos hablado. Perra, te parece guapo.

Guapisimo, pero eso no era novedad, cualquier persona que lo viera sabía que él era como una especie de Dios griego reencarnadl. —Amiga, ¿has visto el rostro del tipo? Tiene campañas con esa cara.

Lana, no puedes tener un flechazo con él.

—¿Y quién te dijo que lo estoy teniendo?

Nadie, solo te advierto. Estos tipos son de los que te enamoran solo con existir. Y no quiero que te rompan el corazón.

Pero ¿cómo es que llegamos a este punto? —Kells, estamos exagerando, por Dios.

Tal vez, pero no está demás advertirte —se había vuelto más loca de lo que era—. Lo único bueno, es que ya sé quién me va a conseguir la entrada a los juegos.

—Por Dios, yo sabía que no tardarías.

Bueno, algo tenía que sacar de aquí. Dios es bondadoso de ciertas maneras inexplicables —solo pude poner los ojos en blanco—. ¿Cuándo inicias?

—Mañana me mudaré a su casa.

Eso fue rápido —demasiado, aún se me hacía raro pensar en que viviiría con una celebridad—. ¿Y la niña?

—Es la persona más dulce sobre la tierra. Y ama el patinaje, si la vieras seguramente caerías rendida de amor.

No lo dudo, los videos que siempre he visto de ellos han sido de lo más tiernos.

Seguimos hablando un rato y al menos se le quitó de la cabeza esa idea que tenía de que yo podría estar desarrollando sentimientos hacia un tipo que solo me veía como una empleada y yo lo veía como mi jefe. No había nada más en ello. Luego de acabar mi tiempo ahí, tomaría mis cosas y haría lo que debía hacer. Abrir mi restaurante. Tener un proyecto para salir adelante. Ya basta de ser llevada por el viento, necesitaba algo en donde poner mi energía.

Y quizás, conseguir el amor de mi vida. Por ahora, solo viviría el presente.

****

Guardé en mi maleta las últimas piezas de ropa. Mamá estaba sentada en la cama mirándome. —Se suponía que te tendría más tiempo aquí.

—Mamá, ni que me estuviera yendo del país. Estaré aquí mismo en Pensilvania. Y cuando Volkov no tenga entrenamiento, vendré a casa.

—Sí, pero estaba feliz de tenerte a una puerta de mí.

—Hija, por Dios. Vivirá con un macizo. Yo quisiera ese trabajo —mi abuela dijo el comentario más ella imposible y solo pude reír—. Deja de llorar por tonterías, yo con unos años menos habría dado un mordisco a ese bombón.

—Nadie le estará dando mordisco a nadie —dije cerrando la maleta.

—Quitas lo divertido al asunto —contestó enfurruñada.

Escuché el timbre sonar y me las quedé mirando. —¿Esperan a alguien?

—No, puede ser el amor tocando a mi puerta —comentó mamá y solo pude ir a abrir la puerta por ellas.

Me acerqué y abrí la misma, buscando que me mataran, pero estaba segura que era alguna de las vecinas que siempre venían. Cuando terminé me encontré cara a cara con esos ojos azules que robaban mi aliento dejándome desvalida.

¿Qué hacía Volkov aquí?

—Hola —dijo.




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