Bajo las escaleras con una vela en la mano. Con la otra mano me levanto el vestido, es demasiado bonito y especial como para arriesgarme a pisarlo y romperlo. Por mucho que me fascine lo precioso que es, estaba en lo correcto al no querer deshacerme de mis vaqueros y mis converse. Con este vestido me cuesta la vida moverme y me es prácticamente imposible huir o esconderme si viene a por mí. Espero que no ocurra, o que haya encontrado la forma de deshacerme del vestido antes de que me encuentre. Sigo corriendo, o intentándolo, por suerte, a pesar de no poder llevar mis converse, no me han hecho ponerme los taconazos de 15 centímetros como tenían pensado, por lo que si consigo encontrar algo para cambiarme por el vestido, podré huir aun sin mis zapatillas y sin hacer ruido.
Después de lo que parece toda una vida recorriendo los oscuros pasillos de esta maldita casa abandonada, consigo encontrar una habitación que contiene lo que parece ser un armario. Debe ser mi día de suerte porque dentro de este, hay decenas de pantalones, faldas, y camisetas. No me hace falta ser mi madre para darme cuenta que no hay forma de que consiga entrar en uno de esos vaqueros y que pueda correr así que me decido por una falda ni muy larga ni muy corta, pero con bastante volumen, no habrá riesgo de que se me suba o de que la pise ni de que sea tan apretada que no pueda ni andar. Empiezo a correr, intentando encontrar una puerta, una ventana, lo que sea por donde pueda huir, pero no tengo muchas esperanzas después de haber pasado por más de la mitad de este sin encontrar nada. Cuando me recuesto contra una pared para intentar recuperar el aliento, oigo unos pasos provenientes del pasillo a mi derecha. No tengo salida, no hay escondite, lo único que puedo hacer es esperar que sea quien sea pasará de largo sin percatarse de mi presencia. Pero no es así. Unos segundos después, lo veo, la gran figura que bloquea mi única salida de este pasillo...