A tu lado.

Capitulo 11.

CHARLOTTE


 

No puedo dejar de pensar porque después de ignorarme durante horas, de repente Mark ha decidido no solo dejar de hacerlo, sino incluso defenderme. No sé qué habría hecho si él no me hubiera salvado durante la comida. Posiblemente lo de siempre desde que papá no está. Dejar que mi madre me destruya poco a poco. Siempre lo ha hecho. Nunca he sido lo bastante buena para ella, lo bastante perfecta. No importa lo que yo haga, nunca es suficiente. No era suficiente ser capitana de animadoras en mi segundo año de instituto, miembro del club de arte y sacar las mejores notas. Nada de lo que yo he hecho alguna vez ha sido suficiente para ella. Aún recuerdo cuando les conté a mis padres que quería entrar en el club de arte y no en el de música o ciencias. Papá estaba feliz por mí. Quería que siguiera mis sueños sin importarme lo que nadie pensara. Mamá, por otro lado, vi una chispa de decepción en su rostro, fue un instante seguido por una mirada de ira dirigida a mí.


 

Llevo ya varios minutos esperando en el sofá a que Mark vuelva. He decidido coger un viejo proyector que compré en la tienda de antigüedades para que veamos un par de películas. Mientras espero, voy a mi vestidor a cambiarme. Al sorprenderme la propuesta de Mark de enseñarle como pinto un cuadro cuando estoy sola, no he podido ir a cambiarme de ropa así que este conjunto está bastante arruinado. Por suerte, solo me he manchado la ropa así que no tengo que preocuparme por tener el pelo azul. Cojo un simple short y un camiseta y me cambio lo más rápido posible. Cuando salgo de nuevo al salón, Mark está entrando por la puerta con una bandeja llena de comida.


 

-¿Ya es elegido que vamos a hacer?- me pregunta Mark mientras deja la bandeja en la mesita de cristal frente al sofá. Como respuesta, le señalo la pared de la biblioteca donde he colgado una sábana blanca y a la pequeña mesita que había junto al sillón que he movido al otro lado de la puerta, donde ya está colocado el proyector.


 

-Si quieres, podemos ver un par de películas.


 

Cerramos por completo las ventanas y las persianas para que la sala esté completamente oscura. Y tras decidirnos a ver primero una comedia y luego una de horror, nos sentamos en el sofá, con una manta para esconderme debajo cuando veamos la de miedo, nunca he podido ver una película de miedo sin esconderme bajo las mantas; y con la bandeja entre los dos.


 

Para cuando acaba la primera película, ya nos hemos terminado todo lo de la bandeja, lo que me preocupa. Eso significa que no puedo distraerme de la película comiendo uno de los deliciosos sándwiches. Mi miedo irracional a que lo que ocurre en la película me acurra a mí también, hace que en menos de 20 minutos me encuentre acurrucada contra Mark, escondiéndome en su cuello cada vez que algo ocurre en la película. No parece que le moleste, no como está mañana. Tiene su brazo alrededor de mí, reposando en mi cadera. Cada vez que me asusto y escondo mi cara en su cuello, puedo notar como se ríe. He echado de menos que se ría de mí. No es que me guste que la gente se ría de mí, pero hay algo en cuando lo hace él que me hace creer que no es que le parezca que soy idiota, sino que le hace gracia algo.


 

Por absurdo que suene, me ha gustado estar así con alguien. Es la primera vez en mucho tiempo. Para ser más exacta, me ha gustado estar así con él, por raro que sea. Me sentía bien estando junto a él. Protegida. A salvo. Cuando la película acaba, volvemos a abrir las ventanas, llenando la habitación de luz. No sabía lo tarde que era hasta que al subir las persianas, veo los últimos rayos del sol tiñendo el cielo de distintos tonos de rojo y naranja. Desde mi suite se puede ver gran parte del rancho, y he de admitir que nunca ha sido tan bonito como lo es cuando los rayos de un sol que se esconde lo iluminan. Recuerdo que papá y yo solíamos subir a lo alto de una colina con los caballos para ver el atardecer tanto como podíamos.


 

Cuando me doy la vuelta de nuevo, dando la espalda a la ventana, el sol ya ha desaparecido por completo. La habitación está iluminada solamente por la luz de la luna llena. Mark está de pie, frente a mí. Me mira de una manera que no alcanzo a comprender. No consigo entender a este chico. Dicen que nosotras somos complicadas, pero ellos no se quedan atrás. Durante la noche, me abraza y me acerca a él, por la mañana, me ignora por completo, y por la tarde…ni si quiera sé cómo llamar a lo que ha pasado por la tarde.


 

-Creo que me voy a tumbar un rato. Nos vemos en la cena.- le digo pidiéndole que se marche. Algo fugaz pasa por su mirada, parece decepción.


 

Cuando ya se ha marchado, vuelvo a colocar todo en su sitio y me voy a dar un baño relajante. Como casi siempre, me quedo en la bañera, pensando, hasta que el agua está tan fría que me hace temblar. Al salir, me miro en el espejo. Me miro de pies a cabeza. Buscando algo. Cuando mis ojos se posan en la marca en el espejo, sonrío. Es una pequeña marca de nacimiento que tengo en la cadera izquierda. Es una especie de corazón. Papá solía decir que los ángeles me habían marcado con un pequeño corazón porque mis padres me querían tanto que siempre sería un recordatorio de su amor. También decía que siempre debía recordar que lo más importante no es el dinero o las cosas materiales, si no el amor. Amor por uno mismo. Amor por los que te rodean. Amor por lo que haces.


 

Después de vestirme, me tumbo en mi cama, abrazando una foto de mi padre. No recuerdo haberme dormido, pero sé que lo he hecho cuando me encuentro montando un caballo blanco. Unos metros por delante, mi padre cabalga sobre su caballo, negro azabache, Noche. Papá se gira hacía mí, una versión de mí de 10 años. Papá y yo estamos yendo a la colina. Falta poco para el anochecer y debemos llegar antes de que el sol desaparezca. Es la tradición. Cuando los abuelos aún estaban vivos, íbamos los cuatro. Mamá nunca ha querido ir. Ahora solo somos nosotros dos. Aunque solo tengo 10 años, sé perfectamente que la mejor sensación es ir cabalgando con el viento dándote en la cara, haciendo que tu pelo dance en el viento, al ritmo de una melodía que solo puedes escuchar si prestas atención. Una melodía formada por el viento atravesando las hojas de los árboles, los pájaros piando, el río corriendo. Es una melodía preciosa, si sabes entenderla.



#45493 en Novela romántica
#4390 en Novela contemporánea

En el texto hay: amorjuvenil, , arte

Editado: 30.03.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.