Noemí seguía pensando en su hermana y en lo bien que lo estaría pasando de acampada con sus compañeros.
Minutos después el sonido del teléfono rompió la tranquilidad del hogar.
El timbre resonó como un eco ominoso en el salón.
El padre de ambas contestó la llamada, su expresión cambió rápidamente al escuchar las palabras del médico.
— ¿Qué sucede? —preguntó Noemí.
— Es el hospital... —dijo el padre, —dicen que tenemos que ir urgentemente.
Al llegar al hospital, todo parecía moverse rápidamente. Las enfermeras los guiaron a través de los pasillos fríos y estériles hasta llegar a donde el médico los esperaba.
El médico los recibió con una expresión seria.
— Lamento informarles que Ana ha fallecido —dijo el médico, sus palabras cortando el aire como un cuchillo afilado .
Noemí no podía procesar lo que escuchaba, en su mente, todo era una confusión.
Con una risa nerviosa, respondió:
— Es broma, ¿Verdad? ¡Ana siempre ha sido la reina de las sorpresas! ¿Dónde está mi hermana? Quiero verla, porque éso no es cierto —gritó Noemí, sus ojos llenos de incredulidad.
El médico intentó calmarla.
— Señorita...—comenzó a decir, pero ella lo interrumpió.
— ¡No! ¡No puede ser! —gritó Noemí nuevamente, su voz resonando en los pasillos. —Ella se fue de acampada con sus compañeros, me dijo que volvería.
— Su hermana había decidido optar por la eutanasia debido al sufrimiento prolongado y las complicaciones que enfrentaba —dijo el médico.
— ¡No! ¡No es cierto! Mi hermana estaba bien —gritó Noemí entre sollozos
El médico miraba con tristeza mientras Noemí se negaba a aceptar la realidad.
La angustia y el dolor se manifestaban en cada palabra que salía de su boca.
— Ana no quería que nadie supiera de su enfermedad terminal —continuó el médico. — Ella quería protegerlos de ése dolor...pensó que sería más fácil para ustedes.
— No puedo creerlo —exclamó Noemí mientras lloraba. ¡Ella siempre fue fuerte!
Su padre se acercó a ella y la abrazó con fuerza, intentando contener su propio llanto, mientras sus corazones se rompían al unísono.
Noemí lo miró a los ojos llenos de lágrimas y rabia, sintiendo una mezcla de dolor y confusión.
Se liberó del abrazo y miró hacia el pasillo oscuro.
— Quiero verla —dijo Noemí con determinación.