Capitulo II

Hace dos noches tuve un raro pensamiento que me hizo perder el sueño. Un recuerdo que hace mucho yacía muerto en mis recuerdos esa noche recobró vida, así como el ave Fénix que muere y vuelve a la vida desde sus propias cenizas, un rayo de luz que intentaría vencer a la basta oscuridad.

Cuando tenía veinte y un años fui a la India, me tomé unos “meses sabáticos” después de mi segundo año de medicina, no podía con tanta presión, me sentía vacía, así que decidí emprender este viaje, tanta sabiduría en un solo lugar transformó mi vida, me ayudó a encontrarme a mí misma y a valorar todo a mi alrededor, en fin, la gente hablaba en ese entonces sobre un niño llamado Anjali, un niño que decían era enviado de los dioses portando unas manos milagrosas que podían curar cualquier dolencia y enfermedad, bastaba con que él coloque sus manos sobre los enfermos para que su energía potente y pura llene de bienestar los cuerpos débiles de la gente que acudía en su ayuda.

No podía entender como todo esto había estado atascado en mi cabeza por tanto tiempo, recuerdo claramente haber pensado que era un invento, un simple rumor. Pero ahora es diferente, después de tantos años de tratamiento y diagnósticos severos, la palabra esperanza cobraba sentido, tal vez era lo último que podíamos hacer por Mateo.

Llevo largas noches meditando sobre esto, he buscado en Internet algo al respecto, sin embargo lo único que he hallado es el significado de su particular nombre, Anjali - ángel, mensajero. ¿Cómo sabría a dónde ir? ¿Cómo sabría que buscar?

¿Existe? Me cuestiono todo el tiempo, pueda que sí responde esa inquietante voz en mi cabeza. Pensé en decírselo a mis padres, debía ser cuanto antes porque los días pasan y los días se hacen semanas y mi hermano cada vez es menos fuerte. Soy consciente de que dejaré mis estudios de lado, analizo las opciones, solo tengo dos, quedarme aquí y ver morir a mi hermano o ir en busca de un vago recuerdo que podría o no cambiar lo que estábamos viviendo. Estoy segura de que podré culminar el semestre cuando regrese, pienso, él estará vivo y podrá estar presente en mi graduación de médico, sonrío, amo imaginarlo vivo, talvez he enloquecido, suena un poco tonto, sin fundamentos, sin evidencia, sin nada, solo es un recuerdo de algo que escuché hace tiempo, ¿por qué tener fe? Los doctores han hecho todo por él, son buenos maestros y amigos, todo este tiempo lo han mantenido vivo y ha resistido superando las expectativas de todos incluso de nosotros, veo sus desalentadores resultados y entonces comprendo que encontrar al niño de las manos milagrosas es la única esperanza que tengo.

Ya se lo he dicho a mis padres, hoy me acompañaron a retirar mis papeles de la universidad, no pierden la fe así que no me negaron hacerlo. Lo que más me atormenta es que tendré que dejarlo, tengo miedo, mi padre tendrá que ser fuerte y cuidarlo, deberá forzarse a recordar que no hay suficiente tiempo. Mamá consiguió los tickets para el viaje tan rápido como cuando sopla el viento, partiré en la mañana.

Esta noche me he despedido de Mateo, mientras me abrazaba fuertemente hemos disfrutado de un espectáculo de juegos pirotécnicos.

            -No me abandones- susurró con lágrimas en los ojos.

Acaricié su rostro e insistí que el día en que regrese el dolor que siente no se apoderará otra vez de su cuerpo. Lo he dejado dormido, ha llegado el día, es el momento, mi madre suplica que me cuide, me repite que no quiere perderme, mi padre jura mantenerse en pie por Mateo, por todos.

El avión está a punto de despegar, mi corazón se acelera porque pronto dejará de tocar el suelo y este acto de amor se convertirá en mi mayor travesía. El cielo me recuerda a Mateo y a sus incansables ganas de vivir. En ocasiones dar el primer paso es lo más difícil pues muchas veces eso significa abandonar lo que conocemos, pero una vez dado el primer paso lo que viene después dejará de ser un misterio.