Acaba con nosotros

Capítulo 8

KEMUEL

 

Tras acercarme a pagar los honorarios por el tratamiento médico de Abby, decido realizar algunos llamados respecto de querer conocer los detalles del caso. Le envié antes un mensaje con la situación a Imanol, uno de mis mejores amigos quien esta noche trabaja cubriendo la guardia nocturna del servicio secreto en el sector de oficinas para que, mediante sus contactos, consiga llegar a la comisaría policial con el despacho pertinente que ha recibido el caso del bebé al que intentaron secuestrar antes y solo terminó en tragedia. Él asumió rápidamente la información y ahora, mientras me sirvo café de una máquina expendedora, me contesta para darme esa información:

—Ya reconocieron a la mujer, en efecto es una persona indigente que provenía desde las afueras de Texas y no se puede precisar muy bien por qué estaba en Virginia, pero probablemente haya llegado hasta acá para hacer uso de los servicios médicos necesarios para poder dar alumbramiento.

—¿Y si estaba huyendo de algo?—le pregunto—. ¿Por qué se iría tan lejos en busca de un hospital para tener a su bebé? Además, vaya uno a saber qué tan avanzado estaba el embarazo y cómo hizo para andar tantos kilómetros.

—Eso sí que es un asunto que la policía deberá resolver en este tiempo. La chica era joven, probablemente tenía problemas de otro tipo en los que andaba metida o huyendo de su familia o de algún novio.

—¿Y por qué querrían llevarse a su bebé? ¿Redes de trata de personas operando en plena ciudad de Virginia a solo unas cuadras del mismísimo Pentágono con todas las Fuerzas custodiando las veinticuatro horas?

—Eso sí que es un misterio, pero no me corresponde a mí resolverlo. Amigo, te oyes enojado, ¿el tema te afectó de cerca?

—Quiero resolverlo, esa mujer murió…en mis manos, con su bebé totalmente desamparado. Sí, lo he tomado personal.

—Ese es el problema mayor, sospecho.

—Quiero resolver esto de una vez por todas. Por favor, averigua quién quería llevarse al niño y si los encontraron.

—Sï, encontraron el coche abandonado en un callejón con algunas pertenencias dentro. Era un auto robado.

—Carajo. Lo robaron antes de ir por la mujer y su hijo.

—Exacto.

—¿Edad de la madre?

—Dieciocho.

—¡¿Qué?!

De hecho, creí que era mucho mayor. No le daba más edad. Es decir que tenía diecisiete cuando quedó embarazada y vaya uno a saber si no tuvo otros embarazos anteriores, ¿qué rayos ha sucedido?

—¿Dieciocho años, indigente y con un bebé? ¿Hermanos, padres?—intento indagar como lo haría con un caso mío.

—No. Nadie. Absolutamente a nadie. Están intentando rastrear hermanas que tiene, pero la investigación extensiva no da cuenta de que puedan dar con un domicilio en concreto más aún sabiendo del estado de la chica. Probablemente hayan muerto.

—¿Qué rayos? Dios, qué vida del asco le esperaba a ese pobre niño. Y lamento mucho la vida lamentable que tuvo la chica, cielos.

Me tiene muy estresado todo esto, saber de ese cruel contexto se me hace arrollador, más aún siendo consciente de que otra criatura depende de mí ahora y que no pienso abandonarle sin más, teniendo en cuenta también que podrían volver a buscarle.

Eso sí que no me lo perdonaría jamás.

—No tengo más información que proveerte, pero están tratado de descifrar si podría esto ser la punta del ovillo que permita desarticular alguna red de trata de personas que esté operando. Y si me pides mi opinión, veo muy probable que la chica haya estado escapando de esas personas que la buscaban.

—Y la encontraron.

—Así es—confirma.

—Rayos. Tengo que advertir a Abby.

—¿Abby?

—Luego te explico.

—¿Estás saliendo con alguna chica y no me contaste? Vaya, qué mal, te juro que creí que éramos amigos—se mofa al otro lado de la línea.

—Ya déjalo, Imanol. No estoy para bromas. Iré a ver al bebé, necesito saber ahora más que nunca que se encuentra a salvo.

—Ve. Te mantengo al tanto.

Le cuelgo y subo con mi café, el cual me lo termino justo en el instante que llego al pasillo y veo a una mujer con atuendo de oficinista de pie delante de Abby quien sostiene un paquete de snacks en manos, uno de los últimos que le saqué de las máquinas y lo está disfrutando, pero el gesto de ambas no parece traer sino más que angustia.

—¿Sucede algo? ¿Cömo está el bebé?—les pregunto a ambas.

—Buenos días, agente Ben Amir. ¿Tendrá un momento para que podamos conversar los tres? Mi nombre es Judith Delgado y soy la trabajadora social a cargo del caso de la criatura que usted, heroicamente, ha salvado.

—Dígame cómo está.

—Su estado de salud es regular, con cuidados podrá salir adelante, pero necesito que hablemos de algo antes de permitirles el acceso a la sala.

—Tiene que ser una broma, debo verlo urgente, no entiende…

—Entiendo que primero debemos conversar con usted y con la señorita. ¿Pasamos a mi despacho un momento, por favor?

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.