Acaba con nosotros

Capítulo 9

ABBY

 

Mi corazón se exacerba en cuanto entramos al cuartito donde aguarda el bebé. Es tan pequeño que apenas lo único que hace es sentarse, lo lleva sostenido una enfermera en brazos quien espera por nosotros. Él está sentado en su regazo.

En cuanto lo veo, corro hasta él y pido cargarlo. Él también parece reconocerme ya que me observa con cierta extrañeza.

Solo está en pañales.

—Mi vida—murmuro en cuanto lo recibo para apapacharlo nuevamente contra mi pecho, como cuando le intenté salvar en aquella ocasión.

A mi lado está Kemuel quien acaricia el pelito naciente con tonalidades rojizas que va formando el pequeño. Ahora, a la luz de la sala noto su piel muy blanca, pero mugrienta. Sus ojos que tienen tonos como la avellana y el tono de su pelo.

Su madre no era pelirroja, qué extraño. Probablemente lo era el padre, o lo es el padre, que si ha permitido que suceda lo que le sucedió, espero que jamás en la vida se le ocurra aparecer para reclamarlo.

—Se lo ve bien—dice Kemuel.

La enfermera es quien avanza y advierte:

—Está bien, un poco bajo en peso, pero se encuentra dentro de todas sus condiciones, de manera normal. Necesita cuidados especiales ricos en hierro además de un cuidado extra para sus dientes. 

—La doctora que le ha revisado podrá darles un informe más completo—añade la trabajadora social, para luego avanzar hasta la camilla y nos observa—. ¿Les gustaría bañarlo?

—¿Al…bebé?—pregunto, asombrada.

—Exacto.

Miro a Kemuel, con cierta tensión y suspiro profundo.

—¿Tú qué dices?

—Necesita un baño, es cierto. Sí. Yo lo hago.

—Yo también—añado.

La enfermera nos conduce hasta un fuentón al cual llena con agua caliente y trae elementos para higienizar a la criatura.

Kemuel asume a su cargo el ayudarle a entrar, le hace bromas y le habla de manera graciosa lo cual hace que el niño pase de las ganas de llorar a algunas risitas.

—¿Ya ves? No hace nada el agua, campeón. Mira, hasta el champú te hace burbujitas. —Le hace un montón de burbujas y le sopla.

El pequeño ríe.

La enfermera y la trabajadora social también se divierten con la escena mientras no consigo salir del asombro por lo que hicimos.

Le salvamos la vida.

Salvamos la vida de esta criatura hermosa.

—Hacen una pareja hermosa—dice la trabajadora social que se acerca a mi lado mientras le lavo la cabecita al niño mientras Kemuel lo sostiene.

—¡¿Qué?!—saltamos ambos al mismo tiempo.

—No, no, no—me explico—. Él no es mi…pareja.

—¿Ah, no?—contesta la mujer—. Caray, qué pena, cuánto lo siento. ¿De verdad que no lo son? Se veían tan bien juntos.

—Pues no. Nada de eso—me explico.

—Bueno, entonces… ¿Qué podríamos hacer?—pregunta la enfermera.

—No sería la primera pareja que finge una relación para salvar la vida de una criatura, incluso suelen cerrarse otros acuerdos para relaciones arregladas—explica la trabajadora social, pero realmente no le estoy siguiendo.

Kemuel parece haber captado mejor que yo la situación, por lo que me delega sostener al niño y se vuelve a ellas.

Su voz es bastante segura:

—¿Están sugiriendo que el bebé deba…irse con nosotros?

Les escucho a mis espaldas ya que no quiero perder de vista el cuidado del bebé quien ahora parece muy divertido con el agua a su alrededor.

—No tiene otro lugar dónde ir—explica la trabajadora social—. Será mejor que pueda estar en buenas manos ya conocidas a que pase a los servicios sociales.

—Pero no hay pareja entre ella y yo, no somos… Un momento, ¿están sugiriendo que finjamos una relación para que nos cedan el cuidado del bebé? 

—Es una guarda transitoria. Al menos con quien pueda pasar la noche y mañana siguen los trámites para saber sobre su familia.

—Hoy, querrá decir. En dos horas o menos entro ya a trabajar. Me encantaría cuidar del niño, pero mis horarios laborales lo impiden.

—¿Y ella cómo viene con sus cosas? Cariño, ¿qué dices?

Ay, no.

Me han hablado a mí.

El pecho me martillea con todas las fuerzas, no sé si estoy lista para lo que están hablando, no sé tampoco si yo sea la persona indicada.

No es un plan que esté de los pelos, ¡pero puede ser una auténtica locura!

Saco fuerzas de donde no las tengo para atrever a confesarles:

—Yo no tengo empleo. Me quedé hoy sin empleo. Fue…terrible. Lo siento, me encantaría poder encargarme del bebé, pero no tengo con qué.

—Bueno, el agente Ben Amir tiene un cargo alto muy bien remunerado y usted tiene el tiempo, sumado a que el niño parece ya haberles elegido. El plan que les propongo no está fuera de lugar después de todo, es para salvarle la vida, no sabemos quiénes sean las personas que le intentaron hacer daño, pero podrían regresar. Ya le salvaron la vida una vez y se aliaron para conseguirlo. ¿No creen que podrían hacerlo otra vez?

 




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