KEMUEL
Ellas nos dejan a solas con el niño para que podamos hablar. Mi móvil ya me está alertando respecto de las novedades para el día de hoy y no he pegado un ojo en toda la noche sin haber conseguido nada de descanso. No será la primera vez que paso de largo por asuntos laborales de una jornada a la siguiente sin tener el mínimo reparo en descansar al menos un poco. Quizá una siesta de quince minutos me venga en gracia antes de salir.
No suelo tomar decisiones en mi vida estando agotado, pero sí suelo hacerlo en asuntos laborales donde uno ya está entrenado a trabajar bajo presiones y riesgos.
Abby se sienta a un lado de la camilla con el bebé al medio entre los dos y yo del otro lado, pero me levanto y me acerco a los legajos donde aparece la información del niño en su estado de salud sin poder creer lo que figura en el membrete superior.
—Sin identificar datos personales. Por todos los cielos, ¿cómo es posible que jamás se le haya tramitado una mínima documentación al menos?—digo, totalmente frustrado.
—Hay que darle un nombre—dice Abby, con el pequeño en brazos luego de haberle dado un baño, haberle puesto pañales, ropa nueva cedida por el hospital y tras el biberón con el que lo alimentaron las enfermeras.
—¿Crees que nos corresponde a nosotros esa responsabilidad?
—No dejaré que lo tengamos como a un perrito que se está por entregar en adopción. Aún a los perritos se les da un nombre, al menos transitorio.
—No podemos llamarle Firulais.
Abby suelta una risita, pero intenta no obstruir el sueño del pequeño. Dejo los papeles sobre el escritorio y me siento junto a ella, acariciando el cabello del bebé mientras poco a poco va quedando bajo los efectos del mundo onírico. Ha llorado muchísimo y ha pasado por un intenso estado de tensión sin contar las inclemencias por las que ya ha transitado en su vida con anterioridad, es una bendición inmensa que ahora pueda descansar en brazos de una persona que es capaz de querer de él, pero que no puede cuidarlo. A menos que sea con su ayuda.
—Para definir el nombre, primero debemos asegurarnos nosotros de quién se quedará con el niño—me dice ella.
Así que me acerco a los dos y le dejo en claro mi posición:
—Juré que me haría cargo de que este niño esté bien. Su madre murió en mi cara y el niño sobrevivió, pero no puedo hacerme cargo yo solo de él, Abby.
—Yo menos, ¿con qué podría hacer que el chico subsista? Ahora solo debo concentrarme en encontrar un empleo y en seguir adelante con mi vida. Ni siquiera tengo cómo comprar un boleto de regreso a México en caso de que no tenga suerte acá.
—¿Te regresarías?
—No lo sé, no lo creo. Realmente me juré que triunfaría. Que lo intentaría y triunfaría acá, no lo dejaré sin más.
—¿En qué piensas triunfar?
—Soy bailarina. Quisiera entrar en alguna academia y formalizar oportunidades aquí.
—¿Qué bailas, Abby?
—Contemporáneo. Hice años de danza clásica, pero en el contemporáneo me encontré a mí misma y también versatilidad con el espectro laboral de la danza.
—Hay muy buena oferta de espectáculos y mucho público para lo que quieres desempeñar acá en los Estados Unidos. Debiera irte fenomenal.
—Es muy difícil. El talento, en muchos casos, va de la mano de la suerte y de los contactos, que muchas veces hacen que la suerte haga su efecto finalmente.
—Es lo que mueve al mundo. Los contactos son mejores incluso que el dinero: el contacto correcto puede hacerte generar incluso más.
—¿Tú lo crees? Puede ser. Yo… Solo no sé qué hacer con mi vida. Mi plan inicial era Nueva York, pero encontré empleo en una cafetería de Virginia que es del tío de una vieja amiga y me vine directo, pero hoy me echó. No sirvo para eso.
—Es difícil trabajar todos los días en algo que no es tu talento ni tu pasión.
—Ufff, ni que lo digas. Yo me hubiera echado desde mucho antes inclusive.
Suelta una risita que se oye en consonancia con la mía y me hace sentir muy bien, agradecido de la oportunidad de que estemos cerca el uno del otro.
Hasta que lo digo.
Lo estuve pensando, estuve calibrando de qué manera proponerle a ella, le di mil vueltas hasta que finalmente termino optando por proponerle con toda la formalidad necesaria hacerle este planteo a Abby:
—Trabaja para mí, Abby. Ayúdame con el bebé, no puedo dejarle solo, pero tampoco puedo hacerlo por mi cuenta. Prometo ayudarte en tu carrera como bailarina, aunque no tenga que ver en absoluto con mi desempeño, pero lo conseguiré.
—¿Q…qué…?
—Eres la opción perfecta, este bebé te necesita. Te pagaré muy bien, lo prometo. Será dia a día para que tengas cómo abastecer tus necesidades y te ofrezco también una habitación en mi casa donde puedas vivir y estar al pendiente de él las veinticuatro horas del día. Cada que me sea factible, me haré cargo yo también del niño así tu puedes descansar.
—Pero…eso…es igual a comportarme como si fuese la madre del bebé… Je.
—Es exactamente lo que te estoy pidiendo, Abby. No deseo que seas una simple niñera, quiero que cuides de él y lo ames con el corazón, el tiempo que sea que se quede conmigo en casa. Deseo que seas la madre de este bebé, durante el lapso que sea necesario. No le abandonaré y, si aceptas, jamás te desampararé a ti tampoco y prometo ser de fiel ayuda para ti en todos y cada uno de tus objetivos, Abby.