Acaba con nosotros

Capítulo 13

ABBY

 

Una vez que despierto, caigo en la cuenta de que me he quedado dormida con el bebé en mis brazos, lo cual me hace sentir super irresponsable ya que podría haber rodado por la cama hasta caerse, o bien, que suceda eso que muestran a veces en las noticias, que los niños mueren por asfixia o por aplastamiento, lo cual me llena de horror.

Por suerte, solamente descansa muy tranquilo, no le he despertado y tanto su pulso como si respiración llevan una cadencia a la perfección.

Al levantarme, le coloco almohadas alrededor de la cama hasta bien tengamos un carrito con los elementos de seguridad que corresponden.

Ahora, un poco más tranquila, me remuevo camino a mis quehaceres y opto por hacerme el desayuno, pese a que es un poco tarde. ¿Las once? Caray, esto ya va más bien para un brunch o directo el almuerzo.

Para sentirme un poco más libre, me quito el sistén, pero conservo la camiseta. ¡Estando en la cocina! Porque estoy sola, ¿verdad? O eso pensaba. Porque hay cámaras de seguridad en la casa, santo cielo.

¿Y si él tiene acceso a las cámaras de la cocina y me ha visto hacer lo hice? Por todos los santos, cómo se supone que podré mirarle a la cara a Kemuel luego de esto, pensará que ando de exhibicionista, solo deseo que no piense que lo hice a propósito. Creo que en la habitación no había cámaras y espero que en los baños tampoco.

Resignada, me preparo unos huevos revueltos, un café que me implica no usar la cafetera sino el filtro, café y agua caliente y comienzo a evaluar si en mi trabajo que tenía hasta ayer tendría que haber aprendido a usar la cafetera.

Lo dudo, con mi torpeza para esas labores, podría haberme perjudicado con algo tan caro en caso de estropearla, ya la cubeta de la fregona fue demasiado.

Listos los huevos revueltos, los coloco en panes con mantequilla y, acompañando esto con el café y con mi móvil en la mano, procedo a dejar que algunos nutrientes puedan llenar mi estómago de tal manera que en mucho tiempo no lo hacía, es decir, el tener un desayuno completo como este que tengo ahora.

Entro a mi perfil de LinkedIn y postulo a algunas opciones laborales remotas con la idea de que este trabajo cuidando al bebé puede que se termine en una hora o dos días o años en caso que aparezca una familia que desee adoptar al bebé.

Aún me resulta extraño llamarle “bebé”; necesita un nombre cuanto antes. Probablemente lo tenía, pero al no estar asentado en documentaciones pertinentes, es casi imposible saber quién es en realidad esta criatura.

Mientras sigo con las postulaciones laborales, me sigo preguntando acerca de qué rayos le pasa a la gente que hace que, además de enviar la postulación del currículum vitae por la plataforma, compartirles esa misma información que una tiene en el perfil, te pidan llenar nuevamente los requisitos en el listado de alguna plataforma aparte a la que también hay que registrarse con el único objeto de recibir correo spam. Los engaños están en todas partes.

Hablando de engaños, hay algunos empleos a los que postulo sin tener mucha idea de qué van exactamente. Mis conocimientos están vinculados a la danza, mi formación actual es solo destreza que me implica no haber podido ir a una academia o similar desde que llegué a esta ciudad, espero que pronto eso pueda compensarse, pero me pregunto cómo será si tengo ahora un niño a cargo las veinticuatro horas.

¿Tendré que repartirme a su tiempo la carga horaria junto a otra niñera o institutriz que tome a cargo la formación y los cuidados de la criatura?

Espero que no porque sería un auténtico peligro que lo haga mejor que yo y me pueda dejar sin el casual empleo que acabo de conseguir nada menos que en el día de ayer. U hoy por la madrugada, para ser exacta.

El bebé comienza a llorar y me exaspero. ¿Estará bien? ¿Se pudo haber caído de la cama? ¿Estuve demasiado tiempo comiendo acá abajo? ¿Es posible que Kemuel me pueda meter presa si por un descuido mío, algo le sucede al chico? Pues, tiene todas las estrellas para conseguirlo si lo llegase a creer necesario.

Al dirigirme a la habitación, veo que está despierto sobre la cama, aunque llorando. No se ha caído ni le ha pasado nada malo, todo está bajo control.

—¿Qué pasa, mi angelito hermoso? ¿Qué sucede?—pregunto mientras intento asirlo en mis brazos para mecerlo con cariño.

Capto así que se ha hecho encima.

—Uffff. Alguien necesita un cambiado urgente.

Una vez que ha cesado un poco su llanto, lo dejo nuevamente sobre la cama y caigo en la cuenta de algo fundamental.

¡Pañales!

Que se nos hayan olvidado los pañales del bebé demuestra nada más nuestra falta de experiencia en lo que implican los cuidados del niño y cero antecedentes en la vida de ser padres o ser la niñera.

Comienzo a revisar cajones, en busca de alguna prenda o algo que pueda servir como reemplazo para darle un baño y ponerle algo que haga las veces de pañales hasta que él venga y poder pedirle que compre, no obstante, no lo pido de manera online ya que no tengo tarjeta con margen o validez para usarla en esta ciudad, menos aún efectivo y no le sacaría dinero a Kemuel, no faltaré a su confianza.

Sigo buscando entre los cajones hasta que doy con una camiseta que está rota, evidentemente vieja.

Al verla, me quedo absorta.

No es una camiseta.

Es más bien un pijama de mujer, bastante amplio.

No puedo evitar que la situación me genere disgusto, pero la cosa se pone aún peor cuando caigo en la cuenta de que al desarmar el pijama este, se ha caído una fotografía revelada, como esas modernas polaroids con revelación inmediata.

Cielos…

Me agacho para tomarla y la veo, tomándome por sorpresa.

Parece tener un año o dos.

En ella se observa Kemuel junto a otra chica, ambos se ven muy felices juntos, lo cual enciende todas mis alarmas y provoca que sea capaz de escuchar mi propio corazón partirse en pedazos. ¿En serio? ¿Tenía que ser él? ¡Caray lo detesto! ¿Debería odiarle, está bien eso?




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