KEMUEL
Tarda un poco en contestar al móvil, lo cual me genera un poco de preocupación al comienzo, pero me vuelve el alma al cuerpo en cuanto escucho su voz.
—¿Ho…hola?
—Abby. Por todos los cielos, ¿qué estabas haciendo?
—¿Kemuel?
—Y quién más crees que puede ser, por todos los cielos.
Intento contener mi estado de exasperación, pero cada segundo que ha pasado ha sido caótico para mí, no me agrada tener esta clase de sentimientos.
Claro, si no hubiese una amenaza de muerte pugnando constantemente con reaparecer, todo sería diferente y más sencillo para poder tolerar ante lo que nos está sucediendo.
—Lo siento, no sabía si atender, no sabía que este es tu número—me dice con la voz quebrada, como si hubiese hecho algo mal.
—¿Vas a llorar?
—Pues…me estás retando…
—¿Y? No es un reto.
—Eres mi jefe. Así que sí, me estás retando y lo acepto. Prometo… Prometo mejorar.
—Cielos, Abby. Solo dime si estás bien. ¿Cómo ha estado el bebé?
—Bien, todo en orden. ¿Tú estás bien?
—Ha sido un día agitado. Quería saber si aguantas una hora más a que pueda hacer un poco de ejercicio en el gimnasio de mi trabajo o no.
—¿Tienes gimnasio en tu trabajo? Waooo.
—Trabajo para fuerzas de seguridad, sostener el estado físico es condición necesaria para todo lo que hago.
—Claro, claro. Oye, ¿te di mi número de móvil?
—No. No lo sé. Lo conseguí y ya.
—Claro, ventajas de tu trabajo también.
—Algo así. ¿Qué quieres de cenar?
—Ejem, descuida, puedo cocinar algo. Tienes la nevera llena y la alacena explota de cosas, de hecho, algunos paquetes de fideos y legumbres estaban ya vencidos. ¿Los guardas por algún motivo en particular?
—Claro, para cuando quiera que germinen lombrices.
—Ja. Hummm, ¿lo puedo tirar?
—Por favor. Están ahí con la esperanza de que algún día podré comer comida casera, pero el delivery tienen con una estrella preferencial en el GPS mi localización.
—Eso explica todo, je. Y dime…¿vienes tu solo a cenar?
Bajo el móvil y miro a Imanol quien acaba de guardar todas sus cosas en el casillero. Le miro y pienso la opción de invitarlo a cenar esta noche a casa, aunque me genera temor que le guste Abby. ¿Temor? No, no lo sé.
Solo no quiero que se desenfoque del cuidado del niño.
—¿Cuál es el menú?—le pregunto a ella en el móvil.
—Hay una carne muy buena congelada. Está bien.
—Sí, la compré ayer. La iba a hacer pero apareció un bebé en mi camino.
—Cierto. Puedo encargarme de ello. Hay verduras y condimentos, ¿verdad?
—Todo en la nevera y la alacena.
—Entonces solo ven. Compra mostaza, no encontré.
—Hecho. Aguarda…
Bajo el móvil y le pregunto a Imanol.
—¿Quieres ir a cenar a casa?
Se encoge de hombros y me vuelvo al móvil.
—Sí, Abby. Seremos tres comensales. Iré en compañía esta noche.
—¡Oh! Lo sabía—. Escucho la manera en que traga saliva al otro lado, completamente nerviosa. ¿Qué le sucede?
—¿Perdona?
—Nada, nada, espero ser tan buena como ella cocinando.
—¿Ella? ¿De qué hablas?
—¿No vienes con…con tu novia?
¿Y a esta qué le picó? ¿De qué novia me está hablando?
—Imanol. Es mi mejor amigo, no es mi novia ni tampoco soy gay—me veo en el compromiso de tener que aclararle.
Imanol me escucha y suelta una carcajada.
Le doy con una toalla que tengo cerca.
—¡Oh! Ya. Lo siento. Está bien, no tienes que justificar nada. Tranquilo. Solo quería saber cuántas personas seríamos para medir la cantidad de comida.
—Ajá, está bien. Hora y media estamos allá. Quizá nos demoremos unos minutos, pero no más de eso. ¿Está bien?
—Hecho.
Y cuelgo.
Debo tolerar las burlas y las risas de mi amigo mientras no paro de pensar en que, en realidad, ella lo que ha hecho ha sido querer averiguar si tengo novia o no. Pero estaba muy segura de que yo podría estar en pareja. ¿Por qué tanto interés, eh?