Acaba con nosotros

Capítulo 17

ABBY

 

Estoy consternada por lo que acaba de suceder. Básicamente siento que me han tratado como mendiga, como la fulana de alguien y como una tipa que se entrega al mejor amigo de mi jefe así como si nada, todo junto en una misma situación. Caray, no quiero esto para mí, pero es imposible seguir en tales condiciones si no me deja en claro qué es lo que quiere conmigo. Además, me ha besado. ¿Con qué cara se atreve a hacerlo y a mentirle al niño con la idea de que nos comportemos como si fuésemos los padres de él cuando no lo somos?

—Tranquilo, bebé. Estará todo bien—le digo, al notar que está haciendo pucheros. Lo dejo en el suelo y le entrego su platito sucio para que juegue ya que le gusta jugar ensuciándose. Lo coloco en el suelo de la cocina, en el cuasi corralito que le improvisé y levanto las cosas de la mesa con el alma en los pies.

Ya con todo en la encimera, limpio la mesa y escucho sus pasos apareciendo desde la habitación de arriba.

Ahí viene.

¿Acaso piensa seguirme retando? ¿Es que planea demostrarme que soy una inútil sin más remedio? Porque ya vengo acostumbrada a eso, primero en mi trabajo anterior lo pude corroborar y ahora me toca comprobarlo con mi empleo actual.

¿Qué más hace falta para ser consciente de la clase de persona que soy y que estoy condenada a que todo me salga mal?

—S…señor—digo, tragando grueso ante el nudo que tengo en mi garganta.

Viste un pantalón pijama y tiene el torso desnudo. Se incorpora a los pies de la escalera y descubro que tiene pasta de dientes en el mentón.

Está listo para que lo limpie.

Perdón, quise decir que debería subir y limpiarse bien, pero debiera decirle acaso. Pues, no lo creo, me ha generado el temor de que cualquier cosa que diga o haga para él será motivo de retarme, o probablemente sea por mis miedos a perder nuevamente este empleo.

—No me llames “señor”.

Caray, una palabra y está mal.

—Lo…lo siento.

—Solo dime por mi nombre. Soy Kemuel y tu eres Abby. No subas a dormir conmigo esta noche, no todavía… Lamento haberte besado. Estuvo mal.

Pues, a mí me gustó.

Y me dejó aún más confundida.

—No hay problema—murmuro.

—Será bueno que el bebé pueda dormir contigo en el cuarto de abajo hasta bien poder hacerme de una cuna con cámaras y todos los elementos de seguridad que se necesitan. Mañana saldré de compras.

—Comprendo.

—Y vendrán conmigo los dos.

—¿S…seguro?

—Tengo un día de franco mañana así que lo tomaré para que me acompañes a hacer eso, al igual que los elementos que se necesitan como pañales.

—¿Los compró?

—Debieran abrir las veinticuatro horas las pañaleras.

—Lo siento, tendría que haberme dado cuenta más temprano. Tomé unas telas rotas para improvisarle algo por mientras.

—Lo noté.

En su sonrisa se marca una ligera sonrisa que me llega con forma de dulzura al alma. Debiera sonreír más seguido.

—Muchas gracias, señor. Digo, Kemuel. Muchas gracias. Pero no será necesario, puede decirle a su novia que se la quede.

Parpadea, asombrado.

—¿”Novia”?

—Sí. ¿No es de ella?

—¿De dónde sacas eso, Abby y por qué te preocupa tanto si estoy o no estoy en pareja?

—Pues, si pretendes que la gente piense que somos pareja, no quisiera interferir en la relación que tienes realmente.

—¿De dónde sacas eso?

—Yo…

Rayos, no quiero que piense que soy una entrometida.

—La foto se cayó sola.

—¿Eh?

—Cuando estaba buscando una tela para hacerle el pañal al bebé.

—Carajo. Ginny.

—Ginevra…

—¿La conoces?

—No, no. Escuché también que Imanol la mencionó hace un momento.

Suspira.

Y luego me explica:

—Olvídate de ella. No puedes mencionarla en esta casa nuevamente, ¿okay?

Vaya, eso indica que no terminaron en buenos términos.

—Comprendido.

—Que tengas buenas noches, Abby.

Se voltea y sube unos escalones nuevamente.

El bebé gatea hasta la sala y lo tomo en brazos.

—Buenas noches, bebé.

—Bebé Sin Nombre. Es cruel que no tenga un nombre…

—Imanol me sugirió nombres, pero no me gustaron. Pensaremos en uno.

—Está bien.

Y sigue.

—¡Kemuel!

Se vuelve a mí desde arriba, ya en el pasillo.

—¿Sí?

Ambos le miramos desde abajo.

—El… el beso…—me siento tímida, pero debo reconocerlo pronto a menos que piense que hay algo malo entre los dos a raíz de eso—. No estuvo mal. Para nada.

Se marca una media sonrisa en su rostro.

—Que descanses, Abby.

Y desaparece en su cuarto, dejándome con un cosquilleo atroz en el estómago.

Rayos, ¿qué significa esto? ¿Qué me está sucediendo con Kemuel?

 




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