Academia de Asesinos Volumen 1

Capítulo I: Amanecer de una aventura

Antares, un enorme continente separado por cinco zonas con sus costumbres, poblaciones, recursos y academias para la formación de los llamados “asesinos”, ordenes establecidas hace milenios con la intención de luchar y eliminar a su contraparte más numerosa, los mercenarios.

El día está nublado en el Oeste del continente, como el resto de la semana donde las lluvias se hacen esperar, así como la necesidad de que se produzca un milagro para las largas semanas de sequía en los campos. Esta parte del continente se caracteriza por los campos prósperos y enormes producciones de materia prima, así como también las grandes construcciones que rivaliza con las del Sur, tierra de ríos y ciudades hidráulicas con canales e importante comunidad extranjera, venida de otras zonas de Antares.

Las calles desiertas por los anuncios en el periódico por inminentes lluvias torrenciales, son prueba de una sociedad realmente conectada entre sí para evitar catástrofes, así como las de menor orden. Ningún alma se ve a la vista, excepto un niño, con ropa rasgadas, delgado producto de días sin comer, golpeado por la discriminación en la sociedad para con los huérfanos y aquellos desdichados sin nadie en la vida y mirada triste, con enormes ojeras y torpeza bastante anormal a pesar de su edad.

En este mundo, las personas favorecidas reciben habilidades especiales con las que hacen la diferencia, su voluntad y se destacan de entre una sociedad ya de por si desigual aun en la más noble intención de la gente por cambiar las cosas.

El niño, de apariencia maltrecha, se abalanza sobre una enorme pila de basura que yace en el puerto. En mal estado, mezclada o podrida, él no desprecia con tal de poder alimentarse y saciar la angustia que hace días que carga.

Su momento de gozo y éxtasis se ve interrumpida por un grupo de chicos al menos un año más grande que él y que durante semanas lo golpean, acosan, desprecian y humillan. Ellos se hacen llamar los Reyes de los Callejones. Un grupo de brabucones que disfrutan de su posición como rufianes numerosos.

Poco puede hacer contra ellos, quienes en un instante se le abalanzan y empiezan a golpear salvajemente, lo escupen y arrastran hacia lo profundo de un callejón para continuar con el disfrute constante del daño hacia él. Aquellos abusivos poseen habilidades y su entusiasmo agresivo por ir e inscribirse a la Academia de Asesinos en el territorio los enceguece al punto de causar daño irreparable a cualquier persona o animal que se le cruza, creyendo que la impunidad viene de la mano con el estatus de Asesino. Sin embargo, los corruptos pensamientos de esos chicos son tan intensos que hasta habían pensado en cruzar el Océano para llegar a Ophiros, territorio de los Mercenarios y unírseles.

De cualquier manera, su ego es demasiado enorme y fácilmente podrían convertirse en terribles y corruptos Asesinos, pues la decisión que tomen será debido a ellos y nadie más que ellos.

Entre las risas desalmadas del grupo y el llanto del niño, lo peor se asoma en la figura del líder:

 

—Eso te pasa por no ser más que una cucaracha frente a nuestro zapato — le dice cara a cara — Bueno, es hora ¿Qué quieres que te rompamos en el día de hoy? Tu escoges — le pregunta, chocando sus puños y una sonrisa que no es precisamente de alguien amable se dibuja en el rostro.

—Yo…no me siento…muy bien… — dice, muy asustado entre temblores.

—¡Jajaja, eres muy débil! ¡creo que hoy serán tus dedos! — dice muy emocionado — Levántelo, vamos — ordena a sus amigos, quienes comparten la misma actitud inhumana.

—¡No, por favor! — implora como puede el chico.

 

Dos de los chicos lo levantan a la fuerza mientras que el líder prepara su puño derecho y de un latigazo en el rostro, le rompe la nariz para desorbitarlo y así evitar que pueda resistirse.

Ya con su vista borrosa y a punto de desmayarse, el abusivo niño toma la mano y empieza a doblarle los dedos. Con una macabra sonrisa, logra romperle el dedo índice. Sin embargo, el chico no llora y, es más, el dedo se acomoda cuando cierra la mano y obliga a los demás a ubicarse con normalidad. Acto seguido, el sádico líder del grupo intenta asestar un nuevo golpe al rostro, pero el solitario chico lo esquiva una, dos, tres hasta cuatro veces como si fuera algo natural, como si de verdad supiera a qué lado y en qué momento llegaría el impacto.

Indignado le recrimina al chico:

 

—Esto no tiene ningún sentido ¿Qué demonios es lo que haces? ¡Estas esquivando nuestros ataques! ¡¿acaso estas buscando que de verdad te mate?! ¡No eres nada comparado a nosotros! ¡Debiste haber recibido mis golpes, maldito huérfano inmundo!” — dice enfurecido mientras sus compañeros lo intentan calmar para que no cometa alguna locura.

—E-Esto no puede estar pasando. Su habilidad se ha manifestado — deja escapar preocupado.

—¿Qué? Eso es imposible — dice el atormentador.

 

Mientras que los abusivos se encuentran confundidos por la situación, el chico aprovecha el momento y corre hacia la calle para escapar del acoso tan brutal que sufre por parte de tan violentas personas.

 

***PARTE II***




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