Academia de Asesinos Volumen 1

Capítulo IV: La primera clase

Al día siguiente, Kaizer despierta muy temprano y desayuna comida preparada por el panadero que a pesar de haberlo criado más como un empleado que como si fuera su propio hijo, se emociona de verlo partir y cerrando la estrecha relación con el chico, sella con un abrazo la despedida y un consejo que por siempre ha de resonar en el corazón de él:

 

—Eres fuerte chico y a pesar de que el mundo sea oscuro y violento, tu luz interna resplandecerá en la penumbra del abismo. Ve y se el asesino más fuerte que jamás ha existido. A pesar de no ser tu familiar de sangre velaré por ti siempre.

 

Las palabras sobran y el gesto de hombre orgulloso hace que el chico se aleje caminando. Mientras que el panadero cierra la puerta de la casa y rompe en llanto, sintiendo como su polluelo por fin abre las alas luego de un breve tiempo pero que jamás olvidaran ambos.

En su caminata rumbo a la Academia, se encuentra con aquel callejón donde sufría tantos abusos, violencia y ataque a su condición de huérfano y sin habilidad. Cosa que tiempo después manifiesta con orgullo y mostrando ser fuerte. Se detiene un momento y siente como su cuerpo recuerda los golpes recibidos, entrando en pánico y con sensaciones de temor. Quizás el futuro no sea tan malo y le depare algo mejor. Algo más grande que sufrir golpes en un lugar oscuro, frio y recóndito.

Infla su pecho y continua su camino como un orgulloso estudiante de la Academia del Oeste.

Mientras se acerca a la entrada del lugar, repleta de guardias asesinos que protegen el frente y patrullan, la silueta de la ciudad se aleja en un camino sin retorno para bien. Al llegar, un hombre calvo y cicatriz que atraviesa su cabeza y llega hasta debajo de la barbilla, muchos quedan petrificados e intimidados solo para que el hombre les sonríe con una amabilidad tan dulce que los chicos sienten alivio y las chicas se enternecen. Ese hombre que ha cruzado los cuarenta años se llama Slaider, un asesino que se dedica a cuidar la puerta. Su poder no es para menos e inclusive Doncaster le guarda respeto al ser alguien de la misma generación, pero Slaider se recibió en la Academia del Norte, mostrando la fuerte dureza que caracteriza los fríos de aquel lugar.

El hombre los recibe uno a uno, entregándoles tarjetas de identificación con sus datos, nombre y apellido, edad y curso. Uno a uno los estudiantes de primer año son llamados por el hombre y este les entrega la tarjeta para que puedan seguir su camino hacia el edificio.

Slaider llama a Kaizer para entregar su tarjeta. El chico lo mira fijamente y por unos largos segundos se mantienen sin moverse hasta que el hombre empieza a reír:

 

—¡Eres interesante chico! ¿eres de primer año verdad? — pregunta mientras le entrega la tarjeta — Me llamo Slaider y soy lo que podría llamarse como el portero— se presenta con cierta gracia.

—Yo soy K-Kaizer y aprobé el examen de admisión — responde Kaizer, tímidamente.

—Si, eso parece sino ¿Por qué estarías aquí? Jajaja. — dice Slaider de manera irónica mientras palmea la espalda del chico para calmarle los nervios— Tranquilo chico, ten tu tarjeta. Que tengas mucha suerte.

—M-Muchas gracias — dice Kaizer y asienta con la cabeza. Pero se mantiene inmóvil.

—Chico ¿Qué esperas? Entra ya o llegarás tarde— lo empuja levemente.

 

Ansioso por la cálida bienvenida, cruza la puerta rumbo al salón donde se reúnen sus compañeros de curso. En el camino escucha una voz familiar lo cual llena de alivio al saber de qué se trata de Lucian, su primer amigo.

Lucian es recibido por un grato choque de puño:

 

—¡Oye, novato de oro! ¡que escándalo el del otro día! — dice Lucian con una sonrisa.

—¡Jajaja, cállate! — le responde Kaizer con gran alegría — ¿Cómo estás? — le pregunta.

—Muy bien. Demasiado nervioso pero feliz de haber logrado mi primer meta. ¿Y tú? ¿estas bien? Estuviste increíble la otra vez — dice Lucian con sorpresa por lo sucedido cuando Kaizer se enfrentó a Alexander.

—Si, jejeje. — sonríe nervioso el chico mientras los estudiantes que pasan por al lado lo miran y murmuran con admiración por la gran hazaña que había logrado — No me creí capaz de hacer esas cosas. Solo me moví al ver que esa injusticia estaba ocurriendo, pero también sentí mucho miedo. Cuando volví a casa cae de rodillas y comencé a llorar. Creo que fue muy tonto ¿ver…dad? — se queda mirando a una chica de cabello plateado y elegante caminar que se lleva las miradas de muchos chicos. Su cuerpo se nota frágil como una pieza de porcelana pero que a la vez se nota que es una chica con una gran fuerza de voluntad en su alma.

—Todos tuvimos miedo incluso los profesores, pero por suerte llegó el director a poner orden y… — se percata de que Kaizer no lo está escuchando. Entonces se interpone entre la mirada de su amigo y la chica que acaba de pasar — ¿a quién miras?

—No, no, nada. Tienes razón, pero es el camino que elegimos. Se que podremos lograr grandes cosas. — recuerda las palabras del panadero — Mientras creamos que podremos conseguir lo que nos propongamos — dice Kaizer con orgullo.

—Cielos, sí que sabes cómo alentar a las personas. Aunque fuera cliché — bromea Lucian.




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