Academia de Asesinos Volumen 1

Capítulo XVII: Se busca

En los pantanos cercanos a los límites que separan al centro del sur de Antares, Alexander recorre con calma y un objetivo concreto. Una misión otorgada por alguien con peso dentro de la orden mercenaria. Alguien a quien no puede contradecir. Mientras que la ilusión de ser necesitado por los lideres de la orden crece en su corazón como una llama incesante.

El joven mercenario recorre la vegetación y las aguas peligrosas con alimañas que navegan por esas espesas zonas. Flores marchitas, otras que desparraman toxinas venenosas, animales peligrosos como serpientes acuáticas, tarántulas, cocodrilos y hasta felinos que viven en ese lugar. Ni los troncos caídos, ni animales impiden que pase por las lagunas llenas de vida. Se abre paso muy decididamente.

A pesar de su creciente molestia para con la orden mercenaria, debido a que siente como si lo abandonasen y cuando requieren de él es llamado, obedece sin cuestionarlos, algo que indudablemente pasa a menudo entre mercenarios. Lo que vale entre ellos, o al menos se atestigua entre los rangos más bajos que dependen aquellos voceros de los altos mandos, es la capacidad, el talento y utilidad que ofrezcan.

Lentamente la niebla hace imposible de ver hasta maso menos cinco metros a su alrededor, y esto empeora al ser de noche, por lo que no es más que dificultoso encontrar un lugar para dormir sin tener que recorrer largas distancia a ciegas:

 

—Puta madre, lo que faltaba. Tengo que ocultarme y esperar al amanecer o seré blanco fácil para cualquier enemigo. — se preocupa por ser atacado por humanos, ignorando a cualquier otro ser vivo que no tuviera un arma en su cintura— ¿Huh? — siente otra presencia, diferente a la de un animal— Así que hay alguien siguiendo mis pasos. — piensa con calma, buscando con sus ojos algún lugar propicio para el descanso hasta que la niebla cese su intensidad.

 

Alexander no solo es un mercenario despiadado con cualquiera, sino que como un joven talentoso es alguien que cuenta con gran inteligencia y poder de análisis en los detalles, así como también una memoria fotográfica digna de elogio. Como recurso para la orden es demasiado preciado pero debido a su actitud tan agresiva es una de las razones de que fuera apartado de los eventos oficiales.

Entre el sueño y el hedor tan fuerte que emanan algunas plantas, Alexander siente como sus sentidos se duermen y solo puede depender de los oídos. Con el fuerte olor, la niebla opacando su visión, los oídos son la única fuente de prevención para evitar a los enemigos.

El joven mercenario sabe, además, que junto a este una presencia ha sabido seguirlo sin siquiera poder ser detectado por lo que lo preocupa ante una posible emboscada enemiga. El agua del pequeño lago donde aún persiste bajo sus pies se torna gélido como las aguas del norte en Antares, adormeciendo las extremidades del mercenario.

De un pequeño salto se aleja del agua y cae sobre unos arbustos y troncos partidos. Mientras se levanta y quita de encima rastros de hoja e insectos mira entre la densidad de la niebla una figura que se acerca:

 

—¿Sabes? Te rompería el cuello con solo saber dónde te ocultas. —amenaza Alexander sin un ápice de empatía.

—¿Matarías a un mero emisario de la orden que te acogió? Sí que los rumores sobre ti no exageran. —responde entre los arbustos. Tras pronunciarse ante el joven mercenario sale de entre la vegetación—Te darás cuenta del porque estoy aquí.

—¿De nuevo? ¿Podrá ser...otra misión?

—Te acercaste, pero no. Más bien es un cambio con respecto a la misión que se te ha concedido.

 

El misterioso hombre, diferente del anterior emisario esta vez con una máscara sin rostro y solo ojos negros penetrantes, busca entre sus largos ropajes humedecidos por la niebla y el ambiente, un aparato envuelto en tela que aísla de todo lugar con agua. Se lo entrega a Alexander:

 

—¿Cambio? ¿Qué cambio? — Alexander observa el aparato que parece ser un comunicador nuevo diferente al que ya le fue entregado hace tiempo para la misma misión. Se sienta sobre un gran tronco a la espera de explicaciones.

—El tren prisión que saldrá en el Este, ha cambiado su día y horario. Parece que se percataron de nuestro trabajo de espionaje.

—Supongo que esperaré más vigilancia y un tren más difícil de atacar. Sobre el día y horario ¿para cuándo fue adelantado?

—El tren iba a partir cerca de principio del año próximo. Ahora decidieron que fuera para fines. No es un gran cambio si lo piensas.

—Pero tiene un motivo claro. No solo es porque estamos espiando la zona sino porque durante esos meses se estará preparando los eventos que tendrán lugar en el Sur. Pero mí duda es ¿Por qué?

—Originalmente el tren estaba destinado para ir a la gran prisión del Norte, pero tal parece que el conflicto con las caravanas y los ronin no hicieron más que volver insegura la ruta hacia las montañas. La mejor opción son las prisiones del Sur.

 

Alexander le retira la mirada al emisario nada más para pensar sobre los múltiples problemas que suceden en el continente. Digna circunstancia para lograr fácilmente el cometido de la orden:




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