Academia de Asesinos Volumen 1

Capítulo XXIV: Cuatro frentes parte 2

Cerca de la Academia del Oeste, en ese momento, Olympico y Lucy siguen las pistas del grupo de Fiesmeros que se estaban movilizando el otro día, sospechando que su próximo movimiento no solo sería secuestrar a los nobles jóvenes sino dar caza a posible s asesinos potenciales. Misteriosamente la orden no proviene de los nobles sino de alguien con más poder, desconocido para cualquier incluso para los del culto, habidos en tratar con ese tipo de clientes y excelentes en el mercado negro.

Olympico se pregunta si aquellos miembros del grupo que están deambulando por el Oeste han de significar algo para él y si son los mismo con los que disfrutaba de conversaciones mundanas cuando no eran azotados y obligados a entrenar para perfeccionar el arte de las máscaras. Se siente culpable de alguna manera por haber traído su pasado a Antares, aunque no es cierto lo que piensa o sus sentimientos tan agobiantes sobre esa situación.

Los recuerdos dolorosos y pesados que desea olvidar sirven también como indicativo de que ese origen lo llevo a vivir feliz en Antares y su intención de proteger lo obtenido con la paz y la lucha en los lugares más oscuros y miserables del territorio Oeste.

Lucy se le queda mirando con expresión curiosa como si fuera una niña al ver a su amigo de muchísimos años con la mirada perdida, pero esbozando una sonrisa sincera que sin saberlo lleva a ella a brindar:

 

—¿En qué piensas? Hace mucho tiempo no te veo sonreír así.

—No pienso en nada.

—Vamos, te conozco. ¿En quién piensas?

—Pareces una niña. Comportarte ¿Quieres?

—Cielo, relájate. Puedo decirte en quien pienso mucho. —sonríe Lucy.

—Esta misión es importante. —responde sin intención de seguir el juego en el momento crucial—Aunque se en quien piensas. —bromea.

 

La mujer se sonroja y vuelve su mirada hacia el frente:

 

—¿D-Desde cuánto lo sabes? —pregunta ella.

—Siempre lo supe. Me extraña que aún no se lo dijeras. Somos adultos sabes, no podemos evitar ser frontales en estas cosas. —continua.

—No es algo con lo que me sienta cómoda. Desearía decirle, pero las ocupaciones, las misiones y los asuntos de la Academia, tenemos obligaciones. —dice Lucy con pesimismo.

—Lo sé, pero sigo creyendo que es mejor que lo hablen como adultos. —insiste Olympico.

—Tonto. —le responde Lucy.

 

En ese momento sienten movimientos extraños desde las sombras en los alcantarillados y desde la altura del edificio en el centro de la ciudad observan que los Fiesmeros ya están patrullando en silencio.

Entre esos espectros de energía que alcanza a sentir, Olympico detecta uno muy familiar, proveniente de alguien muy involucrado en su anterior vida como Fiesmero. La curiosidad sella la mala decisión de saltar desde varios metros y caer en el suelo junto a un callejón donde el grupo lo espera:

 

—Si que son rápidos. —dice Lucy al caer casi al mismo tiempo con Olympico.

—Sentía una particular presencia entre los edificios y veo que mí sospecha no estaba equivocada. —un hombre Fiesmero de casi sesenta años se acerca hasta pararse frente al grupo y mira fijamente a Olympico—Creciste y debo admitir que te volviste demasiado grande. Eso me alegra bastante ¿No, número 065?

—¡Tsk! —se enfurece Olympico con solo por eso.

—¿De qué está hablando? ¿Qué significan esos números? —Lucy no entiende de que habla y le pregunta a Olympico pero este solo queda petrificado ante esa persona—¿Olympico?

—¿Olympico? ¡Jajaja! No me digas que ese es tu nuevo nombre. Vaya mí niño, sí que te has extraviado. Descuida, vamos a enseñarte por qué vas a fracasar aquí y como lo hiciste en tu verdadero hogar.

—¡Deja de burlarte, ustedes son los bestias que se dedican a lo peor!

—Tu cierra la boca maldita perra necia.

 

El hombre ejerce tal presión que Lucy se siente aterrada de estar cerca de ellos. No por debilidad propia sino porque la habilidad extra de la máscara se concentra en lo potencialmente en reprimir cierta cantidad de poder en el caso del Fiesmero, la mitad de este.

Olympico se para frente a ella para que la fuerte presión deje de impactarla:

 

—¿Huh? —mira la gran espalda armada de su amigo entre lo que puede por los mareos.

—Apártate Lucy. Esa máscara suprime mucho de su poder y no es broma cuando digo que está al nivel de Hiroshi. —advierte Olympico en tono severo.

—Tenemos que escapar e informarle a Doncaster. —dice Lucy.

—Deja que me encargue. No hay manera de que Doncaster pueda ayudarnos si los guiamos a la academia. Es muy arriesgado. —responde Olympico, inseguro de que pueda lograrlo, pero aun así saca su mazo para enfrentarlos. —mira al hombre y apunta su arma contra ellos— No te temo, Sheffard.

—¿Crees ser capaz de vencerme? Niño, esa es una presunción demasiado osada. —dice Sheffard y extiende sus brazos para mostrar al numeroso grupo que lo acompaña.




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