Academia de Asesinos Volumen 1

Capítulo XXVIII: Lo que una vez fui

Una columna de luz y estallido de energía envuelve a Sheffard y se eleva varios metros cuando manifiesta su mascara con el simple arrastre de la mano en sentido horizontal, una manera diferente de dar forma a su poder.

Olympico para frente a Lucy con la intención de que no sea lastimada, considerando que el fiesmero tenga esa meta. Al mismo tiempo los fiesmeros detrás de Sheffard caen de rodillas por la presión ejercida y algunos no pueden soportarlo, entonces aprovechan a escapar.

Una vez la columna se disipa y se calma todo, Sheffard revela la forma real de su mascara. De color plata reluciente, sin rostro mas que ojos finos y feroces acompañado por un cuerno largo en el medio de la frente. Sheffard es bien conocido como “el ariete de plata” o “rhyno platinum” cuyo poder solo es superado por el líder del culto:

 

—Nunca viste mi verdadero poder con la mascara ¿cierto? — dice Sheffard, abriendo sus brazos y mostrando como también su cuerpo sufrió el cambio mostrándose más tonificado y fuerte.

—Jamás tuviste la necesidad porque siempre usaste armas para amenazarnos y tu fuerza física en base para herirnos. — responde el asesino.

—Y aun así continuaste con tu debilidad frente a las emociones. El proteger a esa mujer…—señala a Lucy— no es mas que la muestra de que te debilitaste. Recuerdo como en los entrenamientos ignorabas quien era amigo, aliado o compañero. Todos fueron rivales a quien les enseñaste que eras un genio y la diferencia era brutal. Tan solo mírate ahora ¿protegiendo a alguien? Que penoso de tu parte. Me decepcionas ahora. — se lamenta Sheffard.

—Ustedes nunca entendieron lo que en verdad representa preocuparse por los demás. Ahora lo veo mas claro que nunca y sin dudarlo, daría mi vida por ello. —dice Olympico con orgullo.

 

En un instante, ambos reducen la distancia y chocan sus armas con fuerza, generando así una onda de choque que los empuja varios metros contra el suelo y destrozándolo en el camino. Lucy socorre a Olympico, pero este la detiene y sin apartarle la mirada al fiesmero dice:

 

—Lucy, vete de aquí. Se que eres fuerte, pero esta no es una pelea que te concierna. — regresa su mirada por un instante hacia su amiga— Descuida, no me vencerá tan fácilmente. — sonríe.

— Iré por ayuda Olympico, no me detengas. — responde Lucy y corre hacia la academia en busca de Doncaster.

 

Sheffard se pone de pie y deja ir a Lucy. No le interesa alguien tan débil ni para ensuciarse las manos, considerando también que su grupo de fiesmeros o se retiraron o sucumbieron ante la aplastante presión:

 

—Hiciste bien en dejarla ir. Odiaría ver que dependes de alguien mas para enfrentarme. — dice Sheffard aliviado.

—En parte tienes razón. A pesar de que protegería a mis seres queridos con una violencia feroz también tengo mi lado orgulloso como ex miembro del culto. Dejar que alguien intervenga sería una vergüenza…aunque…podría ceder ante ello si la situación lo amerita. — dice Olympico sin avergonzarse.

—Te volviste demasiado elocuente en todos estos años. No se si debo aplaudirte por ello o aplastarte el cráneo. Me causas demasiado enojo. — reconoce Sheffard.

—Solo digamos que he aprendido mucho estando en la Academia del Oeste. — dice orgullosamente Olympico y lleva sus manos hacia su rostro y arrastra la punta de los dedos en sentido formando dos figuras largas entre cruzadas. A continuación, una columna mucho mas grande que la de Sheffard envuelve al asesino. Tras largos segundos de frenética expulsión de energía que agrita las estructuras de los edificios, por fin Olympico revela la verdadera forma de su mascara.

—Oh, hace tiempo no veo esa forma. Quien diría que esa mascara tan peligrosa en poder sea la razón por la que durante tu entrenamiento se te pidió que no la uses para entrenar primero tu cuerpo y aura. —dice asombrado.

 

Olympico no responde ni se inmuta. De un paso se aproxima velozmente a Sheffard, lo toma del rostro y arrastrada por los aires lejos de la ciudad, hacia los bosques donde el grupo fiesmero que acaba de huir está descansando. Al ver un lugar para pelear, Olympico se deja caer con Sheffard debajo y apuntando contra el suelo. Impactando contra el suelo, se destroza el lugar con arboles incluido y una ráfaga de viento que levanta polvo y tierra, así como los fiesmeros se ven arrastrados contra arboles y otros se ven obligados a escapar mas lejos al prevenir una feroz batalla.

El asesino se aleja varios metros y tronando su cuello revela la máscara, con arrugas y expresión de grito, mostrando colmillos y ojos que parecen muy humanos, además esta es de color negro brillosa:

 

—Eso dolió como la mierda. No puedo creer que ese poder que te hizo ser el gran genio del culto aún sigue en ti, “gorila, señor de las bestias” — se levanta de entre los escombros.

—Así me decían en el culto, pero ya no más. — dice Olympico.

—Vamos niño. Ambos sabemos que una vez miembro del culto nunca dejaras de serlo. Ese poder nunca te abandonará. Tienes suerte de que tu entrenamiento jamás se haya completado porque ambos sabemos que la parte final es entregar una parte de tu cuerpo y alma al dios de las máscaras y definitivamente consumiría tu existencia. — dice Sheffard mientras se pone en guardia.




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