Academia de Asesinos Volumen 2

Capítulo II: El arquero silencioso

Al día siguiente, los abinues abandonan el lugar rumbo al Sur donde esperan vender a buenos precios los esclavos obtenidos con trampas y ataques furtivos en pueblos, así como caravanas desprovistas de protección.

Qumash lidera al grupo que ronda los setenta u ochenta miembros, entre hombres, mujeres y niños, mientras que los esclavos son obligados a caminar casi al desnudo, excepto Alex quien permanece drogado dentro de una jaula. Su peligrosidad sigue siendo un problema para los abinues.

El líder retrocede, dejando a su mano derecha el liderazgo a través del camino arenoso, y avanza junto a la jaula donde Alex se encuentra sin poder moverse por los sedantes, pero su capacidad de habla y pensamiento se mantiene intacto al punto de maldecir a cualquier abinue que se le cruzase por la mirada o intente hacerle algo. Sobre todo, las mujeres y su deseo que ha despertado en ella por su juventud y curiosidad.

Qumash le arroja un pedazo de pan para que pueda comer, pero Alex se da cuenta de que es una burla hacia su condición por lo que escupe con toda su fuerza hacia el rostro:

—¡Jajaja! Sigues siendo desafiante. Me estás gustando cada vez mas ¿sabes? — se quita el escupitajo del rostro.

—Voy a matarlos a cada uno de ustedes. — repite de nuevo.

—De nuevo con eso. No vas a escapar ni nada por el estilo. Te venderemos a algún interesado y con suerte no acabarás con ese comerciante psicópata. Creo que tu mala suerte podría llegar al punto máximo si llegase a comprarte. Un desperdicio, pero así son los negocios.

—No voy a ser vendido. Degollaré a cualquier imbéciles que crea que puede doblegarme. Son unas simples cucarachas que merecen ser pisoteadas.

—¿Qué harías si escapases? ¿A dónde irías? — rasca su barbilla— Que buena pregunta se me acaba de ocurrir ¿A dónde pensabas ir antes de que te capturásemos?

—…— lo ignora.

—Oye, mocoso, más te vale que cambies tu actitud porque tu vida dará un vuelco total. Responde mi pregunta, desgraciado. — lo golpea con un bastón en la frente donde le hace un corte sangrante.

—Eso no te incumbe. — desafía Alex.

—¡Haaa! Eres demasiado exasperante. Eres lindo mocoso, pero mi paciencia tiene su límite y muchos han muerto por mi mano cuando me harto. — se acerca a Alex— Solo hay tres personas con sentido civilizado. Los demás podrían matarte o violarte así que da gracias porque yo esté aquí. ¿Sabes algo? me aburriste. — regresa al frente con el ceño fruncido.

Alex mira con un desprecio voraz a Qumash, deseando poder cortarle el cuello, no solo a él sino a cada uno de los que insultaron su honor y dignidad como mercenario, desviándolo de su camino hacia la creación del gran equipo con el que podría poner patas para arriba a Antares.

En ese momento de lucidez, donde los sedantes solo afectan a su motricidad mas no consciencia, Alexander se percata de que la jaula está mal cerrada, entonces observa que no lo estén observando para aprovechar la situación y escapar.

Durante la noche, donde los abinues descansan poniendo tiendas de campaña a la luz de la luna y estrellas blanquecinas, Alex recupera gran parte de su capacidad motora para arrastrarse hacia la puerta y empujarla un poco.

La débil puerta de la jaula hecha con bambú, ligera pero dura, se mueve hacia afuera pero el viento nocturno del desierto la empuja de nuevo y con ella un pequeño velo de arena que lo golpea en el cuerpo en paños menores solo con ropa interior negro. Silenciosamente vuelve a empujar la puerta y rápido se mueve hacia la salida, arrastrándose por la carreta tironeada por camellos.

De repente, una flecha cae en el borde de la salida muy cerca de su dedo índice. Alex mira por todos los lados, buscando a quien disparó, pero no ve a nadie hasta que de entre las arenas sobresale un bulto que despacio, se pone de pie y camina hacia él con un arco y munición listos para atacar de nuevo con gran precisión:

—¡¿Quién mierda eres tú?! — susurra muy frustrado.

El hombre no responde y solo empuja la cabeza de Alex hacia la jaula y cierra la puerta, la cual ata una larga cuerda de tela para evitar que salga de nuevo. Se da media vuelta y regresa a su posición mientras que Alex vuelve a la carga con insultos en voz baja:

—¡¿Maldito seas?! ¡¿eres sordo o qué?! — aprieta sus dientes y golpea su frente contra el suelo— Maldición, no falta mucho para rescatar a esos idiotas y tengo que sufrir eta situación. ¡Tú también estás en mi lista hijo de perra malnacido! ¿Quién mierda es ese tipo? — se pregunta y una brisa fría lo sacude— ¡Tsk! H-Hace mucho frio.

Por la mañana, y una muy nublada, cuando todos los abinues desarman el campamento, Qumash se acerca a revisar la jaula donde está Alex y ve la flecha incrustada en la madera de la carreta, así como la puerta atada por una larga cuerda y el joven dormido muy cerca de escapar:

—Mmm…seguramente tuvo mucha actividad en la noche. Será mejor no molestarlo. — se voltea a mirar una tienda que aún no se ha desarmado y es donde descansa el misterioso hombre. Regresa su mirada hacia Alex, quien aún duerme. — Dudo que requiera más seguridad. Él no permitirá que este mocoso haga lo que quiera.

Desde todas direcciones salen despedidas una inmensa cantidad de flechas que en línea recta se dirigen hacia los miembros del grupo esclavista. Qumash se percata de ello, pero sabe que no podría ordenar que se pongan a cubierto lo suficientemente rápido, entonces mira hacia la tienda del arquero y dice a todo pulmón:




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