Academia de Asesinos Volumen 2

Capítulo VII: Clubes estudiantiles

A la mañana siguiente en la Academia, esta rebosa de un inusual movimiento y escandalosas voces que se desparraman por todo el frente y patio. Chicos de cursos más grandes reciben a los de primer año con folleto y papeles de inscripción.

Como cada año en el segundo semestre, los chicos de primer año deben de escoger un club para pertenecer hasta que se gradúen de la academia y con ello poder obtener logros que les permitan un ascenso hacia las leyes o ser del grupo que suministra apoyo a los cuatro grandes.

Estos clubes existen desde hace no más de cincuenta años y han servido para reclutar a potenciales espadachines, espías, especialistas en medicina, herbología, venenos, armas de fuego entre otras especialidades. No obstante, también existen otras donde son bien apreciadas para aquellos que no desean ser asesinos activos como especialidades en cocina, herrería, textiles, por ejemplo. Esto según el gusto y deseo de cada chico.

Kaizer llega a la entrada y es atacado por decenas de chicos representando a sus clubes con la intención de reclutarlo a él y otros más que van llegando. El infierno en la tierra para aquellos con fobia social. Inmediatamente se preocupa por Megumi al recordar que ella sufre de fobia social y se sentiría incómoda al ser acosada por varios hombres, entonces corre hacia la entrada donde la ve llegar e inmediatamente varios chicos y chicas corren a su encuentro.

Detrás de ella se acerca Kamata con mirada penetrante que alerta a los entusiastas estudiantes y los obliga a moverse a un lado. El pánico toma posesión de sus espíritus. Nadie desea meterse en el camino de un chico considerado peligroso entre los de primer año. Incluso los de años superiores no desean encontrárselo.

Entonces Kaizer se apresura a ir con ella:

—Megumi ¿Cómo te sientes?

—Hola Kaizer — lo abraza feliz luego se siente avergonzada por ser tan impulsiva como para hacer eso y retrocede sonrojada— E-Estoy bien, gracias.

—Qué bueno. Me alegra mucho.

Juntos, recorren los puestos de clubes colocados a lo largo del camino entre la entrada y la puerta al edificio de la academia. Miran curiosos los clubes que buscan nuevos miembros, principalmente de primer año.

Clubes de artesanías, textiles, cocina, arquería, arte, literatura, matemática, ajedrez, y muchos más, están listos para recibir a los interesados, aunque muchos estudiantes de años superiores insisten para evitar que se cierren debido a la poca cantidad de miembros. Abunda la juventud y con la venida de la primavera llena más de vida al lugar.

A lo lejos, Lucy observa con la emoción de alguien que disfruta de ver como los jóvenes viven sus dulces años con felicidad. No es tan diferente del deseo de Olympico o Hiroshi, ambos sacrifican sus vidas diariamente para que esos jóvenes pueden tener vidas plenas sin necesidad de sufrir las penurias de los conflictos adultos, aunque si fuera necesario, ellos estarían dispuestos a ponerse en la primera línea con los estudiantes.

No está en la mente de ellos como profesores el envolverlos en seda y colocarlos dentro de una cúpula de cristal. Hiroshi confía en el potencial a pleno de los jóvenes y siendo consciente de que la generación siguiente será más poderosa y definitiva que la anterior, por lo que no dudaría en poner su vida para entrenar y llevarlos a convertirse en asesinos completos.

Olympico no se queda atrás, así como tampoco Lucy, por eso es que siempre están en discusión y contradicción con Doncaster, alguien que, por temor a la perdida, no se anima a dar el paso más allá y con ello arrastra a los demás profesionales a seguir su ideología paternalista extrema.

Lucy recorre los puestos de clubes, encontrando alguno que otro interesante hasta que llega al que formó parte en su juventud, el club de insectos. Un club centrado en la pacifica afición de capturar, estudiar y disecar insectos del bosque y en ocasiones ir de excursión para poder encontrar en otros ambientes naturales.

En su momento llegó a encontrar el rarísimo espécimen de “escarabajo de cuatro cuernos” que solo se encuentra en las montañas del norte en una ocasión que hicieron una excursión con todo su curso al territorio del norte.

De su ojo y recorriendo la mejilla, cae una lagrima al recordar sus años de juventud y como estudiante, añorando rememorar esa época tan gloriosa y adorada por ella. Mira más al frente que Kaizer y Megumi se le acercan, así que se aparta a un lado y deja que pasen sin que se den cuenta. Por alguna razón los ve muy adorables juntos:

—Ah, la juventud. Me pregunto si…algún día estos chicos puedan vivir su primavera como nosotros no pudimos a su edad. Hiroshi, quisiera al menos…poder vivir algo así…contigo…— piensa mirando al cielo que lentamente se va nublando acompañado por un viento fuerte que levanta folletos tirados en el suelo y algunos carteles colgados en los puestos.

Casi no hay ninguna conversación entre Megumi y Kaizer. La preocupación por ella queda demasiado en evidencia como muchas ocasiones y eso le da vergüenza al chico, quien intenta evitarle la mirada, pero sin querer roza su mano y ella sin siquiera inmutarse entrelaza sus dedos con los de él. Luego lo mira y sonríe:

—Se que puede parecerte extraño, pero me siento protegida haciendo esto contigo. — gira su cabeza, avergonzada, pero sin separar su mano de la de Kaizer.

—Yo…también me siento bien. — responde sin siquiera mirarla a los ojos, caminando torpemente a la par de ella y con el corazón acelerándose.




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