Academia de Asesinos Volumen 2

Capítulo VIII: El proyecto

En Uvernia, provincia situada en el territorio oeste, pero con frontera con el territorio sur, es un lugar conflictivo donde los forasteros de otros lugares en Antares llegan para hacer sus negocios ilícitos. Además, es esto, robos y homicidios son moneda corriente debido a la naturaleza de la provincia, pocos asesinos la vigilan y es una zona de tránsito para la trata de personas que conectan con el Sur y la ruta sigue hasta el este.

A pesar de esas características también abundan los comercios con la provincia hermana, Therea, la más rica de las dos e importante en el Oeste después de Lyverka, donde se encuentran la ciudad de Pumbakar y la academia de asesinos. Hiroshi entra a una vieja taberna en un pueblo movido por las cosechas y la ganadería, productos con las que comercian con la provincia vecina. Allí es visto como un forastero a pesar de que se encuentran en el mismo territorio:

—Veo que los desconocidos no somos bienvenidos. — piensa y observa todo el lugar y finalmente hacia el tabernero. Se dirige hacia él y golpea la mesa de madera con pequeños charcos de alcohol, deja un par de monedas de gran denominación.

El hombre que atiende la taberna abre sus ojos llenos de sorpresa y rápidamente corre hacia la cocina para traerle un plato con la mejor bebida del lugar. El tabernero deja con mucho cuidado un tazón de caldo y plato con carne bien cocida con papas y un vaso de cerveza:

—Que disfrute de la comida señor. — dice el tabernero con una sonrisa.

—Espera. — lo toma de la manga de la camisa, antes de que se vaya— Quiero información sobre un par de cosas.

—Disculpe señor, pero no sé de qué habla. — responde amablemente.

Hiroshi no le cree, porque ya ha visto esa misma actitud y la pretensión es conseguir más dinero a cambio de la información que desea. Entonces saca un par de monedas más de su bolsillo y se lo da en la mano y cierra su puño:

—Repito…quiero información sobre un par de cosas.

—Dígame en que puedo ayudarlo. — dice el hombre con más confianza.

—Quiero saber si estos últimos meses viste a alguna persona sospechosa. Mas específicamente personas con tatuajes en las manos, cuellos, rostro o brazos. Estos tatuajes tienen forma de un león y puede variar según la persona. No puedo especificarte más.

—Ya veo. — dice en voz baja— Lamentablemente estos meses no he visto a nadie así.

—Entiendo, una pena. ¿Cuál es tu nombre cantinero?

—Rorgel.

—Bien Rorgel. — le indica con su dedo que se acerque.

Rorgel hace caso e inocentemente se acerca hacia Hiroshi y este le susurra algo al oído. La expresión del cantinero es de preocupación y sin darse cuenta desvía muy brevemente la mirada. Eso no representa ninguna complicación para Hiroshi, su percepción tan aguda gracias a los años en la división de inteligencia de las leyes vivientes le da esa tan aguda capacidad de persuadir a las personas sin usar la violencia, innecesaria para su gusto:

—¿Quién eres? — pregunta Rorgel.

—No estamos hablando de eso así que céntrate en mis preguntas. Quiero saber sobre esa gente y siendo un cantinero debes tener mucha información.

—Si…puede ser. — toma un vaso y lo limpia con el trapo. Una y otra vez lustra el vaso de vidrio, mirando sospechosamente a los lados y detrás de Hiroshi.

Un par de gotas de sudor resbalan por el cuello de Rorgel, producto de los nervios y no poder responderle a Hiroshi, resultando en que el asesino sospeche cada vez más del cantinero. Finalmente, Rorgel responde tras tragar un poco de saliva:

—Hace un año y medio exactamente, un grupo de hombres cubiertos de sangre y heridas llega aquí. Recuerdo que era de noche y llovía bastante. — tres hombres salen de la taberna, pero otros quince restantes siguen tomando cerveza en silencio y mirando a Hiroshi— No se mucho, pero uno de ellos tenía apariencia de psicópata, cicatrices en la barbilla, cuello y manos. Dios, ese tipo sí que daba miedo.

—Ese sujeto del que habla, es Kazumayo. — piensa Hiroshi y bebe otro sorbo de la cerveza.

—Parecían agotados y es como si hubieran peleado arduamente una batalla. — explica el hombre.

—¿Tienes alguna idea de lo que quería ese sujeto, objetivo, que hacía o a dónde iba? —pregunta Hiroshi.

—No señor.

—Ya veo.

—Lo único que se además de eso es que hablaban de una caravana al este que puede traer buena mercancía. No sabía que significaba, pero la conversación estaba interesante. Seguramente me habrán escuchado porque empezaron a murmurar.

—Las únicas caravanas que hay en el este son los habitantes de las arenas. ¿Serán los abinues? Pero ¿Qué los conecta con Kazumayo y la organización manticora? — se pregunta Hiroshi.

Observa sospechosos movimientos entre los borrachos que siguen bebiendo. Lentamente se van levantando al mismo tiempo, como si estuvieran coordinados antinaturalmente, pero es algo más que eso, una orden total para todos y el cantinero se agacha poco a poco hasta que queda fuera de la vista.

Hiroshi no se inmuta ante lo que parece ser una traición y un robo por parte de Rorgel:

—No es mala idea atacarme con cerveza encima, pero ustedes no parecen estar tampoco en condiciones. Es poco inteligente. — se gira y mira que los hombres avanzan con sus armas listas para usar— Solo perdí mi tiempo aquí. — se lamenta.




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