Academia de Asesinos Volumen 2

Capítulo XI: Los esfuerzos de Kamata

Al día siguiente, el club de Kendo se pone en marcha con lo que Kamata es una operación muy importante y consiste en captar nuevos miembros para revivir al lugar ya que necesitan al menos tres estudiantes más sino seria reemplazo con otro club y para peor, muy temprano el chico se entera por su amiga Kotomi que el club que podría reemplazarlos es el de la ceremonia de té, actividad que detesta por ser demasiado tranquilo.

Sus intentos fracasan, uno tras otro los estudiantes apenas lo ven y huyen de él, ya sea por su fama de ser alguien problemático y peligroso como por la cara que pone al momento de pedirles que se unan o cuando explica en que consiste el club y los eventos durante el año. Todos corren asustados.

Frente a la reacción de los demás estudiantes, Kamata regresa al dojo, molesto y con la sensación de que se burlan de él. Completamente equivocada es su molestia.

Kotomi le prepara un poco de té con algunas galletas recién horneadas por ella. Después de tal amargo momento, Kamata come esas galletas y su rostro se congela, abrumado por el dulzor y exquisites en su paladar. Jamás había probado tal masa y saboreado las capas de azúcar color negro. Por un instante los problemas desaparecen como si por arte de magia se tratase.

Kotomi sirve el té y se sienta frente a Kamata con la certeza de que él está preocupado:

—Me sorprendió que hayas venido en el recreo. Se supone que vendrías a la tarde ¿Qué pasó?

—Nada, solo quise pasar a ver como estaba todo en el dojo. — dice el chico sin que ella supiera nada. El orgullo es mayor de lo que parece.

—¿Seguro? Porque estuve hace un rato en el patio y te vi intentando entregar nuestros folletos y parecía que escapaban de ti. — dice Kotomi con la taza de té en su mano y mirándolo a los ojos.

—No pasó nada. —insiste con su orgullo en juego.

Aunque Kamata se resiste a contarle, la chica sabe que algo le ocurre. Llamarlo sentido femenino o que en su rostro se ve decaído y no tanto como un tigre feroz que suele verse:

—Pues a mí me parece que algo sucedió. ¿Por qué escapaban de ti? — insiste Kotomi, sin intenciones de perder ante el orgullo de su compañero— Además siempre te veo solo en los pasillos, cafetería o hasta en el descanso.

Kamata se siente arrinconado, así que por segunda vez en su vida decide contarle:

—Eres la segunda persona que por insistencia hace que le cuente algo que no deseo. Mi orgullo ¿sabes? Es algo insoportable, pero me ayuda a ser duro conmigo mismo…

—Y con las personas parece. — dice Kotomi.

—Si, también con ellos. — reconoce Kamata que su actitud es algo de lo que en cierta forma no podría estar orgulloso.

—Cuéntame entonces ¿Qué sucedió?

—Esos chicos que corrían lo hacían para alejarse de mí. Yo...no tengo la mejor reputación, aunque imagino que los mayores no están al tanto debido a que tienen otras cosas que hacer, pero fui el que golpeó a unos nobles a principio del año escolar. También fui atacado y hospitalizado por ese motivo. Soy odiado por muchas cosas y lamento que así sea, pero debo convivir con ellos.

Kotomi continúa escuchando lo mal que se siente Kamata por su terrible reputación de lobo solitario y violento con aquellos que no le caen bien, aunque detrás de eso descubre que no es así. No siente desprecio hacia nadie, pero su propia filosofía de vida le da mayor importancia a la fuerza, honor, valentía y si todo eso lleva a defender lo que uno más quiere. También le explica que eso permite analizar a las demás personas entre ellas a Kaizer, y por eso admite que siente alguna clase de respeto por el chico con quien comparte clase. La fuerza que demostró al enfrentar a los nobles para proteger a sus amigos y valentía hizo que lo considerase digno. Pero siente que sigue atascado o, mejor dicho, dentro de un bucle violento en el que intenta hacer algo para encajar, pero los demás lo rechazan como si fuera un paria social:

—He cometido estupideces, lo admito, pero no es como si desee implorar por amistad de cualquier imbécil o estúpida. Le rehúso a mendigar. —dice Kamata, sorprendiendo con lo que dice a Kotomi.

—Siento que lo que dices es justamente algo que piensas con mucho entusiasmo y nada lo hará cambiar, pero ¿Te sientes a gusto así? ¿Eres feliz con ello? —pregunta Kotomi.

—No entiendo ¿A qué te refieres?

—Sientes que te mantienen al margen, pero te resistes a abrirte a los demás. ¿Quieres vivir de esa manera?

Kamata guarda silencio, pensativo y bebiendo un par de sorbos del té. Las palabras de Kotomi dan en el blanco y hace reflexionar al chico:

—¿No tienes amigos o gente a la que confíes mucho? —pregunta Kotomi, intentando llegar al núcleo de la cuestión o a una solución que ayude a futuro.

—Amigos...—se queda congelado con esa palabra.

En un instante se le viene a la mente a dos personas, ella y Megumi por lo que salen de su boca:

—Si, Megumi y Tu.

Kotomi se sonroja y bebe lo que le queda de te:

—¿Kotomi, estás bien?

—S-Si, es solo que me tomaste por sorpresa.

—Lo lamento, soy alguien que habla con la verdad.




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