Academia de Asesinos Volumen 2

Capítulo XXIV: El Tren prisión

Alex empuja la tapa del barril y sale hacia la superficie, cubierto de verduras. Desvía su mirada hacia el otro barril y ve que Theo ni se ha movido. Intrigado por que algo haya pasado le da un golpe sutil a lo que es respondido con la violenta expulsión de la tapa y de este salta Theo con el arco y la flecha listos para ser disparados contra sus enemigos.

Sin darse cuenta, cocineros y un par de ayudantes de cocinar se quedan petrificados, mirando a ambos intrusos.

Se respira un ambiente pesado, gélido y hostil contra los dos mercenarios. Los cocineros y ayudantes se arman con sus cuchillos y palos para amasar. La tensión podría cortarse hasta con un cuchillo desafilado:

—“¿Qué crees que debamos hacer?” —le pregunta con señas a Alex.

—Matarlos…a cada uno de ellos…—responde luego de interpretar las señas de Theo. Vuelve su mirada hacia los cocineros— No parecen querer hablar. Bueno, me importa un bledo. Si van a meterse en mi camino los tendré que despedazar uno por uno.

Al decir esto, los empleados de cocina retroceden temerosos y con sus manos armadas con cuchillos en una situación de nervios lamentable:

—¡N-Ni se les ocurra avanzar un paso hacia esta puerta! —desafía uno de los cocineros.

—¡¿Haaaaaa?! —Alex lo mira intimidante y desprende una ira feroz que hace caer al cocinero— Eso pensé. Ahora nos dejarán pasar o van a morir uno a uno.

—“Esto me da mala espina. Deberíamos ir hacia el otro vagón desde afuera” —dice Theo.

—Te recomiendo que prepares tus flechas Theo. —sonríe con las venas de su frente y cuello hinchadas.

Theo hace caso a la orden de Alex. Entonces tensa la cuerda de su arco con la munición y apunta al enemigo más lejano.

Las flechas vuelan impactando contra el pecho, cabeza, cuello y extremidades de los enemigos sin darle la oportunidad a ninguno de poder defenderse. Solo pueden darse cuenta de que la munición está en sus cuerpos:

Alex se impulsa velozmente contra los que han conseguido ponerse a cubierto y golpea con sus nudillos desnudos. La violencia desatada por parte del joven mercenario es tal que Theo se queda inmóvil, pero no es solo por eso sino también porque en la expresión de su rostro hay una sonrisa digna de la mayor y agresiva perversión a la que sus puños pueden describir como “la sensación de inmutable libertad por demostrar su validez”.

Aunque sean aliados es algo indescriptible ver a un joven que mate a golpes a hombres armados, por mas que fueran civiles y esas armas fueran cuchillos de cocina.

Pero nada importa mas que el hombre que está frente a él, aquel joven que busca aceptación por parte de la orden mercenaria. Ese joven es algo mas que un simple cascarón inmadura, un líder con sed de gloria a punto de lograr cosas que los “de arriba” han podido soñar.

Se levanta después de haber matado a golpe a uno de los jóvenes ayudantes de cocina, que apenas pudo defenderse, y con sus nudillos ensangrentados se voltea y dice:

—Nunca debieron enfrentarnos. Era innecesario. —mira a los que han caído por sus puños— Malditos imbéciles que no supieron apreciar sus vidas. Ni siquiera fueron rivales para mí. —los maldice.

Su expresión es tan clara como el agua, no se lamenta en lo absoluto, pero por otro lado siente enojo al haber desperdiciado su tiempo por la mala decisión a la que optaron:

—Vamos. —le hace un gesto a Theo para ir hacia la puerta que conecta al otro vagón.

El jefe de cocineros, quien yace en el suelo empapado en su propia sangre, se arrastra hacia un horno para sostenerse de sus barras e impulsar hacia arriba. Ve con horror los cuerpos de todos sus compañeros y siente tal impotencia que se detiene a medio camino y dirigiéndose hacia Alex:

—¡Eres un monstruo! ¡¿Qué te ha hecho esta gente?! ¡¿Qué no has sido educado?! ¡¿no tienes padres, hermanos o abuelos?!

Alex se detiene antes de cruzar la puerta y mira al hombre de mediana edad:

—Mi corazón no reconoce a nadie con el apelativo de padre o madre. Solo tengo ira y deseos de incinerarlo todo. —responde con mirada hostil—Lo que acabas de decir solo está destinado para personas con corazón… ¿sabes qué? —se acerca al hombre moribundo—Yo jamás lo tuve.

Tras decir eso se aleja de la cocina y pasa con paso lento a la puerta del vagón. En silencio piensa molesto:

—Estos idiotas creen que pueden opinar sobre uno sin conocerlo. Malditos estúpidos sin voluntad y débiles. Yo les haré conocer el verdadero temor a la muerte.

En el siguiente vagón se encuentran con varios miembros de la seguridad y algunos asesinos de bajo rango que se estaban preparando para vigilar cada centímetro del tren.

El espacio es mucho más pequeño debido a los lockers distribuidos a lo largo del vagón y varias cajas en sectores extremos donde están guardadas vestimentas extra y municiones:

—Veo que nos topamos con una interesante escena. —deja escapar Alex mientras los presentes observan a los invasores mercenarios—Prepárate Theo, al menos cuento a veinte de estos malditos debiluchos.

—“Hay otros tres junto a la caja mas próxima”. —advierte el arquero.

—¡¿Tienen alguna idea de a quienes intentan liberar?! ¡¿a quienes intentan enfrentar?! —grita un guardia de enorme tamaño y varios kilos de más.




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