Academia de Asesinos Volumen 2

Capítulo XXVI: Legión de Mercenarios

—Ah…maldito dolor de cabeza… ¿Qué mierda ha pasado? —murmura Alex con la frente sangrando producto de un corte y el hombro dislocado.

—No te aconsejo que te muevas. —advierte Ehirazu.

—¿Huh? Así que te liberaste.

No le sorprende que el mercenario esté fuera de la celda hasta que recuerda lo sucedido con el tren.

El dolor en su cabeza es fuerte y el hombro lo tiene casi inmovilizado hasta que Baligra se lo acomoda. Su dulce presencia es algo cómodo con lo que Alex no cuenta y a la vez le causa nerviosismo por su falta de experiencia para tratar con las mujeres.

En ese instante ve las columnas de humo donde se ubica el tren:

—¡Es cierto, el tren! — se pone de pie abruptamente y al levantarse ve como ha quedado el tren y los cuerpos que quedaron esparcidos por las arenas.

—No sobrevivió nadie a excepción de nosotros seis. El resto murió de diferentes maneras en el descarrilamiento. —dice Ehirazu mientras inspecciona los cadáveres cercanos en busca de lo que sea que pueda usarse.

—Dijiste seis…en total éramos siete. ¿Quién murió? —busca a su compañero Theo y no lo ve por ningún lado—Dime… ¿Quién murió? —repita, esta vez con cierta tensión.

—Solo quiero que sepas que en su último instante nos salvó al disparar una flecha que contenía una red y evitó que fuéramos expulsados hacia afuera. Sobrevivimos gracias a él. —dice Tyrakus en tono solemne para con quien resultó ser el salvador del grupo.

—¿De qué mierda me están hablando? —exclama Alex.

Ehirazu lleva al joven a un pequeño montículo de arena donde descansa un arco y flecha. Inmediatamente Alex maldice y patea la arena, grita y vocifera violentamente al ver de quien es la tumba arenosa:

—¡Maldito seas Theo, se suponía que ibas a ser mi mano derecha! ¡con un demonio! —grita una y otra vez.

No cae una sola lagrima de sus ojos, pero la sensación de soledad y de ira solo lo hacen más peligroso. Deja escapar un grito más donde pronuncia el nombre de su aliado caído y luego mira a los criminales que rescató.

Claro está que no se encuentra solo, cuenta con nuevos aliados, y no hay tiempo para debilidades ni lamentos. Lo principal es buscar cumplir con el siguiente paso y ese es buscar a cierta persona que es el nexo con la sociedad asesina:

—¿Qué tienes pensado chico? —pregunta Ehirazu, luego de que Alex se haya calmado.

—Tengo una dirección, un nombre y dos objetivos. —responde Alex.

—Pues bien, te ayudaremos. Al fin y al cabo, eres nuestro líder. —exclama Ehirazu.

—Buenas palabras, Ehirazu. ¿Dirección? Ciudad central.

—Ciudad central ¿huh? El centro político del continente. Me suena a que veremos a alguien importante. —dice Tyrakus.

—También encontraremos mucho dinero y guerreros fuertes. —pronuncia Brutallio.

—Concentrémonos en lo que tenemos al frente. Lo personal guárdenselo para luego. —dice Baligra a modo de regaño.

—Kukuku…siempre tan amable. No hay duda de que eres el centro de toda fiesta. —responde Riurik mientras danza sobre la caliente arena con sus pies desnudos.

Ehirazu se acerca a Alex y entierra su espada dientuda en la arena. Lo mira fijamente y mantiene sus ojos en el joven a la espera de una respuesta sobre el nombre:

—¿Nombre? —pregunta Tyrakus.

—¿Conoces a Don Leopold? —pregunta Alex.

—¿Don Leopold? Hace tiempo no escucho ese nombre. —dice Ehirazu.

—Sabes quién es. —dice Alex.

—Claro que sí, es un poderoso cabeza de familia que actúa en el bajo mundo de Antares. Es miembro de la orden asesina pero que ejerce de nexo con los mercenarios que llegan para investigar, espiar y hasta ejecutar objetivos. —explica Ehirazu.

—Así que es un bastardo como yo. —sonríe el joven con extrema malicia.

Baligra lo mira un momento y luego baja su mirada, sintiendo como un profundo recuerdo la mortifica, haciendo que se muerda el labio y encoja en hombros:

—Mencionaste dos objetivos. —dice Tyrakus—¿Tienes idea de cuáles son?

—Si, claro que sí. El primero es uno que llevo tiempo planificando hacer solo. Una pequeña venganza personal con un maldito mocoso.

—Sabia decisión en no involucrarnos en tus asuntos personales. —dice Ahirazu.

—El segundo objetivo es un evento que empezará el próximo año. Uno al que iremos con ayuda de este Don Leopold.

Baligra se sienta en una roca al frente de Alex y suspira aburrida:

—¿Podrías ser más claro con lo que haremos? —dice ella.

—No pareces ser de las personas que tienen paciencia. —la mirada fijamente, el joven mercenario.

—A decir verdad, la tengo, pero espero no ser la única en ver que eres inexperto y ser liderados por alguien así no es algo alentador. Ehirazu en cambio parece más sensato. —responde Baligra.

—Puede ser…pero acaso ¿tiene ambición? Por lo que he visto son un grupo que ha perdido toda ambición y no hay nada que los aliente a ir más allá de sus capacidades. Mi oferta no solo fue para ser su líder sino explotar su potencial y darles un motivo de existir. —les explica Alex.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.