Academia de Asesinos Volumen 3

Capítulo VI: Al límite de sus fuerzas

—¡¿Acaso eres tupido?! ¡¿creías que podías salvar a tus amigos de este incendio?!— se pone eufórico mientras llena de puños el cuerpo y rostro de Kaizer y este intenta esquivar todo lo que puede con su habilidad de premonición— ¡Ellos van a morir, sean calcinados o falta de oxígeno! ¡lo sabes y aun así les diste falsas esperanzas de sobrevivirá a esto! — le da una patada una vez más al pecho y envía contra una columna la cual atraviesa y sobre el chico caen escombros de madera y camas en llamas— Muere de una miserable vez. Se da media vuelta y ve a Kamata acercándose con su espada al frente apuntando al pecho del mercenario— Tu tampoco aprendes.

—Suelen decirme que soy testarudo. Supongo que es la naturaleza de los que seguimos el camino de la espada. — se enorgullece de los insultos del mercenario.

Con espada en mano, la agita en dirección al mercenario para cortar su extremidad, aunque solo alcanza a rozar levemente su chaqueta marrón a la altura del antebrazo.

En un instante, Kamata se acerca hasta quedar cara a cara frente a Alexander y apunta con su espada, ahora en dirección al cuello. Cuando se da cuenta, el mercenario golpea con sus nudillos desnudos al rostro del chico, sin embargo, intercambia de mano la espada y logra asestar un apuñalamiento en el costado del abdomen.

El daño es muy leve, pero obliga a retroceder al joven mercenario y procurar no cometer otro error de ese tipo. Entre jadeos, se sorprende de que los dos jóvenes estudiantes lo estén llevando a ese nivel de dificultad:

—Ustedes…haaaa, haaaa, será un placer matarlos con mis propias manos…—dice mientras saca de sus bolsillos unas manoplas oxidadas y coloca en sus manos— Odio usar esto, pero se extendió demasiado.

—¡Ja! Haces honor a tu orden. Maldito cobarde. —sonríe con la nariz goteando sangre, el labio roto y el pómulo izquierdo hinchado y abierto.

—¡Borraré tu maldita sonrisa! — se aparece detrás de Kamata con una velocidad que lo hace invisible y ataca con la manopla en sus nudillos hacia el rostro.

Kamata esquiva una y otra y otra vez, adolorido y tambaleándose por el daño sufrido y la sangre que sigue perdiendo. La sangre brota de su boca y nariz, baja hasta el mentón y cae al suelo. Salta varios metros hacia atrás y mantiene levantada la espada con el filo apuntando a lo largo del cuerpo de Alex en forma vertical.

El chico siente una fuerte presión que emana del mercenario como nunca antes había sentido en un enemigo. Kamata respira lentamente, inhala y exhala para tratar de estar calmado pero las voces que emite la espada que solo escucha él hace que sea imposible hacer frente en total plenitud. Alex se aprovecha de esta gran ventaja para sí mismo y usa su velocidad para lanzar una serie de ataques feroces que dan al estómago y hombro. Esos golpes lo inutilizan y cae de rodillas, completamente débil y exhausto:

—Me duele…me duele mi cuerpo…—piensa Kamata—siento como si me estuviese quemando esta maldita arma y las heridas que me hizo este mercenario bastardo.

—¡Jajaja! ¿Qué pasa mocoso? ¿no puedes aceptar que me necesitas? — murmura en la mente de Kamata la diabólica voz proveniente de la espada.

—¡Tsk, en verdad eres molesto! — responde.

—Solo te ofrezco un poco de mi fuerza ¿Qué tanto mal podría hacer? Dime…mocoso. —intenta persuadir aquella voz.

Alex mira confundido al joven espadachín que conversa en voz baja, pero según la perspectiva del mercenario, es como si hubiera perdido la cabeza y pelea con él mismo. Suspira sintiendo vergüenza ajena, creyendo que con eso el espadachín trata de hacer tiempo ante la inevitable muerte.

Antes se continuar con la pelea, Kamata arroja su propia espada a un lado, harto de que intente poseer su cuerpo y así hacer lo que se le dé la gana. Esto es algo que desde que la obtuvo no ha parado de molestar con ideas absurda como asesinar sin piedad a sus propios amigos, profesores, y cualquiera que se le cruce por el camino. En esa voz hay un rasposo tono de desprecio y resentimiento por la vida y busca a toda costa, transmitírselo al estudiante quien, sin embargo, posee una voluntad asombrosa.

El mercenario choca sus nudillos entre sí con las manoplas colocadas y ensangrentadas.

El estudiante sin dudarlo se para firma e imitando a su amigo en posición de artes marciales, busca dar una impresión de que no solo sabe empuñar una espada sino también es hábil con sus manos desnudas. Esto es algo que busca crear en el imaginario del mercenario, pero a pesar de esto ya se da cuenta de que no es así. Alex no es nada estúpido y hasta muchos confirman el hecho de que es brillante, casi al nivel de los genios de Antares y su capacidad de percepción es absolutamente destacable.

Aquellas manoplas oxidadas son quitadas por el mismo Alex y arrojados a un lado. El hecho de haberlo usado tanto tiempo y que tanga sus dedos hinchados lo incomoda bastante:

—¿Qué pasa? ¿Vas a renunciar a tus únicas armas? — exclama Kamata.

—Descuida, tengo mis manos con esto basta. —responde con plena seguridad en su fuerza.

—Un tigre sin sus garras sigue siendo un tigre ¿cierto?

—Interesante como lo ves. Serias una gran adquisición para un futuro en mis fuerzas.

—Lamento decirlo, pero escupo en tu propuesta.




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