Por la mañana, Doncaster despierta como cada día y levanta de su cama para prepararse el desayuno. Enciende la hornalla y lanza sobre la sartén unos huevos y tocinos mientras enciende la radio.
Tras unos días difíciles por fin se da un momento de calma y provecho, ya que es un día domingo y no hay clases por lo que se autoimpone un descanso de breves horas antes de ir a visitar a los heridos en el hospital como bien ha prometido.
Una vez se cocinan los huevos y el tocino, llena su taza con café y acomoda en la silla junto a una mesa frente a la ventana que da hacia la avenida principal donde circulan los días domingo muy pocos carruajes, pero las personas recorren las calles para hacer sus compras. Con su café y alimento acompaña una lectura del periódico con noticias tristes de lo sucedido en la academia. Esto deja un gran malestar en el director y aparta por esto la comida y el café mientras recuerda la vida en la que su hijo era un niño dulce y talentoso y su esposa seguía con vida.
Ve a su lado una botella de alcohol aún sin abrir, entonces lo toma y arranca con su boca la tapa para darse un largo y enorme sorbo del contenido.
***PARTE II***
Mientras se intoxica con alcohol hasta olvidar el pésimo reencuentro con Alex, Doncaster no evita seguir recordando aquellos días felices y en particular cuando un día como ese de domingo, sol brillante y muchas personas en la calle. La familia completa recorría la avenida hasta llegar a un parque donde Alex sale corriendo para ser el primero en jugar con la hamaca.
Sin embargo, es vencido por un niño que llega antes que él y por ello, Alex empieza a llorar desconsolado. Su madre, Sara, se acerca y consuela con una palmada en la cabeza y sonrisa, acompañado por un abrazo cálido y maternal que alivia el dolor de haber perdido su lugar en el juego:
—Ya, ya mi niño. No tienes que llorar. —le dice dulcemente ella.
—¡Buaaah, buaaaaj! ¡pero mami, ese niño me quito mi juego! — solloza el niño, aferrándose a su madre.
—Entiende mi cielo que no se puede ganar siempre, pero ¿sabes algo?
—¿Qué? —pregunta, curioso el pequeño.
—Con la paciencia siempre viene la recompensa. Mira allí. —señala a las hamacas como se desocupa.
—¡Siiiiii! —grita, emocionado y salta con sus manos arriba.
—¿Lo ves?
—Si mami. —sonríe feliz.
—Ahora ve, corre.
Doncaster regresa con su esposa e hijo portando en su mano derecha una gran paleta para el niño. La mujer lo recibe con un agradable beso en los labios de su esposo y este la toma por la cadera y levanta:
—Ay, cariño. —Sara se sorprende para bien.
—¿Se está divirtiendo Alex?
—Claro, está jugando en las hamacas.
—Qué bueno y tu ¿tienes pensado algo para hoy?
—Humm…quizás la cena de hoy sea algo especial para mis dos hombres favoritos. —responde con una sonrisa cálida.
—¿Y para más tarde?
—No lo se.
—¿Quieres que te sorprenda? —besa a Sara varias veces— Puede que no te separes de mí nunca.
—Ooooh, estás muy confiado. Eso me agrada de ti, esa confianza.
El niño ve a los acaramelados y corre hacia ellos al grito de “mami, papi” a lo que ambos responden abrazando al inocente infante.
Los tres regresan a casa con el niño tomando de la mano a ambos padres con la expresión más pura y feliz que podría esbozar aquel pequeño ahora un peligroso homicida que buscar destruir a toda una sociedad en busca de una especie de venganza personal contra su propio progenitor.
Esos fueron días felices y que para ellos tres un nunca tendrían que acabar nunca…
***PARTE III***
Un golpe a la puerta lo saca del trance y en respuesta grita, casi ebrio:
—¡¿Quién carajoz ez a ezzzzta hora?! ¡¿Qué no ve que ez muy temprano?!
—Doncaster, soy yo, Hiroshi. Tenemos que hablar.
—No…ez…el momentooooz…—responde iracundo.
—¿Estás bebiendo otra vez? ¿estás ebrio?
—¡Que no, te dije! ¡déjame en paaaaaz!
—Lo siento Doncaster pero debo entrar. —corre hacia la parte trasera donde se ubican unas ventanas de las cuales hay una semiabierta. El asesino aprovecha esa oportunidad para colarse por la casa de Doncaster y ver que el director está empeorando su situación con la bebida— Y yo que pensaba que estabas mejorando en tu sobriedad.
—¿No zabez rezpetar la privacidad de la gente que irrumpez en caza ajena? —responde si mirarlo.
—Dices eso, pero no puedes hablar adecuadamente. Hasta diría que no te pones de pie porque tu movilidad está comprometida. Fácilmente pueden venir a matarte y jamás te hubieras dado cuenta.
—¡Puez que bien! ¡menoz trabajo para mí! —admite desafiante.
Hiroshi mira al suelo y encuentra todo el desastre de horas bebiendo sin control. La depresión en Doncaster se ha salido de control y aunque quisiera ayudarlo, Hiroshi sabe que es imposible porqué lo han intentado por meses.
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Editado: 05.08.2024