Academia de Asesinos Volumen 3

Capítulo XIII: La promesa de Kamata

Pocos días sirvieron para que Kamata regrese a clases y sea recibido por Megumi, Lucian y Maia. Los tres se reúnen en el salón de entrenamiento, se sonríe y caminan a la espera de que la clase de comienzo.

Tras la destrucción de la vieja academia del oeste, la orden asesina utilizó todos sus recursos disponibles para construir en tiempo record nuevas instalaciones similares a las que tenia el edificio incluyendo zonas de entrenamiento y sectores habitacionales para los estudiantes. Estas nuevas instalaciones se ubican a quinientos metros de donde se encontraba la vieja academia y con el gran y frondoso bosque detrás.

Suenan las campanas y el trio de amigos se acerca a la puerta y la abren lentamente. Cuando se dan cuenta todos sus compañeros corren hacia ellos con miles de peguntas a lo que Lucian responde con calma al verlos muy preocupados:

—Tranquilos, estamos bien. Kaizer volverá en unos días.

—Cuando él regrese por favor no lo asfixien. —pide Megumi.

—Bien dicho Megumi, entonces comencemos con las clases de… ¡fortaleza extrema física! —exclama Olympico.

El grupo se queja y murmura, desganados de tener una clase que los hace ejercitar de forma exhaustiva a diferencia del profesor que se encuentra con mucho entusiasmo. La razón es que los ejercicios que tiene pensado para los alumnos será demasiado exigente, pero ayudará en un futuro por si algo como lo del ataque a la academia vuelve a ocurrir. Entonces comienza una jornada educativa difícil para todos.

Al final de la clase, donde todos acaban agotados, Megumi y Maia caminan rumbo al hospital para unos simples análisis, siendo ellas las menos comprometidas en su salud por lo que la enfermera las hace preguntas de protocolo.

En el camino, adornado con muchas ventanas y a diferencia de las columnas en el anterior edificio ya no hay agregados tan imponentes sino más austeros, se dan cuenta que Kamata descansa a un lado del pasillo muy cerca de la enfermería con su arma apoyada al hombro y ojos cerrados, pero con la mente concentrada en cada sonido que lo rodea como parte de su entrenamiento:

—¿Qué haces aquí? —pregunta Maia.

—¿Quieres acompañarnos? Solo son preguntas. —dice Megumi.

—No se preocupen, solo estoy aquí de paso, descansando. —responde el espadachín sin querer reconocer que está preocupado por la salud de ambas.

Kamata se pone de pie y aleja de ambas para que tengan su espacio. En el fondo desea protegerlas, aunque le cuesta mostrarse de esa forma. Megumi intenta alcanzarlo, pero su mano cae en el aire:

—Y ya se fue. —dice Maia.

—Si. Me preocupa. —dice amargamente Megumi.

—¿Por qué lo dices?

—Lo encuentro muy distante.

—¿Mas que de costumbre?

—Si.

—Ven Megu, mejor dejémoslo solo.

—Si…será lo mejor. —dice, pero su expresión de preocupación no desaparece fácilmente. —Por cierto ¿Qué era lo que querías preguntarle a la señorita Nayla?

—Oh, solo quería preguntarle acerca de un libro de medicina. Desde hace meses que estudio para algún día ser una médica respetada.

—Eso es estupendo. Tienes todo mi apoyo.

—Gracias. —dice Maia con una sonrisa de oreja a oreja.

***PARTE II***

Esa misma semana, Kamata continúa aislado sin querer hablar con nadie más que unas simples palabras de respuesta a sus queridos amigos. Su actividad se reduce a entrenar arduamente en la soledad del salón de entrenamiento, en el club de kendo y el gimnasio. Esta actitud de parte de él hace que los demás se preocupen y no supiera que hacer hasta que finalmente y después de un tiempo corto, pero a la vez extenso para aquellos que acostumbraban verlo, Kaizer regresa al nuevo edificio de la academia del oeste.

Cuando Kaizer lo saluda después de días sin verse, Kamata solo reacciona con una leve sonrisa y sigue de largo en silencio, como si fueran a retorna al comienzo de todo en donde abundaba resentimiento del espadachín para con el chico.

El día sigue transcurriendo con Kaizer, Megumi, Maia y Lucian divirtiéndose en clase y en el descanso, alegrados porque la tragedia haya pasado.

Durante el mediodía los estudiantes y profesionales se reúnen en el jardín, donde descansan entre clases o después, para despedir a los fallecidos que perdieron la vida durante el incendio. Los números resultan atroces para los asesinos y la orden porque en total fueron 28 víctimas, 9 profesionales y 19 estudiantes de los cuales la mitad fueron de ultimo año. Una desgracia que nadie desea olvidar y los mismos miembros de mayor rango en la orden han prometido cazar al culpable.

El director y varios profesores entregan globos para cada estudiantes y adultos presentes. Estos globos tienen pequeñas placas de madera en los que pueden anotar sus deseos y nombre de cada persona a la cual se recuerda. Es una tradición del territorio oriental o del este donde se conmemora una fecha o a una persona.

Muchas personas lloran tras tocar sus mas profundos sentimientos y que esa perdida haya sido injusta. Incluso Doncaster siente muchas ganas de liberar su frustración, pero lo que mas se necesita es que como autoridad máxima en el territorio muestre fortaleza.




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