Academia de Asesinos Volumen 3.5: El niño salvaje

Capítulo V: Preocupación que despierta en los adultos

Megumi, tras muchas horas deambulando por el bosque, se encuentra perdida incapaz de poder regresar. Ni recuerda cómo es que llegó, mucho menos el camino que puede tomar para volver. Los árboles son demasiado altos como para vislumbrar la torre de la academia por la que suena cuando hay descanso o terminan las clases.

El hambre y temor hacen que se ponga de muy mal humor.

Ya sin fuerza como para seguir avanzando en la búsqueda de la salida, se acurruca junto a un árbol y envuelve con sus propios brazos para darse calor. Es la madrugada, casi hora de que el sol salga, pero no se da cuenta de si eso está ocurriendo o no por la maleza sobre su cabeza. Las opciones son bastante limitades, está entre quedarse despierta mientras espera para que la luz del día pueda brindarle calidez y claridad y quedarse dormida con el peligro de que algún animal salvaje la ataque. El peso del cansancio hace que vaya bajando sus parpados.

Cada cierto tiempo, escaso, piensa como es que llegó al bosque. No es normal que le ocurra, pero hace un par de semanas que siente que nos es ella misma. Siente que es como si alguien estuviera ocupando también su propio cuerpo.

Para ella suena disparatado, basándose en la lógica resulta irreal que algo así ocurra, pero ¿y si es cierto? ¿hay algo malo con ella?

Después de cerrar sus ojos producto del agotamiento, Megumi siente el calor del sol en su cabeza, las manos tocando agua y sus pies descalzos sintiendo el seco suelo con hojas que recién caen de los árboles, así como frutos los cuales piza sin problemas.

Entonces, ella abre sus ojos y se encuentra junto a un lago y a su lado una enorme roca. Sobre ella ve algo raro, como un altar así que atraída por la curiosidad se acerca hasta la roca y trepa con cuidado. La roca está tan lisa que se resbala y casi cae de lleno a siete metros del suelo, pero por suerte logra sostenerse por una abertura.

Los impulsos extraños siguen moviéndola creyendo que es un sueño y que pronto despertará. Sin embargo, lentamente se da cuenta de que no es un sueño cuando al llegar a la parte más alta de la gran roca encuentra un altar que se ve muy antiguo:

—¿Qué será este altar? —se pregunta a sí misma.

Se acerca al altar compuesta por una figura de madera incrustada sobre la piedra, flores marchistas de hace mucho tiempo junto a un pequeño libro cuyas hojas están secas y con una fecha escrita en la primera página y junto a ella un nombre que Megumi lee en voz baja:

—Kathelyn Forwick, año 826. La primera entre las del oeste. ¿Qué significa? ¿Qué es este lugar? —observa a su alrededor. Toma el libro y guarda entre la poca ropa que posee.

Megumi no deja de ver el altar, así que a modo de respeto le reza y guarda silencio. Luego cuando toca la figura de madera, una sensación violenta pero también que la envuelve en una posterior paz hace que se caiga hacia atrás y desmaye.

Una vez más, la joven de cabello plateado vuelve a sucumbir contra el suelo y así otra alucinación la aleja del altar hasta otro sitio.

Muy poco tiempo ha pasado cuando vuelve en sí y se encuentra a ella misma junto al mismo rio y atrás, a varios metros de distancia, se escuchan gruñidos salvajes, múltiples de ellos acosándola.

Como ella sospecha de que se trata, intenta no voltearse y muy lento se mueve hacia el frente con tal de alejarse, pero esos gruñidos la siguen hasta que pisa una rama, la cual altera a los animales detrás.

Cuando se da vuelta, ve a cinco lobos con ojos rojos y fauces abiertas liberando espuma. Están furiosos porque la caza no ha sido fructífera y también porque hay un señor del bosque que los ha obligado a tener que irse a otro lado a cazar por lo que no están de buen humor.

La diabólica imagen de esas bestias asusta a la chica, quien apenas puede reaccionar, entonces se le ocurre correr hacia adelante mientras es perseguidas durante casi doscientos metros.

Uno de los lobos logra dar un enorme salto y caer sobre la espalda de Megumi, que en el proceso termina contra el suelo y golpeándose el tobillo haciendo que no pueda levantarse y menos dar un paso. En la caída también se golpea la cabeza contra una roca, desmayándose y quedando a merced de los animales hambrientos quien uno de ellos alcanza a mordisquearle la pierna derecha.

El silencio se apodera del bosque, nada ni nadie puede evitar que los lobos puedan comer por fin, o eso al menos es lo que esas bestias asumen porque detrás de ellos cae una figura encapuchada y capucha viaje. Inmediatamente los lobos se dan vuelta y gruñen, muestran sus dientas y el pelo en sus espaldas se eriza hasta que se dan cuenta de que quien está frente a ellos es aquel que los hizo correrse y si se meten con él, entonces la muerte es más que segura.

Solo una mirada directa al líder del grupo es suficiente como para causar pavor en todos ellos.

El resulto es la pequeña manada escapando como cachorritos asustados.

La vista borrosa de Megumi solo atina a ver como esa figura se acerca sigilosamente y la observa con desconfianza y luego la toma entre sus brazos y mueve con cuidado a través de los árboles hasta que se desmayada, incapaz de mantenerse despierta por el duro golpe.

***PARTE II***

Mientras tanto en la Academia, Doncaster se entera que Kaizer, Megumi, Lucian, Maia y Kamata no están en sus camas y nadie los ha visto desde el día anterior. Inmediatamente moviliza a todos los profesionales y los profesores para encontrarlos sanos y salvo:




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