Academia de Asesinos Volumen 3.5: El niño salvaje

Capítulo VII: Estado de alerta

Megumi se queda petrificada al ver la silueta del encapuchado, resulta que es no es más que un chico de rostro triste, sucio pero mirada sincera. Es similar a la expresión que Kaizer la tiene acostumbrada pero no puede asegurarle si es hostil por más que la haya tratado con sumo cuidado. Seguramente haya estado esperando a que despierte para hacer algo. Quien sabe. Viendo que está semidesnuda y un chico fue el causante a pesar de que curó sus heridas, le da gran rechazo y revive así muchos traumas de su época en la trata de personas.

Sin embargo, el chico se muestra indiferente cuando ella está despierta y mirándolo fijamente. Megumi titubea incapaz de saber que hacer.

El chico se apoya contra la pared de la cuerva con sus brazos cruzados y mira alrededor de ella. Su mirada se clava en el pie herido. Deja de estar estático y camina hacia ella mientras le advierte que no se acerque, sin embargo, sigue caminando y tomarla del pie para observar si está bien curado.

Megumi permanece ahora callada y deja que le trate el pie, aunque los nervios y miedo la destruyen emocionalmente:

—La infección se detuvo, pero tendré que colocarte más ungüento. Espero no te importe que toque tu pie.

—Ah, si…si, gracias. —exclama Megumi, sorprendida de que fuera tan cortés y toque con cuidado su piel.

—No podrás moverte del todo durante unos días, pero descuida, vas a sanar bien. —exclama el chico.

—Entiendo…yo…te agradezco. —dice Megumi. —¿Puedo saber tu nombre?

—Procura descansar. Duerme, estate en reposo y no te quites el paño. —dice el chico mientras acaba de colocarle el paño con el ungüento. Luego se pone de pie y abandona la cueva, dejando a Megumi con las dudas sobre su identidad, pero con una impresión extraña.

Fuera de la cueva, el chico se apura para alejarse con el rostro rojo avergonzado por haber entablado conversación con una persona igual de joven que él, pero femenino. Corre para buscar el almuerzo que consistirá en raíces comestibles, frutos y algún animal como ardilla, jabalí o algún lobo o zorro.

Mientras tanto, Megumi se recuesta y cubre el cuerpo con la piel gruesa y ve el techo de la estable cueva. Por lo que ve, parece que es un refugio que ha funcionado durante muchos años para el chico. Tampoco hay rastros de que animales hayan vivido en mucho tiempo.

Como es un bosque baste peligroso, hace caso al joven y no sale de allí y descansa todo lo que puede para regresar lo más rápido posible a la academia.

Al cerrar los ojos, aquella voz femenina vuelve a resonar como una melodía extraña de eco en su mente. Múltiples imágenes sobre otras personas de al parecer otras épocas, parecidas a un sueño veloz, la hacen despertar dando gritos y junto a ella está él con un conejo muerto en su mano derecha y expresión temerosa. Duda en acercarse al haber presenciado esos gritos y que ella estuviera en pánico.

Megumi lanza una mirada hacia él y luego, avergonzada, exclama:

—¿Escuchaste mi escándalo? No te juzgo. Yo también me sentiría incomoda.

—Solo te vi sufriendo y no supe que hacer. ¿Cómo te encuentras? —se agacha frente a la fogata, toma un cuchillo de entre las rocas y madera quemada y empieza a despellejar al animal.

—Eres demasiado cortés. ¿Puedo preguntar por tu nombre? Te lo pregunté, pero no me respondiste y…

—No es tan importante saber mi nombre. —rechaza revelarle quien es y continua en silencio con la preparación de la comida.

Megumi se siente bastante molesta, pero es entendible, no se conocen y él se tomó la molestia de rescatarla y curar sus heridas. Seria descortés de su parte exigir su nombre:

—¿Sabes? No fue fácil tratar tus heridas. Si no lograba tratarte a tiempo no sabría si tu pierna haya podido ser salvada. Por esa razón tuve que quitarte la falda. Discúlpame por eso. —empieza a explicar con la mirada en la piel siendo desgarrada.

—Lo…entiendo, gracias por preocuparte por mí y haberme salvado. —intenta estar tranquila y a gusto. Sin preocuparse por su seguridad, se pone de pie y aprovecha para colocarse la falda y luego acercarse al chico a quien mira más de cerca viendo sus ojos, el cabello tan desalineado y sucio.

El chico desvía la mirada y ve a Megumi que lo mira fijamente, entonces retrocede torpemente hacia atrás hasta caer al suelo y gritar exaltado. Ella se disculpa, pero tiene que saber, conocer a quien está debajo de esa capucha.

Con una grata sonrisa le agradece de corazón. Ofrece mientras tanto ayuda para cocinar a lo que él se niega con la cabeza y le recomienda que se acueste y espere por la comida.

Hace caso a la recomendación de él y vuelve a la cama:

—¿Qué edad tienes? —pregunta ella buscando más información sobre él.

—Tengo 15 años.

—Un año mayor que nosotros. ¿Tienes padres o algún familiar?

—Padres… ¿padres? Yo…no creo tenerlos. Estoy aquí y eso es todo. —responde con evidente molestia. Es un tema que lo sensibiliza.

—Disculpa si te hice enojar.

—No me fío de las personas así que intenta no preguntarme sobre mis asuntos. —replica él.

—…—Megumi se siente culpable por haberlo incomodado. Guarda silencio para que no se ofenda por nada del mundo.




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