Academia de Asesinos Volumen 3.5: El niño salvaje

Capítulo VIII: Significado de la amistad

Cuando el sol empieza a ocultarse, Megumi se recuesta a aquella cama hecha de paja y piel de animal con la pierna envuelta en paños y ungüento en la herida que le ocasionó un lobo salvaje. El chico, preocupado por la condición de la ella, permanece en la entrada de la cueva.

Durante todo el día pudo disfrutar del aire fresco y una comida caliente cortesía del encapuchado, pero al atardecer la temperatura de su cuerpo se eleva hasta quedar postrada y débil.

Él se acerca en trotes apresurados para ver cómo se encuentra. Indudablemente reconoce que la herida está infectada, pero moverla en tal condición y casi en la noche sería un terrible error debido a que empiezan a salir los animales salvajes a cazar y recorrer el bosque. Piensa, piensa y rasca su cabello sin saber que hacer. Mira la herida de la pierna y si, está infectada, pero puede ser curada si se la lleva a un centro médico, obviamente si es que se la lleva:

—¡Mierda, mierda, mierda! —repite frustrado.

—Hey…tranquilo, estoy bien. —dice ella con una esforzada sonrisa.

—No puedes seguir aquí. La infección está avanzando sobre tu pierna. A lo sumo puedes soportar unos días, pero la pierna en cuestión. —toca la herida y en respuesta, ella lanza un quejido y aparta la pierna. Aprieta la herida hasta que sale pus. —Maldición, es una infección profunda.

—Puedo regresar…caminando…enserio, no hace falta que te preocupes. —exclama Megumi bajo los efectos de la fiebre.

Megumi está sorprendida de que se preocupase tanto por ella siendo que no se conocen tanto como para que se estuviera esforzando por ayudarla. Sale corriendo de la cueva y mira a su alrededor buscando que no haya ningún animal salvaje por la zona. A lo lejos ve a un oso y más próximo a ese junto a un pequeño rio se hayan los lobos correteando a presas pequeñas como conejos y ardillas.

Se queda mirando en la ya establecida oscuridad.

Sus años viviendo en lo salvaje le han otorgado una capacidad de adaptación en ese entorno hostil con bestias peligrosas que muy pocos podrían lograr adquirir.

La albina se levanta apenas y ve como cuida la entrada para que nadie entre y los ataque, sobre todo teniendo a una invitada malherida y en un estado de vulnerabilidad critica:

—Vorex…—dice el chico.

—¿Huh?

—Mi nombre…es lo único que no he olvido por vivir durante muchos años en el bosque. Es Vorex aunque también he escuchado de Kieber que tengo otro nombre de cuando llegué a las costas con refugiados.

—¿Cuál es el otro?

—Tu… ¿sabes porque los lobos y osos permanecen junto a sus crías incluso cuando nacen en lugar de abandonarlas?

—N-No, no lo se.

—Porque sienten la necesidad de proteger ese legado del que jamás podrán llegar a vivir a su final, pero de alguna manera sienten que ese futuro será brillante.

—¿En qué sentido dices eso?

—Digo esto porque mi nombre involucra a un legado que desconozco y ciertamente me importa una mierda. Ese nombre…con el que llegué aquí es lo que me ata a ese momento tan terrible de mi vida.

—¿Y tu nombre actual…Vorex?

—Gracias a ese nombre personas desconocidas me han cuidado sin pedirme nada a cambio y lo siguen haciendo. Les debo mucho. Vorex es un nombre que me han dado para romper las cadenas que me involucraban a ese lugar de terror del que provengo.

Megumi es la primera persona que sabe sobre eso y desde el propio Vorex, aun cuando no tenía que hacerlo él decide contarle al creer que es digna de eso.

Los escalofríos de la joven empeoran y así la fiebre. Vorex toca la frente y nota que está hirviendo por lo que desesperado sale hacia el rio más cercano a buscar agua fresca.

Al volver con una cubeta llena de agua se sienta junto a ella y tira de un pedazo de tela de la capa que usa diariamente para tener un paño. Hunde la tela en el agua y escurre para colocársela en la frente. La destapa y pide que por favor se quite la falta y camisa. Megumi se muestra reacia pero el chico intenta convencerla de que es necesario bajarle la fiebre o podría sufrir mucho más por ello.

Tras pensárselo mucho, decide hacerle caso, pero con la condición de que no tiene que mirar y que ella va a ponerse los paños a lo que él acepta sin quejas. No pregunta los motivos de que ella sea tan tímida, le es indiferente.

Vorex regresa a la entrada y se sienta mirando al bosque. Bajo ningún concepto se voltea, solo pregunta cómo se encuentra ella:

—Creo que me ha bajado un poco la fiebre. —exclama ella tras ponerse por treintava vez el paño húmedo en la frente, otro en la axila derecha y otra en la izquierda.

—¿Cómo está tu herida? ¿sigue doliendo? —pregunta Vorex con la mirada fija sobre un zorro recorriendo el pasto y entre árboles.

—Creo…creo que sigue igual. No tengo una buena idea sobre heridas. Mi amiga Maia es buena en eso.

—¿Amiga?

—Si, amiga ¿sabes lo que es?

—No ¿podrías explicarme?

Se le nota en su voz que siente curiosidad así que Megumi le explica:




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