Academia de Asesinos Volumen 3.5: El niño salvaje

Capítulo XI: Batalla en el bosque parte II

El grupo llega en el momento adecuado antes de que ocurra una tragedia ya anunciada. Riurik intenta moverse, pero un disparo roza por su mejilla, acrecentando las ganas de masacrar a los chicos. Alexander se dirige a Kaizer:

—Esperaba tener que matarte dentro de muy poco, pero estoy sorprendido de que vinieras tan rápido hasta nosotros.

—Esto es muy malo. Esas cinco personas aparentemente son demasiado fuertes y para peor Alexander está con ellos. —piensa Kaizer tratando de ocultar los temblores del miedo. Para un chico de apenas entrado en la adolescencia es normal temer a quien estuvo a punto de matarlo. Sin embargo, no puede flaquear ya que la seguridad de sus amigos y un herido dependen de lo que se haga a partir de ahora. —No hay de otra que luchar contra ellos, maldición.

Kaizer se apresura a ver cómo se encuentra Megumi e indica con un sutil gesto a Maia para que también se acerque y vea a Vorex quien está muy herido casi de gravedad. Los conocimientos, aún escasos pero que van por buen camino, de Maia son bien recibidos:

—¿Estás bien? —pregunta Kaizer.

Sin emitir un solo sonido, Megumi se abalanza sobre él envolviendo con sus brazos y entre lágrimas da las gracias de que hayan llegado. Le seca las lágrimas que brotan de sus ojos y llegan a las mejillas:

—Tranquila, ya estamos aquí. No tienes que preocuparte. —exclama para tranquilizarla y luego mira a Vorex, que apenas se mantiene despierto. —¿Es él? —pregunta.

—Si. —responde ella.

Maia abraza a Megumi y pregunta cómo se encuentra. Mira su pierna y se sorprende de que esté mejorando la cicatrización, aunque es necesario que vaya a hospital para tratar la herida de mejor manera.

Brutallio sonríe y sin previo aviso agita violentamente su brazo con la enorme esfera de hierro contra Kaizer, golpeándolo en el camino y responde defendiendo con ambos brazos interponiéndose y sufriendo el impacto. Siente la dureza de esa arma que tanto enorgullece al mercenario. A pesar de recibir de lleno el impacto y arrastrado lejos de sus amigas, Kaizer hace gala de una increíble resistencia y dureza. Además, se ve muy levemente que sus brazos se ven envueltos en un aura azul que desaparece al instante.

Mientras Ehirazu retrocede y luego lanza un puñetazo con el brazo mecánico hacia el rostro de Kamata. El espadachín evade el ataque y responde golpeando al brazo mecánico de Ehirazu con la punta inferior del arma y luego salta y da una patada al costado de la cabeza.

Tyrakus ataca por detrás de Kamata con su tridente, pero desde lo lejos Lucian dispara y alcanza al arma que sale volando lejos de la mano del mercenario:

—Eres demasiado oportunista, tirador. —exclama Tyrakus al retroceder y centrar la mirada sobre los arbustos. —Pero estás demasiado por debajo del nivel que esperaba. —toma el tridente que yace en el suelo y apuntando hacia la vegetación lo lanza. Esto obliga a que Lucian salga de donde se oculta para esquivar. —Con que ahí estás. —exclama Tyrakus.

—¡Mierda! —deja escapar el tirador.

Ehirazu blande su arma, una karibachi con dientes muy pronunciados y filosos el cual agita como si no pesara nada. En uno de sus movimientos alcanza a rasguñar la pierna del espadachín a lo que este responde asestando un corte profundo al brazo mecánico. Sin embargo, la molestia en el chico es evidente. El brazo sería un problema porque cualquier daño es lo mismo que nada.

Baligra usa su espada fina y pequeña, pero en cuya punta está bañada con veneno de la mas alta toxicidad. Mueve el arma hacia adelante para apuñarlos. Kamata esquiva todos los ataques lo mas que puede y ante el silencio de Abbadon, decide retroceder para posicionarse con firmeza y al menos responder a los ataques:

—Podrá ser joven, pero sin duda que es muy diestro y sabe lo que es combatir. Vaya sorpresa. Pensaba que la academia del oeste no podría producir nunca un espadachín tan habilidoso. Diría que es de los mejores que he visto. —piensa Ehirazu. —Baligra, retrocedamos.

—Bien.

Ambos saltan hacia atrás alejándose del estudiante de la academia:

—¿Huh? ¿Qué pasa? —pregunta Kamata. —¿Ya se rinden?

—Para nada mocoso. Simplemente quiero dedicar unos momentos para reconocerte como un gran espadachín. No me esperaba encontrar tal habilidad en el oeste.

—¡Ja! ¡¿tengo que agradecer por ese cumplido viniendo de un mercenario?! —exclama irónico.

—No, solo te estaba distrayendo para que mi compañero te ataque.

Kamata se da vuelta y ve a Riurik sosteniendo las cuchillas en ambas manos apuntando a los costados del cuerpo del chico y desde el otro lado, Baligra avanza con rapidez:

—¡Mierda, no podré esquivarlos a ambos juntos! —piensa exaltado. Entonces decide ir por lo menos riesgoso y esquiva a Baligra pero recibe al costado mas extremo del cuerpo una puñalada y la otra es bloqueada por la hoja de Abbadon.

—Oh, quien lo diría, tienes buenos reflejos para esquivar un ataque, recibir otro y bloquear el ultimo. —dice Riurik, sorprendido de la respuesta física del chico.

Kamata ahora es quien retrocede y apretando con fuerza la zona herida piensa:

—Por suerte es una herida leve. No apuntó bien, pero duele, maldita sea. Tengo que tener demasiado cuidado, Ahora son tres contra uno.




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