Durante la madrugada en los almacenes de la ciudad portuaria de Pumbakar en la provincia de Lyverka, Alex se refugia con su grupo aprovechando que es una zona de poca concurrencia debido a que es usado con fines de explotación marítima, algo que no es usual en el oeste a diferencia del sur donde sus puertos son enormes y bastante mejor capacitados. A pesar de todo, el oeste es el segundo territorio con mejor preparación a nivel naval y con recursos que casi iguala con el sur.
Brutallio y Riurik vigilan la entrada para evitar que sean detectados y cualquiera que entre sería asesinado sin piedad. Tyrakus hace conteo de sus recursos tácticos, médicos y de ataque. Las raciones bajaron mucho y están al límite con todas sus pertenencias y armas. Baligra descansa a un costado y Ehirazu intenta contactar con alguna célula en Antares, pero no encuentra señal alguna. Lo siente como si estuvieran evadiéndolos.
Los murmullos y quejas del hombre con brazo mecánico molesta al joven mercenario. De por sí la situación ya es mala, entonces apenas escuchar cualquier ruido lo irrita.
Alex toma su comunicador a pesar de los consejos de Ehirazu por no hacerlo a tan altas horas de la madrugada:
—Leopold, soy yo, Alex.
—Ya me preguntaba cuando ibas a comunicarte con nosotros. Tenemos que arreglar la reunión entre tu grupo y el mío.
—Si, sí, soy consciente de la reunión, pero hay algo que necesito preguntarte. —dice con nerviosismo por la respuesta del viejo zorro del inframundo como es conocido en esos lugares de mala muerte.
—¿Qué cosa sería? —pregunta, curioso.
—Esa información que nos diste ¿se la entregaste a alguien más? —esperaba no tener que hacer esa pregunta, pero el que estuvieran los chicos, luego la llegada de los profesores y finalmente Doncaster cayendo como si alguien hubiera informado de los movimientos del mercenario.
La falta de confianza del chico hacia su aliado más poderoso molesta en cierta forma al zorro, pero deja a un lado el enojo para indagar en el asunto:
—Oye, chico, más te vale que no me estés acusando de nada extraño. Si quieres una respuesta a eso mejor pregúntate que hiciste tu. Por lo visto fracasó tu intento de reclutar al mocoso del bosque.
—Haaa, piensa cuanto quieras de mi pero no solo esos mocosos estaban allí, sino que al poco tiempo ya teníamos a Hiroshi y su gente y hasta mi padre. —se toma el rostro muy malhumorado.
—¿Doncaster estuvo allí? Eso habrá sido un gran inconveniente.
—Si, y es por eso que tengo que saber que no estés jugando en varios bandos. No es coincidencia de que ocurriera lo que al final ocurrió. Casi nos arrasan…a mí y a mi gente.
—Créeme que tengo tantos deseos de hundir a tu padre como tú. Sin embargo, todo tiene su precio incluyendo la información. —exclama el hombre. Su tono de vez se envuelve en una evidente molestia. Ya no oculta tal sentimiento. —No, no, para nada filtré tal información. Y que te conste mocoso, yo juego solo para mi lado ¿entiendes?
—Entonces mis sospechas sobre ti están bien fundamentadas.
—No tan así. Verás, tú ya me diste una garantía. Tu cabeza depende del resultado de nuestra operación. Sabes de qué hablo yo. Somos varios los que intentamos que esto sea un éxito, pero si pretendes desconfiar entonces tú y yo no tenemos más nada de qué hablar.
Con eso ya puesto sobre el tema en cuestión, Alex se muestra más abierto a apaciguar las aguas y ofrece su disculpa. Don Leopold, como es también conocido, las acepta, pero luego recibe del joven mercenario unas ultimas y explosivas palabras:
—Pues sigue esperando mi fracaso. Serás uno de los reyes del bajo mundo, pero sigues siendo un hombre mortal.
—Tienes razón y por este hombre mortal tienes recursos de sobra para tu operación terrorista así que se más cuidadoso con lo que dices o tendrás que ir y rogarles a los nobles por recurso. —se oye visiblemente molesto ante las cruentas palabras del mercenario. —Jajaja, bueno, con lo poco que queda de las casas nobles de Antares. Ciertamente se nota la falta de interés de su parte por la orden y el territorio.
—¡Tsk!
—¿Ya te sientes mejor? ¿te calmaste? —pregunta Leopold, interesado porque su interesante aliado deje los caprichos y atienda a razones.
Los demás miembros de la legión de mercenarios escuchan la conversación y se quedan perplejos de saber quién está al otro lado del llamado. Si, es cierto, Alex ya había programado una serie de comunicaciones con uno de los reyes del bajo mundo, pero jamás imaginaron que pudiera ser tan casual.
En situaciones y momentos tan distintos, Alex tendría muchos problemas por ser tan directo y desde la visión del hombre de negocios, tan maleducado, pero sabe que el joven tiene un papel que desempeñar en su verdadero objetivo:
—Ya que te veo muy entusiasmado por derramar sangre tengo una noticia que darte. Estoy seguro que al menos será algo bueno para ti.
—¿Cuál sería esa noticia?
—Mis muchachos ya encontraron el punto exacto para las operaciones. Será muy cerca del evento. Nos favorecerá la ubicación y por supuesto tendremos ayuda extra.
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Editado: 07.09.2024