En los días que siguen, el arduo entrenamiento de los chicos va en ascenso. Desde entrenar su resistencia corriendo durante 10 largos kilómetros, escalar pequeñas montañas de cien metros de alto, pasando por soportar aguas heladas que caen de cascadas montañosas en carreras de nado. Y pequeños combates simulados contra, incluso, los profesores.
Cuando se cumple una semana desde que llegaron a la zona para acampar, Hiroshi ve una mejoría sobresaliente de todos, pero en el último tiempo ve preocupado a Kaizer a quien aparta del entrenamiento matutino que consiste en correr al menos veinte vueltas por un circuito creado por Olympico:
—Te noto preocupado estos últimos días. ¿Qué sucede Kaizer? —pregunta Hiroshi.
—Estoy bien. —responde el chico.
—Vamos, pueden confiar en mí. Quizás te ayude a encontrar una respuesta a eso. —insiste Hiroshi.
—Yo…solo pensaba… ¿es posible que los asesinos se dejen llevar con facilidad por la ira?
—No comprendo.
—Al estar en una situación límite ¿no es algo normal que uno deje salir la ira por frustración, enojo o venganza?
—Ahora entiendo. Te refieres a si tienes poco autocontrol y te vuelves una especie de adicto a la violencia extrema. ¿Es eso?
—Si.
—Es cierto que dejar llevar por sentimientos tan primitivos está contra las reglas de la orden. Aprendemos a controlarnos y eso también ayuda a evitar entorpecer nuestra labor, pero…también somos seres humanos. Nos desbordan sentimientos que usualmente dejamos escondidos para que las personas nos vean como ejemplo a seguir. Descuida puedes aprender a evitar que influyan en tus decisiones.
—¿Qué pasaría si no lo logro?
Hiroshi no sabe que responder. Es consciente de que Kaizer se ha mostrado en muchas ocasiones furioso y a cambio se notó que con ello libera una fuerza gigantesca para su edad.
En cambio, el espadachín busca otra manera de que canalice esa emoción que es propio de las personas comunes y corrientes. No es como si Hiroshi no haya sufrido desbordes de ira, ni Olympico, ni Lucy ni Doncaster. Todos los asesinos pueden caer en ello en más de una ocasión a lo largo de sus vidas, sin embargo, jamás se vieron afectados al punto de perder la razón.
En ese sentido, Kaizer siente que es un peligro extremo por lo que pide alguna manera de controlar eso que lo hace inseguro de lidiar.
Hiroshi lleva a Kaizer a la cascada más cercana, aquella que fue parte del primer circuito de entrenamiento. Las aguas en esa cascada son demasiado frías, más que cuando hicieron esa carrera debido a que hace dos días que las ultimas nieves y hielo cayeron de las montañas por lo que ahora es agua con temperaturas muy bajas.
Mientras que los demás siguen corriendo, Hiroshi le pide a Kaizer que se siente sobre una cubeta de madera que le entrega al chico y se coloca bajo la cascada. La idea de Hiroshi es que pueda meditar bajo la cascada y con apenas ropa con el fin de incrementar la resistencia y concentración siendo llevada al límite.
Al inicio Kaizer tiembla y es abrumado por lo fría de las aguas además el peso somete a su cuerpo a tener que acostumbrarse a la temperatura baja y resistir lo más que puede. Hiroshi plantea como meta treinta minutos. Sería ilógico exponer a un entrenamiento de ese estilo durante mucho tiempo al chico. Hay asesinos que pueden incluso soportar más de 24 horas y otros lo han hecho durante una semana sin comer, sin dormir, y logrando un desarrollo increíble.
Cuando el tiempo se termina, Hiroshi se acerca para terminar el entrenamiento:
—Pasaron los treinta minutos. Ya es suficiente…—dice Hiroshi.
—N-No. —dice con voz temblorosa.
—¿Qué?
—N-Necesito…necesito…continuar…
—Kaizer, podrías sufrir una neumonía. Sal de allí.
—Puedo continuar Hiroshi…por favor…—responde mientras mantiene la posición. A diferencia con el comienzo de su meditación, lentamente se va calmando y la temperatura sube.
Sorprendido de que el chico desafíe su propio limite, advierte que dejará que continue, pero si ve que algo sale mal entonces intervendrá, aunque deban salir de las montañas. El chico acepta y sigue con la misma posición inquebrantable.
El tiempo avanza y el sol se va ocultando lentamente. Es tiempo de que Kaizer vuelva en sí y salga del agua. Hiroshi lo toma de la mano, pero cuando intenta tirarlo hacia él nota algo muy extraño:
—¿Huh? Que…que extraño…—piensa el espadachín. —Se siente como si fuera una enorme montaña. Está demasiado pesado. El chico vuelve en sí y acaba en el agua tras ser tirado una vez más hacia el mismo Hiroshi. —¿Cómo te sientes? —pregunta Hiroshi.
—Yo…em…no estoy muy seguro. ¿Cuánto tiempo paso?
—Unas dos horas. ¿Tienes frio?
—Un poco.
—De acuerdo. Ya está la fogata así que la meditación se acaba por hoy. Antes que nada, quiero saber una cosa. —se aleja de Kaizer siguiendo al rio por dentro y toma una roca en el borde.
—¿Hiroshi? —pregunta el chico.
—Prometo no ser muy brusco. Te arrojaré una roca. Si logras esquivarla habrás mostrado un avance palpable en tu habilidad de premonición. —le dice. —Aunque también espero que haya despertado algo más. —piensa para sí mismo. Le arroja la roca, controlando la fuerza para evitar lastimarlo innecesariamente, y cuando se encuentra muy cerca del rostro, Kaizer mueve un poco su cuerpo evitando así ser golpeado. —Esa no fue su habilidad, no parece que la haya activado. Solo debo hacerlo de nuevo y con más rocas. —toma al menos diez rocas y se las arroja una vez más. En apenas segundos, Kaizer esquiva sin tiempo a usar su habilidad especial. Indudablemente Kaizer pudo acceder a un conjunto de habilidades desconocidas confirmándole la sospecha. —Entonces…manifestaste…el origen de la observación con apenas 14 años de edad. Increíble futuro el de este chico. — Sin embargo, la última roca que arroja golpea en la frente haciéndolo caer sobre el agua. —Mierda, lo siento, lo siento.
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Editado: 22.11.2024