El cielo se oscurece con nubes que empiezan a crujir y relámpagos iluminando las alturas. Vorex y Lucian se quedan mirando, sin poder moverse, el combate de Kamata. La intensidad es palpable y cada vez mayor. El choque de espadas que una y otra vez sucede con ráfagas de viento que los rodean y expanden a su alrededor convirtiendo a la arena en una zona de guerra y tormenta de polvo y rocas volando. Mientras los ataques son cada vez más feroces y las heridas cortantes en sus cuerpos se hace notar.
Ya han pasado cerca de veinte minutos y ninguno de los dos ceden por lo que los directores ven con buenos ojos terminar con el combate.
Luego de varios minutos de ausencia, Kaizer llega hasta la zona de su equipo para presenciar el combate de su amigo junto a Hiroshi. Lucian ve a Kaizer detrás de él y le pregunta:
—¿Cómo está ella?
—Megumi está descansando. La mantendrán en la zona médica hasta que termine este evento. Si está todo bien podrá regresar al hotel con nosotros. —responde mirando la mano con la que se aferró a la de Megumi.
—Qué bueno, estoy muy contento que ella esté mejor. Tengo que ir a verla. —exclama el tirador amaga para ir junto con Kaizer a verla de nuevo, pero tienen la intención de esperar afuera hasta que ella despierte.
—¿No quieres ver quién ganará esta pelea? —pregunta Hiroshi.
—No profesor, ese enano de mierda nunca perdería. Se que no ocurrirá. —responde Lucian.
—Aún asi Megumi está descansando. —dice Hiroshi.
—Estaremos afuera. Cuando despierte la iremos a ver. —dice Kaizer.
—Si que son ansiosos. No pasaron ni diez minutos de que volvimos de allí y ya quieres volver. —exclama el profesor.
—S-Si, bueno, es que…—Kaize se siente nervioso como para responder coherentemente.
—Olympico ¿podrías acompañarlos? —le pregunta al grandote.
—Claro. Vamos, Kaizer, Lucian. —les dice el profesor.
Una vez salen, Kaizer se detiene unos momentos y encara hacia una puerta con un cartel que dice “caballeros”. Mira a Olympico y sin intercambiar palabras, el profesor asienta y se retira junto con Lucian rumbo a esperar a que despierte Megumi, ignorando la tragedia que están por encontrarse. Lucy los sigue ya que se encuentra inquieta sobre el estado de salud de la chica.
En ese mismo momento, Kamata sigue combatiendo con una fiereza increíble. Bloquea un ataque con la espada toxica de Tarox repeliendo la habilidad y presionando al norteño hasta obligarlo a superar sus límites.
Tarox se impulsa desde la distancia y lo mismo hace Kamata. Ambos chocan las hojas y entre que se empujan, intercambian miradas, así como poderosos cortes que buscan doblegar al otro. Las espadas no se gastan, pero la fuerza de los dos empieza a merman bruscamente. Apenas pueden sostener más armas. Kamata es quien se siente sofocado y agotado mientras que Tarox se empieza a marear a pesar de seguirle el ritmo y en escasas oportunidades supera con creces al chico de Belasia.
Desde el cielo van cayendo gotas gruesas de lluvia produciéndose un fenómeno torrencial al punto de que el público intenta cubrirse con algo, lo que fuera sin dejar sus lugares. El combate atrae la atención de una manera que jamás se hubieran imaginado los directores.
Sin embargo, un asesino interrumpe la vista de los directores y explica lo sucedido en la habitación médica donde descansaba Megumi. Rápidamente salen de su palco rumbo al sector médico con enorme preocupación.
Entre tanto, Kamata usa su cabeza como recurso para darle cabezazo a Tarox en la frente y hacerlo tambalear:
—Oye, ¿hay otra cosa que no quieras usar para nuestra pelea? —pregunta el norteño.
—En el bushido cualquier extensión del cuerpo de un espadachín es un arma potencial siempre…
—Siempre y cuando las armas a distancia o ataques por la espalda nunca se usen como recurso. Lo sé, jamás cuestionaría eso. Simplemente me sorprende tu capacidad de adaptación.
—Lo mismo digo. Creí que por fin estaría a tu nivel, pero comprendo que debo ir más allá de mis capacidades. Es frustrante pero también me alivia saber que encontré un gran reto. —exclama sonriente el espadachín de Belasia.
—Dices eso, pero la realidad es poco clara. No solo me estás llevando a mis limites, sino que de todos los espadachines a los que he enfrentado desde que voy a la academia, tú eres sin duda el mayor rival…ahora me doy cuenta que existen sujetos talentosos que con un poco más de tiempo, esfuerzo y bajo presión constante…pueden convertirse en verdaderos monstruos. —piensa Tarox con el orgullo herido pero feliz de que hay más espadachines igual de poderosos que él y hasta mejores.
El joven de Ironland acorta distancia una vez más y esquivando los ataques frontales de Kamata logra ponerse a la par de este. Entre las continuas presiones del belasiano se hace camino para llegar hasta quedar cara a cara y devolverle el golpe en la frente con un cabezazo que sorprende a propios y extraños.
No hay expresiones serias ni tampoco de malestar sino alegre y llena de confianza. Es una batalla de espadachines que encandila a los espectadores por la destreza de dos chicos tan jóvenes pero que prometen llevar a otro nivel el estándar del ate de la espada.
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Editado: 10.12.2024