Academia de Asesinos Volumen 4

Capítulo XXV: La unión

La lluvia vuelve a caer esta vez sobre las ruinas del estadio. Desde todas direcciones se ven a los paramédicos moverse con heridos sobre las camillas y asesinos rastreando cualquier indicio de los causantes. Las sospechas son reducidas a un escaso grupo, pero les preocupa a los cuatro grandes sobre como vulneraron la seguridad.

Los directores se reúnen de urgencia con los profesores que acompañaron a cada uno de los equipos. La idea es tratar todo lo que ha ocurrido y alternativas. Ya no se trata de una víctima sino ahora de casi veinte estudiantes perdidos y prometedores para el futuro de la orden.

Dekkman, con fuerte influencia en el gobernador y entre los directores, harto de lo que pasó y las consecuencias que tendrá, decide acabar con la amenaza terrorista. Él dice de forma definitiva:

—Doncaster, si es o no tu hijo el causante me importa una absoluta mierda, te juro que lo mataré y mostraré su cabeza por todo lo alto de la academia.

—Oye, eso es bastante crudo. —dice Deckardson.

—Me importa una absoluta mierda. Ese bastardo traidor está detrás de todo esto. Estoy muy seguro. —exclama Dekkman.

—Cálmate ¿quieres? —pide Doncaster.

—¡No me pidas que me calme maldita sea! ¡tú sabes que tu maldita sangre es causante de esto! Por única vez no lo apañes.

—No, no, no lo hago.

Doncaster se queda sin palabras mientras Dekkman lo regaña con dureza. Durias no se mete ya que encuentra verdad en esas duras palabras y está de acuerdo:

—Muy seguramente las leyes vivientes vengan. —desliza Dekkman. Esa fuerza de elite suele chocar con los directores en lo que respecta a intereses y roles. Además de que el uno jamás responde por el otro manteniendo una autonomía importante.

—¿Qué vas hacer? ¿negarles a las leyes vivientes actuar? Tienen la misma potestad que nosotros. ¿Provocarías un conflicto con ellos solo porque no te agradan? —pregunta Durias.

—Protejo nuestra posición, nada más que eso. —Dekkman responde tajante. —Como sea tenemos que actuar contra estos grupos. Ahora sabemos que Alexander no está actuando solo.

—¿Cómo sabemos que es él? —pregunta Durias.

—Desde el principio sabíamos que haría algún atentado como este, pero no de tal magnitud. —responde Dekkman. —Habrá que unirse con las leyes. Maldición —exclama molesto.

Doncaster se aparta a un lado con Hiroshi. La discusión con los directores no está llegando a ningún lado así que deciden avanzar por si solos aun con la atenta mirada de Dekkman. El director de la academia de Ironland desconfía cada vez más de sus camaradas:

—Si Kaizer está manifestando animicus berserk entonces la situación es verdaderamente compleja. Puede que hasta se desate algo inesperado.

—Kaizer y los demás chicos están yendo rumbo al enemigo y no sabemos que puede estar ocurriendo en estos momentos. —exclama Hiroshi. —Cielos, no puedo imaginar lo que deben estar pasando sobre todo él.

—Ellos aguantarán, ya lo han demostrado. —dice Doncaster.

—Son apenas unos niños. No dejan de pasar por cosas muy duras y continúan luchando contra eso. —se toma de la cabeza el espadachín.

—Y es por esa razón que no debería sorprenderte, van a buscar a una camarada…a una amiga amada. ¿Crees que si lográbamos detenerlos iban a hacernos caso? Harán lo que fuera para protegerla a ella. Creía que ese pensamiento lo habías abandonado, tú mismo me habías dicho de lo que son capaces de hacer si se lo proponen. ¿Por qué eres tan contradictorio?

—Temo que les pase lo mismo que a nosotros. Tú sabes bien de que hablo.

—Tenían la misma edad cuando ocurrió eso. Fue una terrible tragedia de la que hasta hoy en día muchos recordamos con tristeza. Mucho cambió desde ese día.

—Entonces entenderás porque intentamos no darles esa carga.

—Eres su profesor y una figura paternal para ellos. Haces bien en preocuparte y protegerlos. No reniego de tu contradicción o la mía y lo mejor es elegir qué clase de mentores ser.

***PARTE II***

Martiny cierra la puerta de una habitación del almacén. La habitación resuena con golpes en seco que Tauro le da a Megumi en el rostro. Una y otra, y otra vez los golpes dan de lleno contra la cara y cabeza de la joven. A duras penas puede mantenerse despierta, pero con cada golpe recibido, ella escupa sangre de la boca y los mareos se vuelven frecuentes.

Ella siente que puede morir en cualquier momento, pero una dulce voz le da tranquilidad para que resista y promesas de que todo estará bien. Que espere con todas sus fuerzas.

Llega Alexander y ve la macabra escena de sangre en los puños de Tauro y el suelo, así como la ropa empapada de Megumi. El joven mercenario le dice al brutal tauro:

—La necesitamos con vida.

—¿Qué dijiste? Yo no tengo que obedecerte si eso es lo que crees mocoso. —responde con una expresión lleno de disfrute por el momento de tortura hacia ella.

—Escucha maldito imbécil lleno de esteroides, si matas a la única rehén que podríamos tener por si las cosas se dan vuelta en favor de los asesinos…




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