Alrededor de la una de la madrugada, Dèjan abandonó el local a donde había ido después de una cita que lo había dejado insatisfecho y malhumorado. Se disponía a subir a su auto donde lo esperaba Paulo con la puerta abierta, cuando se detuvo bruscamente al ver a un chico de unos trece o catorce años que se peleaba con otro. En el momento que Dèjan lo había visto, el jovencito se limpiaba la nariz de donde brotaba sangre.
Su primer impulso fue correr hacia el chico, olvidándose que estaba en Dubai y que definitivamente aquel no podía ser su Jesse, pero Paulo lo detuvo a tiempo, pues en ese momento una pareja se acercaba a los niños y comenzaba a reñirlos.
Finalmente logró que se moviese y abordaron el vehículo. Paulo llevaba dieciséis años día y noche al lado de aquel sujeto, de manera que conocía el significado de cada mirada, de cada gesto y hasta de cada una de las arrugas que se dibujaban en su frente, pero la expresión que le vio esa madrugada le resultaba completamente desconocida y se preguntó qué significaba y a qué obedecía.
Dèjan por su parte estaba peleándose con él mismo y preguntándose hasta cuándo iba a seguir recordando al irreverente, inquieto y desaliñado Jesse. Él no había vuelto a Londres una vez que Dàmir había iniciado la gira internacional, no solo porque no había motivos reales para visitar aquella ciudad, sino porque antes de marcharse y las pocas veces que estuvo en la corporación, no podía evitar mirar hacia el lugar donde durante cuatro años estuvo viendo a Jesse, y aquello le producía una ira inmanejable. Sin embargo, se metió la mano al bolsillo con intenciones de sacar su móvil, pero cambió de parecer, recostó la cabeza en el asiento, cerró los ojos y se preguntó por enésima vez cómo estaría Jesse, pero al segundo siguiente estaba riñéndose de nuevo, porque no solo había estado a punto de llamar a ver si le contestaba, sino que seguía pensando en ella como en Jesse, aunque sabía bien que no era lo que había creído, así que soltó una maldición que sobresaltó a Paulo, pero como no agregó nada más ni se movió de la posición que había adoptado, Paulo volvió a preguntarse qué demonios le estaba sucediendo.
A esa misma hora, aunque en Londres era mucho más temprano, se encontraba el objeto de los pensamientos de Dèjan, mirando con absoluta incredulidad al individuo que gritaba al abogado y que acababa de hacer tan inesperada declaración. No obstante, después de eso el hombre pareció calmarse y continuó con voz serena, pero no menos antipática.
A pesar de lo atípico de la situación y que al menos Jack no habría encontrado de ninguna manera graciosa, Nick volvió a sonreír, pues también recordó aquella característica de Donatello. Todos los Aliano, incluido él mismo, eran volátiles, pero Donatello parecía una gaseosa que después de estallar, se tranquilizaba casi de inmediato.
Jesse por su parte había ido acercándose a Nick, pero sin dejar de mirar a Donatello y estableciendo los puntos de comparación. Aquel sujeto ciertamente tenía el mismo cabello y casi la misma estatura de Nick, en lo que diferían un poco era en los rasgos, aunque éstos le resultaban igualmente familiares a Jesse y luego entendería la razón; también notó que no tenía la expresión burlona del menor, pero la mayor diferencia en todo caso era el color de los ojos, pues mientras los de Nick eran oscuros, los del policía eran del mismo color que un cielo primaveral y que…
Aquello no pareció causar el más mínimo efecto en el terco sujeto, pues lo agarró por un brazo y estaba por comenzar a tirar de él cuando tropezó de nuevo con los ojos de Jesse que sujetaba a su vez a Nick por el otro brazo.
Nick miró alrededor y posiblemente pensó que no era el mejor lugar para tener una charla familiar, de manera que miró a Jack y éste se acercó.
Jack asintió y miró a Jesse, pero Nick negó y miró ahora a David que seguía las incidencias aun en asombrado silencio.