Acorde del Corazón (libro 3. породица)

Cap. 26 Donatello

 

Una vez que Donatello había abandonado el aparcamiento y siendo que no había salido con un destino específico sino con el único fin de alejarse de una situación que se había tornado inmanejable para él, comenzó a conducir sin rumbo.

Donatello y como suele sucederle a todos los hijos “del medio”, creció viendo como su padre le dedicaba no digamos más atención a su hermano mayor, sino escuchándolo referirse a Federico como si los demás no existieran, pero al mismo tiempo quejándose de que el pequeño Nico era una especie de demonio que había arruinado la salud de su madre, de manera que de una u otra forma tanto su hermano mayor como el menor eran los que acaparaban la custionable atención de Giovanni haciendo sentir invisible a Donatello. No obstante, y paradójicamente, en términos físicos era él quien más se parecía a su progenitor y lo único que se decía al respecto era que sin duda sería la misma clase de amenaza que éste con relación a las mujeres.

Con respecto a su madre y si bien era cierto que durante los primeros años de su vida había tenido mucha de la atención de ésta, cuando dejaron su patria Antonella había comenzado a apagarse; con posterioridad Donatello notaría que la afirmación de su padre estaba errada cuando decía que la salud de su esposa había comenzado a deteriorarse a raíz de su último embarazo, porque era verdad que se había visto delicada en ese entonces, pero después que había nacido Nicola había continuado siendo la misma activa mujer que había sido antes y las cosas en realidad comenzaron a cambiar una vez que llegaron a aquellas tierras, y aunque ahora Donatello sabía la verdadera razón, cuando estaba pequeño había creído la versión de su padre y durante mucho tiempo culpó a su hermano menor por haber enfermado a su madre.

La relación con sus hermanas nunca fue ni buena ni mala, porque a decir verdad no había una relación. Isabella estaba muy alejada en edad, y aunque habría podido colaborar con su madre en el cuidado de los niños, lo poco que Donatello recordaba y a decir verdad era un milagro que recordase algo teniendo en cuenta tanto su desinterés como el hecho de que Isabella desapareció de sus vidas cuando él tenía aproximadamente seis o siete años, era que se pasaba la vida frente a un espejo maquillándose o cambiánose de ropa; otra cosa que recordaba, era que  siempre escuchó a los chicos decir que era linda y con menos frecuencia alguno quiso que él se la presentase, algo que no varió cuando emigraron y aunque al principio él no entendía lo que le decían, sí tenía claramente identificada aquellas miradas.

El caso de Antonella era un poco diferente, porque no parecía haber una criatura en la tierra menos preocupada por sí misma que aquella y por las únicas cosas que se interesaba era por los animales heridos o por las personas en la misma situación mientras que todo lo demás y eso la incluía a ella y a sus hermanos, parecía traerla sin cuidado.

Y a Giuliana quien era la que había demostrado algún interés en ellos, la consideraba simplemente exasperante aparte de que no era mucho mayor que él y no podía verla como una figura de autoridad en ningún sentido. A eso había que sumarle que Giuliana se pasaba la vida con un libro en las manos y pretendiendo que ellos escuchasen lo que leía, algo que por supuesto no sucedió jamás sino con Nico de quien la niña pareció apropiarse y sería quien a juicio de los dos mayores, sufriría a Giuliana y desde su perspectiva así fue, porque era a quien ella hacía escuchar interminables historias por demás ridículas que hablaban de reinos inexistentes, criaturas mitológicas, princesas y caballeros de reluciente armadura; y para completar lo que ellos veían como la desgracia de su hermano menor, Giuliana vivía tras él para que se bañase unas doscientas veces al día y siempre parecía que estaba a punto de llevarlo ante un jurado calificador que premiaría su apariencia. En opinión tanto de Federico como de él, Giuliana jugaba a las muñecas con el pequeño Nico, de modo que encontraron muy afortunado que su padre las enviase a ella y a Antonella a un colegio lejos de casa, porque de no haber sido así, ellos estaban segurísimos que habría destruido por completo la hombría de su hermano menor.

Para ellos no supuso ningún trauma la partida de Isabella ni la de Antonella al año siguiente, y aunque Giuliana siguió yendo en las vacaciones, se concentraba en perseguir a Nico a quien ya no le resultaba tan fácil hacer que la obedeciese y menos aun que se sentase pacíficamente a esucharla leer aquellas insensateces que ella  consideraba apropidas, y aunque en principio Federico y él, más Federico que él a decir verdad, se preocuparon un poco por la manía de Nico a creerse en la obligación de defender a todo el mundo y a verse a sí mismo como uno de los ridículos personajes de los cuentos de Giuliana, Federico se encargaría de hacerlo aterrizar, y aunque Nico no dejaría de meterse en problemas por cuenta de otros, al menos dejó de llevar a todas partes aquel estúpido trozo de madera que Giuliana le había dado y que según él pobre Nico era una espada; de manera que podía decirse que Federico había obtenido una modesta victoria, porque a decir verdad, todo lo que Giuliana transmitió a su pequeño hermano a través de los cuentos que le leyó día tras día durante los tres primeros años de su vida, se quedarían grabadas en algún lugar de su subconsciente, así como los hábitos y manías por su apariencia personal, contribuyendo a desarrollar lo que todos veían como la extraña personalidad de Nick.

El otro personaje más o menos importante en su vida había sido Marco, pero con él sucedía casi lo mismo que con los demás, es decir, se concentraba en cuidar a Federico, enseñar a Federico, hablar con Federico, acompañar a Federico, etcétera. Y cuando Giuliana se marchó al colegio y siendo que fue por esa época que la salud de su madre comenzó su franco deterioro, Marco se constituyó también en el guardián oficial de Nico, porque debía estar pendiente desde que el chico comiese hasta llevarlo a los controles médicos. Era verdad que los acompañaba a todos a la escuela e iba por ellos; se encargaba de hablar con las maestras cuando se metían en líos o de apalear a chicos mayores cuando éstos pretendían fastidiarlos; pero en realidad nunca tuvo con él la relación de cercanía que desarrollaron Federico y Nicola.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.