La reunión que Dèjan tenía pautada para ese día se llevaría a cabo al final de la tarde, de modo que llegó con tiempo suficiente para revisar algunos otros asuntos pendientes, pero cuando terminó con eso volvió a marcarle a David y maldijo por lo bajo porque seguía sin contestarle y eso no era normal; si bien era cierto que David no siempre atendía el móvil al momento que lo llamaba, en cuanto podía le devolvía la llamada, y por algún motivo asoció aquella demora a Jesse.
Como Ioan había sostenido siempre, uno de los mayores problemas de Dèjan eran sus emociones seguidas muy de cerca por lo mal que manjeaba las pérdidas, razón por la cual y tal vez de manera inconsciente, evitaba tanto como le era posible involucrarse emocionalmente con nadie. Sin embargo, cuando lo anterior sucedía las cosas solían complicarse, porque además aquel sujeto tenía la necesidad casi enfermiza de controlarlo todo, y cuando algo se salía del mencionado control, su ordenado mundo interior parecía caerse a pedazos y entraba en crisis.
A Ioan le había extrañado poco que después que habían encontrado a Dàmir y una vez que aquellas inversiones que Dèjan hacía a título personal comenzaron a dar indecentes ganancias, él le ordenase hacer los trámites necesarios para poner en marcha una Fundación que se ocupase de los niños víctimas de los diversos conflictos bélicos que se daban en el mundo, así como tampoco le extrañaba que eventualmente su primo decidese ayudar de otras maneras a las criaturas abandonadas a su suerte aunque no necesariamente fuesen el resultado de alguna guerra, y con los que tuviese inesperados encuentros muy cercanos.
Hasta allí todo estaba bien y Ioan lo entendía, pues Dèjan se limitaba bien fuese a ponerlos en manos de la Fundación, o a ocuparse de otra manera de que nada les faltase y que completasen su educación. Sin embargo, a lo largo de todos aquellos años, solo se había involucrado de forma más cercana con Malik y con David aunque éste último no calificaba exactamente como un niño abandonado y en su caso la actitud de Dèjan había sido más de agradecimiento que de otra cosa.
De manera que los casos de Mihailo y Jesse eran completamente atípicos, y aunque incialmente no tendría por qué haberse establecido una relación de cercanía como la que se dio porque Dèjan no residía en Londres, el hecho de que Dàmir estuviese allí y viajasen con tanta frecuencia para verlo, era lo que había hecho la diferencia. Con todo, aquello no tenía que haber terminado tan mal como lo hizo, porque… ¿cuántas oportunidades había de que aquellos chicos encontrasen a sus parientes? Sin embargo, así había sido y si bien a Mihailo no lo habían perdido, a Jesse sí y aquello y como cabía esperar, había destruido a Dèjan.
No obstante, casi da media vuelta para marcharse al ver aquella expresión tan Jesse.
Ioan tenía la necia manía de adjudicarle un nombre a las diversas expresiones faciales de Dèjan, de manera que cuando tenía expresión de dolorosa nostalgia, era una expresión Nadja; las de angustia correspondían a Dàmir; y aunque en los tres o cuatro años previos, la expresión divertida e incluso las solitarias sonrisas se las había adjudicado a Jesse, en los últimos meses la expresión que había pasado a ostentar ese nombre era la de insensata preocupación como la que exhibía en ese momento.
Dicho esto se giró en el sillón dándole la espalda, así que Ioan abandonó el despacho en actitud pensativa. Ellos habían tenido una discusión memorable un par de meses atrás cuando a Dèjan repentinamente se le había metido en la cabeza localizar a la madre de Jesse. Ioan había esgrimido cuanta cosa se le ocurrió para hacerlo desistir, desde que aquello no era asunto suyo hasta la suprema necedad de intentar dar con una mujer que en principio podía perfectamente estar muerta, y segundo que era muy improbable que su hija le interesase más ahora que antes. Sin embargo, Dèjan sustentaba otra opinión, misma que en la de Ioan era condenadamente estúpida y solo la obstinada cabeza de Dèjan podía albergar la peregrina idea de que Jesse y conociéndola como la conocían, aceptaría como si nada a una madre que la había abandonado a su suerte.
No obstante, Ioan había hecho lo que le había pedido, solo que lo que encontró no le pareció aceptable, y como Dèjan no había vuelto a mencionar el asunto, él lo había colocado en pausa, pero la furiosa diatriba reciente y que la misma incluyese a su tío Ivar, cambiaba el panorama.
Ivar Besevic era tan tío de Dèjan como suyo, pues era el hermano menor de Tarik y de Zara, la madre de Dèjan, pero mientras Ioan mantenía un contacto más o menos frecuente con él y hacía uso y abuso de la innumerable cantidad de ventajas que le daba ser sobrino de un sujeto con un poder tan ilimitado como el que poseía Ivar, Dèjan no. De manera que escucharlo decir que estaba no solo dispuesto sino decidido a hablar él mismo con Ivar, era tan insólito como ver crecer peras en un manzano.