Acorde del Corazón (libro 3. породица)

Cap. 34 Petición

 

Después de un rápido viaje a Francia, Dèjan regresó a Dubai, durmió unas horas y cuando iba camino a su despacho sintió vibrar su móvil, pero cuando vio de quién se trataba decidió no contestar ya que era Admir.

Desde lo sucedido a finales de año, Dèjan se había negado a hablar con su padre pues estaba seguro que si lo hacía iba a sufrir otro ataque de ira. Ioan había intentado decirle que tal vez los años habían hecho reflexionar a Admir, pero él se negaba a creer eso y en cualauier caso a estas alturas, ya sería tarde.

No obstante, cuando las cosas han de suceder, suceden se quiera o no y lo comprobaría ese día, porque después de atender a unos ejecutivos de la empresa, la puerta se abrió dando paso al individuo al que había estado evitando.

Dèjan solía ser un sujeto bastante ecuánime si se tiene en cuenta cómo habían sido sus primeros años de vida en la que la de sus padres parecía girar en torno a él, y no había cosa que el pequeño heredero quisiese que su padre no estuviese dipuesto a darle, pero eventualmente la malcriadez propia de aquella crianza hacía aparición, especialmente cuando quien provocaba su ira era el hombre que acababa de presentarse allí.

  • ¡Largo! – exclamó nada más verlo
  • Dèjan, llevo tres días intentando comunicarme contigo
  • Y siendo así, incluso para un necio como tú debería ser obvio que no tengo ningún interés en hablar contigo
  • Hijo…
  • ¡Fuera! – repitió
  • Pues tendrás que sacarme a golpes tú mismo

La ira de Dèjan alcanzó límites insospechados, porque se puso de pie con obvias intenciones, pero las mismas quedarían congeladas al escuchar a Admir.

  • Antes de que me eches, quiero que sepas que tu madre está enferma y quiere verte – le dijo

Si bien las relaciones de Dèjan con su madre no eran mucho mejores que con su progenitor, nunca alcanzaron el grado de tensión que tenían las otras, y por otra parte, Zara seguía siendo su madre y una madre a la que amaba, de manera que aquello le sentó como una patada en pleno estómago.

  • ¿Por qué no…?
  • No me has contestado al teléfono – lo interrumpió Admir
  • Cretino infeliz, pudiste haberme dejado un mensaje con mi asistente o en el maldito móvil
  • Creo que…
  • ¡Me importa un demonio lo que creas! ¿Qué tiene mi madre y dónde está?

Admir le explicó con brevedad que se trataba de una afección coronaria y aunque había estado dos días recluída en la clínica, ya estaba en la casa pero que los médicos habían dicho que debía guardar cama unos días más y tener tranquilidad. Dèjan le lanzó una última mirada de ira y haciéndolo a un lado abandonó el despacho.

Como Admir no sabía qué haría su hijo a continuación, decidió que  ya él había hecho todo lo que podía, y aunque no le gustaba regresar a casa y decirle a Zara que el niño seguía tan furioso con él que lo había dejado prácticamente hablando solo, después de un momento también abandonó el despacho.

La asistente de Dèjan le había dado rápido aviso a Paulo de que su jefe estaba bajando, de modo que él dejó la conversación con uno de los trabajadores de la empresa y el café que se estaba tomando y salió a toda carrera hacia el aparcamiento preguntándose qué había sucedido, porque Dèjan le había dicho que estaría todo el día allí.

Dèjan nunca le avisaba a Paulo que iba a salir por dos motivos diferentes; el primero, que su asistente se encargaba de hacerlo, y el segundo, que cuando era muy tarde y la chica ya se había marchado, Paulo solía estar en la antesala esperándolo. Dèjan pensaba que en realidad él no necesitaba un guardaespaldas aunque Ioan siempre había estado en desacuerdo con ello, pero siendo que Paulo había decidio quedarse al lado de Dèjan después de la aventura en Bosnia, Ioan tuvo que contentarse con que él se hiciese cargo de la seguridad de su primo, y como Dèjan no lo veía como un guardaespaldas, no protestó y aquello quedó parcialmente cubierto.

  • ¿Dèjan, qué sucedió? – preguntó Paulo pensando primero que nada en Dàmir
  • Mi madre está enferma – le dijo él

Si a Paulo le extrañó aquello nada dijo que reflejase esa extrañeza y lo que hizo fue darle órdenes al chofer para dirigirse al aeropuerto y seguidamente llamó al piloto. El piloto que tenía a su cargo los traslados aéreos de Dèjan, debía estar disponible cualquier día y a cualquier hora, y era además responsable por el perfecto funcionamiento de las naves fuesen éstas grandes o pequeñas, las útilizacen poco o mucho y siempre tenía pre-elaborados los planes de vuelo con casi todos los posibles destinos a los que Dèjan pudiese decidir dirigirse, de manera que cuando Paulo le avisó hacia donde volarían y aunque no era un destino usual, para cuando Dèjan llegó al aeropuerto, ya el plan de vuelo había sido transmitido y aprobado por la torre de control, y el funcionario de aduanas lo estaba esperando en el hangar.

Paulo que conocía bien a Dèjan y aunque ese día no iba enfrascado leyendo ningún informe o trabajando en cualquier otra cosa sino en hosco silencio, él respetó eso. Paulo siempre había sabido que la preocupación primordial de Dèjan era Dàmir, y si había alguien aparte de Ioan que lo entendía era él por haber vivido toda la terrible odisea que vivieron para hallarlo. Sin embargo, durante el último año y medio, otro motivo de preocupación parecía haberse sumado al anterior. Jesse. De manera que verlo preocupado por otro asunto fuera de aquellos dos, se le hacía muy extraño.




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