A Dàmir se le había hecho muy difícil entender la actitud de su padre con relación a Jesse, y la opinión de Kerim no colaboraba mucho.
Dàmir lo miró muy mal, porque ciertamente no le gustaba lo que escuchaba, pero si le molestaba era porque en realidad, y en el fondo, sabía que Kerim tenía razón y Dèjan llevaba muy mal no poder controlarlo todo, siendo él, el mejor testigo y ejemplo de eso, ya que era consciente de que él no respiraba sin que Dèjan lo supiese. Sin embargo, aquello desafiaba la lógica más simple, porque Jesse no era su hija, y en su opinión su padre iba camino a meterse en muchos problemas si seguía reteniéndola en contra de su voluntad. Dèjan le había permitido hablar con Jesse un momento el día anterior y la chica había despotricado en contra de Dèjan, pero ese día Dàmir había intentado comunicarse y no lo había logrado, así que estaba practicando su deporte favorito según Kerim, es decir, preocuparse. Lo que ninguno de ellos sabía aún, era que había motivos para preocuparse, aunque los mismos iban en otra dirección, algo que les cayó encima cuando Dèjan llegó a casa.
Kerim se había puesto de pie al verlos entrar y había comenzado a moverse, pero se detuvo al ver que Dàmir no, así que se giró y vio que el chico parecía enfermo, algo que al parecer solo él entendía porque los demás tenían aspecto de preocupación pero no de comprensión, así que sabiendo lo que iba a suceder a continuación, se apresuró a sujetar a su amigo.
Evidentemente Dèjan se había olvidado del dolor y de cualquier cosa que tuviese que ver con él mismo ante lo que estaba sucediendo con su hijo y que no sabía qué era. Con alguna dificultad debido a su altura, Kerim intentó acomodar a Dàmir en el sofá mientras Dèjan le sujetaba el rostro.
Ioan colocó la mano sobre la frente del chico comprobando que por lo menos no tenía temperatura.
Aunque eso no le parecía muy posible a ninguno, la opinión de Kerim era la más acertada, algo que comprobarían un momento después cuando forzaron a Dàmir a reaccionar pues lo primero que salió disparado por la boca del chico fue un grito.
Ioan cerró los ojos pensando que aquello no era lo mejor que Dèjan podía escuchar en ese momento, pero fueran los que fueren los sentimientos de Dèjan, estos fueron hechos limpiamente a un lado y abrazó a su hijo.
Sin embargo, cuando lo separó para mirarlo mejor, los ojos de Dàmir parecían a punto de saltar fuera de sus órbitas y su expresión era del más auténtico y feroz terror, y, aunque demoró algunos segundos que les parecieron eternos, finalmente sujetó el rostro de Dèjan
Pero Dàmir se aferró a su cuello y comenzó a gritarle a Ioan y a Paulo que fuesen por un médico. Les tomó algún tiempo calmarlo y Kerim sugirió juiciosamente que Dèjan fuese a limpiarse la sangre y a cambiarse, porque él sabía que las cosas no iban a mejorar si Dàmir seguía viéndolo así. Aunque Dèjan la última cosa que quería era dejar a su hijo en aquel estado de angustia, Kerim lo convenció de que mientras Dàmir siguiese viendo la sangre seguiría en el mismo estado, y pronto comprobaron que Kerim estaba acertado, porque en cuanto Dèjan abandonó el salón en compañía de Paulo que también tenía cierta urgencia en revisar que Jesse no le hubiese fracturado el tabique nasal a Dèjan, Kerim sujetó a Dàmir.
Dàmir se llevó las manos al rostro y comenzó a decir una serie de incoherencias, aunque en realidad no lo eran tanto, pues Kerim sabía que estaba reviviendo el horror de su infancia. Un poco después y cuando Dèjan bajó ya limpio, y, aunque era evidente cierta inflamación en el rostro, la ausencia de sangre pareció tranquilizar a Dàmir. No obstante, como Kerim le había dicho a Ioan que lo mejor era darle un sedante suave y hacerlo dormir antes de intentar cualquier explicación, una vez que vio a Dèjan, lo hicieron subir a su habitación y un momento después estaba dormido.