Zara se encontraba en estado de expectación desde que el día anterior Ioan anunciase la visita de Dèjan y Dàmir, de manera que Admir dio la batalla por perdida y le pidió a Pitja que se quedase a hacerle compañía, y de ser posible, a tranquilizarla. La cuestión era que Pitja estaba tanto o más emocionada que Zara y habría sido simplemente imposible cumplir con lo que le había pedido Admir, pues siendo que ella no tenía los motivos de sus señores para la aprensión, se quedó solo con la emoción.
Dèjan se detuvo ante la puerta de la habitación de sus padres y miró a Dàmir.
Dèjan le alborotó los cabellos como solía hacerlo Ioan y procedió a llamar, aunque no esperó por la admisión, sino que abrió.
Aunque ya Admir le había comentado a su esposa el parecido del chico con su hijo, si en algún momento Zara estuvo a punto de sufrir un paro cardíaco fue en aquel, pues fue violentamente lanzada a un pasado no muy lejano al ver a Dàmir, y quien definitivamente no lo soportó no solo por no estar preparada, sino por una condición más frágil, fue Pitja quien cayó desvanecida. Dèjan se movió con rapidez y casi se cae él intentando sujetar a Pitja, mientras que Dàmir a quien estaba mirando era a Zara que se había llevado ambas manos a la boca en un intento quizá por detener la exclamación de sorpresa.
Dàmir se había quedado parado sin saber muy bien qué hacer hasta que escuchó a Zara.
Él así lo hizo, pero aun seguía sin saber qué hacer o qué decir, pues si bien no tenía motivos para sentir nada especial por aquellas personas, no era de ningún modo insensible y fue clara para él la emoción de las dos mujeres que lo miraban con incredulidad, y las cosas empeoraron mucho cuando tanto Zara como Pitja comenzaron a llorar en forma convulsiva.
Un seguno después estaba siendo asfixiado por Zara. Por muy poco inclinado que hubiese estado a aquel encuentro, Dàmir no pudo sustraerse de devolver el emocionado abrazo que estaba recibiendo. Un momento después, Zara aflojó el abrazo y sujetó su rostro.
Zara decidió no discutir con su hijo, pues lo conocía lo suficiente y no quería arruinar aquel momento, así que se dedicó a mirar a Dàmir hasta casi hacerlo sentir incómodo.
El mencionado lunar era apenas un punto casi invisible a menos que se estuviese muy cerca, pero efectivamente allí estaba. Y Dàmir el que recordó fue el otro lunar que tanto su padre como él tenían en el torso, y que fue el que su madre de le dijo que debía mostrar si Dèjan demoraba mucho en encontrarlo.
A partir de ahí ambas mujeres comenzaron a atacarlo a preguntas que iban desde cuál era su comida favorita hasta si tenía novia, mientras que Dèjan se había acomodado en un sillón y no solo escuchaba, sino que fue testigo de la capacidad de Dàmir para ser simplemente encantador si se le antojaba y unos minutos después ya las dos estaban sintiendo adoración por él.