Acordes del Corazón (libro 4. Звезда)

Cap. 21 Ajedrez

 

Aunque los noviazgos comienzan y terminan a diario, y no pasan de ser momentos felices o trágicos a nivel personal y no suelen involucrar a nadie más que a la pareja en cuestión, quedaría demostrado que al menos con esta, no era el caso, porque como había dicho Kerim en broma en una oportunidad, Dàmir estaba casi en el mismo estatus que un príncipe heredero. De modo que aquella sería una noche agitada en diversos lugares, porque la noticia de la ruptura de la parejita, llegó a oídos de más de un interesado a una velocidad pasmosa e incluso antes de que Dàmir llegase a Londres.

Ivar se hallaba en una muy tediosa reunión de la clase que evitaba con obstinción, pero como en ocasiones no le quedaba más remedio que asistir, era que se encontraba en aquel momento escuchando una aburrida conversación cuando vio a Andrija que se acercaba.

Andrija Civljane era un joven de unos veintitantos años en quien nadie solía fijarse mucho, y ese era su principal activo, pues se había convertido en los ojos, óidos y en muchísimos casos, la mano ejecutora de Ivar. Muy al estilo Dèjan, Ivar había rescatado a aquel chico cuando el mismo tenía unos siete u ocho años. La miseria y desamparo en la que habían quedado muchas criaturas víctimas del conflicto, no era un secreto, y por el contrario, era una realidad palpable en Serbia y Bosnia, así que a nadie extrañaba encontrárselos vagando por las calles intentando sobrevivir como podían. Este fue el caso de Andrija, que para aquel entonces, y aunque su medio de sustento estaba basado en todo aquello que pudiese robar, no intentó robar a Ivar, sino que éste evitó que le metieran un tiro en la cabeza. Ivar nunca sabría por qué había actuado de aquel modo, porque él no era de la clase que iba por ahí como su sobrino recogiendo niños perdidos, pero lo cierto era que aquella se había convertido inadvertidamente, en su mejor inversión, porque los seres que nada tienen suelen ser enormemente agradecidos con quienes les demuestran un mínimo de piedad o conmiseración. Después del mencionado rescate, Ivar no sabía bien qué hacer con el chico, pero este, a quien por cierto lo que sí quería hacer era ponerle cinta aislante en la boca, pues no dejaba de hablar, fue quien proporcionó una solución.

  • Puedo trabajar para usted – le había dicho el chico, pero Ivar había elevado las cejas, algo que el niño mal interpretó – No voy a robarle nada, se lo juro
  • No pensaba que fueses a hacerlo, pero tampoco hay nada que puedas hacer para mí
  • Puedo – insistió -  soy pequeño, pero soy fuerte, así que puedo cargar cosas o conseguírselas – agregó con una sonrisa pícara
  • Tampoco necesito que robes nada para mí, muchachito
  • No dije que fuera a robarlo, pero hay cosas difíciles de conseguir y yo puedo hacerlo

Ivar había pasado varios días sin saber muy bien qué hacer, y aunque individuos como Zegar por ejemplo, le dijeron que lo mejor era enviar a aquel pequeño demonio a una correccional o a un orfanato, era una idea que no agradaba a Ivar. Finalmente le había dicho al niño que lo pondría a estudiar, algo que no gustó al pilluelo, pues en su opinión, sabía todo lo que tenía que saber, y aunque Ivar comprobaría que en verdad el angelito sabía muchas más cosas de las que debería, igual insistió y el niño obedeció hasta cierto punto, porque cuando tenía alrededor de dicieste años, le dijo que él podía ser tan o más útil que Zegar. Como a Ivar no le cabía duda de lo mucho que sabía Andrija con relación a sus actividades, pues en más de una ocasión el chico lo sorprendió dándole sus no solicitadas opiniones con respecto a algún problema al que en cualquier caso, se suponía no debería tener acceso, llegó a la conclusión de que no perdía nada con probar.

  • Ivar

Aquella era otra característica del incordio aquel, y era que después del segundo día en su casa, jamás volvió a llamarlo de otro modo que no fuese por su nombre, suprimiendo el señor que todos los demás anteponían, y parecía incapaz de cualquier fórmula de respeto.

  • ¿Qué?
  • No tienes nada qué pensar, sabes tan bien como yo, que no nací para estar encerrado en una oficina, soy hiperactivo y…
  • No me digas – dijo en tono irónico, pero el chico no le prestó atención
  • jamás voy a ir a una estúpida universidad de donde me echarán como sucedió en la escuela – una experiencia que ciertamente ya habían vivido – Así que ahórremos tiempo. Zegar no es mi persona favorita, pero no soy estúpido y sé que es bueno en lo que hace, sin embargo, yo puedo ser mejor
  • ¿Y?
  • Y como tú tampoco eres estúpido, sabes que lo mejor que puedes hacer es decirle al “simpático” que me diga lo que aún no sé y lo demás lo aprenderé solo

Ivar tuvo un repentino ataque de risa al imaginarse a Zegar teniendo que enseñarle algo a Andrija, y casi estuvo seguro de que el pobre sujeto se suicidaría, pero el ataque se le pasó muy pronto y casi estuvo seguro de que había expresado sus pensamientos en voz alta al escuchar al chico.

  • Descuida, no va a suidarse

Aquello demostraba, entre otras muchas cosas, que el muchachito o bien lo conocía muy bien, o tenía una extraordinaria percepción. El asunto fue que no solo hizo lo que le pedía, sino que el tiempo demostraría que había hecho bien y que todo cuanto había ofrecido Andrija y mucho más, se hizo efectivo, pues en verdad era capaz de hacer casi cualquier cosa por imposible que pareciese, de conseguir hasta lo más inaccesible y ciertamente podía despachar a cualquiera sin el más mínimo remordimiento, y el único requisito era que el afortunado hubiese molestado a Ivar de cualquier manera.




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