Cap. 39 Preocupación
John se había llevado a Josh al primer pub que se le atravesó en el camino y no muy lejos de donde estaban, pidió dos trozos de pastel de manzana y café.
- Dilo
- No tengo nada qué decir, John
- Josh, recuerda lo que dijo el psiquiatra, tienes que hablar o las cosas van a complicársenos mucho.
Si bien Josh era la personificación de la delicadeza, John no podía estar más alejado de ésta, pero Josh no solo estaba acostumbrado a su crudeza, sino que la misma había resultado de mucha más ayuda en las ocasiones en las que la dulzura de Magda y Maggi, o la ecuanimidad de John padre, se habían estrellado contra el muro de su depresión. Una de las características de Josh era que si bien era dulce y simpático, un oyente excepcional y un conversador aun mejor, nunca hablaba de sí mismo, de manera que cuando lo tocó la tragedia primero con la muerte de sus padres, y casi en seguida la de su novia, el psiquiatra tuvo que esforzarse mucho para hacerlo hablar y que pudiese darle salida a su enorme dolor, y con posterioridad esa sería la recomendación final que les diese tanto a él como a los Wells; de modo que cada navidad o año nuevo cuando los niños, como seguía llamándolos Magda, volvían a casa y justo al día siguiente de su llegada cuando Josh regresaba de efectuar su habitual visita al cementerio, todos se esforzaban por hacerlo hablar, pero también cuando por cualquier motivo lo veían triste o preocupado, y no lo dejaban tranquilo hasta que les decía el motivo.
Aunque se suponía que quien debía hablar era Josh, John era extraordinariamente bueno para hacerlo y Josh terminó por sonreír haciendo que John se ahogase con el café.
- Ya deberías saber que es mal asunto intentar hablar y comer al mismo tiempo, John – le dijo golpeándolo en la espalda – Y deja de mirarme así, porque no estoy muriendo – agregó – Es verdad que… todo esto me hizo recordar y entiendo su preocupación y la agradezco, ustedes son mi única familia y se que me aman como yo los amo a ustedes, pero es hora de que acepten que soy un hombre y que no soy de cristal. Nunca voy a olvidar a Annie, así como nunca podré olvidar cómo murió, pero al menos su imagen ya no atormenta mis noches, y aunque es muy posible que hoy lo haga, ya no es lo usual y puedo manejarlo.
Aunque John se veía sorprendido, también era muy práctico y si no se hundía con sus propios problemas, menos aun con los de sus amigos o parientes, y por el contrario le alegraba que Josh se tomase las cosas así y no estuviese en estado de depresión como había pensado.
- De acuerdo y me alegro, pero come o…
- No voy a comerme esa porquería o lo que sufriré será una indigestión – dijo empujando el plato con el pastel hacia John
- Vamos hombre, acepto que no es el de Martha, pero se puede comer
- Tú pudes comer hasta piedras, pero no es mi caso, así que date prisa y volvamos
- No creo que sea buena idea
- John, ya te dije que puedo con esto y Mix nos necesita
- No estoy muy seguro de que note la presencia de nadie, y en cualquier caso los demás están con él
- Sí, pero también es nuestro amigo y por otra parte, soy el único que en verdad sabe como se siente
- Tú ganas, pero si Maggi me asesina, asegúrate de que yo tenga un bonito funeral con muchas chicas llorando al lado de mi ataúd
- Deja de decir estupideces y…
- ¡Ya sé! – exclamo interrumpiéndolo y Josh lo miró con duda
- ¿El qué?
- Por qué tienes tanta prisa por volver, y no es por Mix, sino por esa linda asistente tuya
Josh se frotó la frente al recordar que con la última persona con la que querría hablar de Madison, era con John. Él había olvidado que John la había visto más temprano, pero habría sido iluso pensar que John iba a olvidarlo.
- John, no es el mejor momento para escuchar alguna de tus arbitrarias teorías – le dijo, pero John continuó como si él no hubiese dicho nada
- No te conocía esos gustos, hermano, a menos claro que me digas que lo que te gusta es el coche, algo que no tendría mucho sentido, porque tu bólido de plata es mucho mejor – dijo puntualizando la denominación que le había dado Edvin al coche que Ioan le había regalado cuando el asunto Lance – Así que…
- ¡John! – exclamó sacudiéndole el brazo – Como es imposible que al hablar digas algo medianamente lógico, entonces hazme el enorme favor de cerrar la boca
- Bien, yo me callo, pero tú hablas – dijo mientras se subían al coche
- No tengo nada qué decir y…
- Ah, pues yo diría que sí. Además, sabes que mamá ama que le cuente…
- ¡No hay nada que contar, maldición!
- ¿Desde cuándo te pones tan difícil para hablarme de una de tus chicas?
Josh siempre había sido manipulador, algo que había descubierto era especialmente útil en su profesión, de manera que podía reconocer a otro y no dejarse manipular, pero con John eso siempre le había resultado imposible, así que se llevó la mano a la frente y respiró para no perder la paciencia de nuevo.
- John, en verdad no hay nada qué contar. Holden trabaja en el departamento, pero por empezar, no es mi asistente, y segundo, no me interesa de ninguna manera, de hecho…
- Eres mal mentiroso, Josh