Acordes del Corazón (libro 4. Звезда)

Cap. 41 Andrija

 

Cuando Paulo había salido con los Morris, Ioan había buscado con la mirada a Andrija con la intención de pedirle que se asegurase de que aquellos indeseables no se convirtiesen en un problema, pero no lo localizó y cuando volvió Paulo, éste le dijo que Andrija estaba haciéndose cargo, de modo que Ioan pensó que su tío Ivar tenía bien entrenado a aquel chico, pero había algunas cosas que Ioan ignoraba.

 

Cuando Ivar rescató a Andrija, y si bien él no tenía la experiencia de su sobrino con niños en aquellas condiciones, inevitablemente había conocido a muchos y demoró más bien poco en notar que Andrija no compartía las características generales de los niños que habían quedado huérfanos o los que se habían extraviado a causa de los desplazamientos. Estos pequeños aparte de que en muchos casos presentaban heridas, solían ser aprensivos, tenían dificultaes para relacionarse y confiar en los demás, y en una oportunidad en la que había visto de cerca a un grupo de éstos chicos, notó que en los ojos de todos había un enorme temor. No obstante, Andrija no exhibía prácticamente ninguna de las mencionadas características, salvo la de la escasa confianza en los demás, pero sí mucha en sí mismo.

Un poco más adelante y en una oportunidad en la que el chico contrajo una neumonía, Ivar se hallaba al lado de la cama, pues el niño sufría de una fiebre atroz y en medio del delirio febril, comenzó a decir cosas que al principio Ivar no comprendió, pues las estaba diciendo  en un idioma que, aunque le resultaba familiar, no lo entendía del todo, pero además le parecieron incoherencias producto de la fiebre. Pero poco a poco entendió que se trataba de trozos de su vida, y fue de ese modo que a retazos, Ivar pudo reconstruir parte de la verdadera historia del chico. Fue una noche larga, desesperante y muy triste, pues hubo un momento en el que Andrija se incorporó, miró a Ivar con sus enormes ojos grises velados por las lágrimas y enrojecidos por la fiebre, en los que por primera y única vez, Ivar vería el más auténtico de los miedos. Él pensó que el niño había tenido una pesadilla especialmente horrorosa producto de la fiebre que lo estaba consumiendo, pero a continuación comenzó a hablar y lo hizo para suplicar a sus padres que no lo dejaran.

Andrija se había recuperado de forma satisfactoria y había vuelto a ser el chico hablador y revoltoso de siempre, y aunque Ivar quería preguntarle varias cosas que aclarasen las partes oscuras o que no había entendido, pasaría algún tiempo  antes de animarse a hacerlo, pues no solo consideró que no valía la pena y era cruel hacerle más daño emocional al niño hablando de eso, sino que quería reunir la mayor cantidad de información por sí mismo. Sin embargo, en una ocasión no hacía muchos años y siendo Andrija ya mayor, Ivar lo llamó a su despacho por un asunto de máxima importancia.

  • ¿Dónde es el incendio? – preguntó – Y dime por favor que no es en Rusia, sabes que detesto ese condenado país
  • Lee – le dijo alcanzándole unos papeles
  • ¿En serio? – preguntó él - ¿Por qué no me lo das en un bonito dispositivo…?
  • Cállate y lee – le ordenó

Andrija hizo una mueca de fastidio pensando que tendría que leer un aburridísimo informe acerca de algo o alguien que estaba fastidiando a Ivar para luego irse derecho a acomodarle las ideas al majadero, pero siendo que una de las cosas que consideraba más aburridas en la vida era leer, puesto que él era hiperativo y visual, no le veía objeto a perder el tiempo en un mar de letras cuando Ivar podía decirle simplemente a quien quería que le ajustase las cuentas y ya, porque ciertamente a él no le interesaban los motivos, y le bastaba con saber que molestaba a Ivar de cualquier manera para despacharlo con mucha prontitud. No obstante, una vez que terminó de leer lo que no era por ninguna parte el informe que había esperado, elevó la cabeza clavando sus grises ojos en los de Ivar.

  • ¿Por qué? – le preguntó
  • Aunque puedes ser y de hecho lo eres la mayor parte del tiempo, un sujeto muy molesto, también estoy al tanto de que posees una inteligencia aceptable, así que no creo que tenga que explicártelo, Andrija. Así que firma y…
  • No – dijo él lanzando la carpeta sobre el escritorio
  • ¿Qué?
  • Que no – repitió
  • Se puede saber…
  • ¿Eres estúpido o qué? – le preguntó con sus delicadas maneras – Pero ya que quieres razones, espero que estés dispuesto a escuchar los muchos y muy variados motivos por los que te considero lo primero
  • Andrija…
  • Por empezar – continuó ignorándolo – ¿Cómo crees que reaccionran Tarik y Katrina?
  • No son mis padres
  • Eso por no hablar de individuos tan simpáticos como Vladimir Ivanovic o como cualquiera de los Jacov. Y tu familia política, lease los Zazvic, se lo tomará aun mejor
  • ¿Andrija, te das cuenta que soy un adulto y que no tengo que darle explicaciones a nadie?
  • Posiblemente, pero ocupas una posición que por defecto es peligrosa, la mitad de los que se dicen tus amigos quieren tu cabeza, y la otra mitad intenta quitártela sin esconder sus intenciones. Yo hago lo que puedo por ayudarte, pero si ahora vas y me colocas una diana en el pecho, me lo pones difícil, cretino
  • Se me hace muy difícil creer que tengas miedo – le dijo y casi cerró los ojos, porque si había algo que era mal asunto era decirle a aquel muchachito que le temiese a algo y la reacción no se hizo esperar
  • ¿Qué sucede contigo, infeliz? – le preguntó, pero no se limitó a ello, sino que a la velocidad de la luz lo estaba zarandeando




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